“Black Mirror”: el precio de la popularidad (los rankings I)

Ayer vi un capítulo de la serie de televisión británica Black Mirror, titulado Nosedive (traducido como Caída en picado). Es el primer capítulo de la tercera temporada, para los aficionados. La serie trata del impacto negativo de las nuevas tecnologías en nuestras vidas. Aviso de que voy a destripar el argumento, así que, si quieren ver este capítulo, detengan aquí su lectura y vuelvan si tienen curiosidad por ver lo que me ha sugerido.

El capítulo presenta una sociedad en la que cada persona tiene una puntuación otorgada por los me gusta que te dan otras personas. Eso lo hacen con los móviles, cara a cara, en cualquier momento. Te pueden dar entre una y cinco estrellas. Una puntuación por encima de 4,2 se considera buena y una por debajo de 2, de un inadaptado. Es el mismo sistema que utilizamos ahora en diversas plataformas para evaluar películas, canciones o aplicaciones. Y algo parecido se hace en Facebook o Instagram.  Pero, en ese caso, si te portas mal, hay una especie de policía que puede castigarte con quitarte puntos temporal o definitivamente. Una faena.

La puntuación no es solo una cuestión de popularidad: se utiliza para impedir el acceso a determinados servicios o acceder a ciertas ventajas. Por ejemplo, hay programas VIP de aerolíneas que solo aceptan personas por encima de 4,2 o zonas residenciales que te ofrecen un 20% si tienes un 4,3. Incluso, uno de los personajes organiza su boda a la que solo invita a personas por encima del 4,2. Las personas llevan una lentilla que te permite ver en cualquier momento la puntuación de quien tienes enfrente. Así que si tienes por debajo de 2, no hagas autostop, porque no parará nadie, salvo que sea otro inadaptado.

Para ser popular solo tienes una opción: tener muchas relaciones sociales y agradar a todos.

Necesitas muchos votos para que tu puntuación sea estable y necesitas que esos votos sean de 5 estrellas para que tu puntuación sea alta. Hay asesores que analizan tu puntuación y su evolución, proponiéndote las estrategias más adecuadas para elevar tu posición.

El sistema asume que los que tienen puntuaciones altas son buenos y los que tiene tienen bajas, malos. La excelencia es cosa de los que superan el 4,6.

Aunque hay diferencias, ya tenemos elementos suficientes para la reflexión. De una u otra manera, los rankings universitarios de los que disponemos tienen una base en la reputación, el reconocimiento de otros. Eso da a las universidades una puntuación. Asumimos que las de puntuación alta son excelentes o buenas y las de baja, malas. Como la puntuación se obtiene fundamentalmente por la actividad investigadora, las instituciones con bajas puntuaciones son las no adaptadas a la investigación. Las de puntuaciones altas, se juntan entre ellas para hacer convenios y redes en las que no dejan entrar a las de puntuaciones bajas. Y ya hay programas de ayudas a los que solo se accede si te relacionas con universidades de puntuación alta. A todo esto le veo ventajas e inconvenientes, pero no es eso en lo que quiero detenerme ahora.

El sistema de los rankings es más perverso que el de Nosedive porque no es un sistema en el que todos los buenos puedan tener puntuaciones altas. En los rankings, por definición, solo aparecen 5% de todas los posibles y (¡ojo a la perogrullada!) la mitad de las universidades estarán por debajo de la puntuación media (si la distribución es como la de la gráfica).

Así que, ¿qué podemos hacer para aumentar la popularidad de una universidad? También tenemos asesores que analizan la posición de las puntuaciones y proponen estrategias. Pero, dado el sistema, sólo se puede conseguir si mejoramos más que los que están por encima. ¿Merece la pena ese esfuerzo? Porque todos los de la franja intermedia pretenden mejorar al mismo tiempo: ¿cooperación o competencia?

imagen1

Wilson, L. (September, 2011). Global University Rankings and their impact. EUA Rankings Review. Paper presented at SEFI Conference, Lisbon.

La historia del capítulo trata de cómo la popularidad puede convertirse en el único objetivo en la vida de una persona y de cómo la estrategia de toda una vida se puede torcer por un pequeño contratiempo. El tema sobre el que debemos reflexionar es si centrarnos en la popularidad (rankings) nos desvía de la misión de nuestras universidades, mucho más amplia, rica y socialmente útil que lo que se mide. Si las universidades se centran en su popularidad, le daremos la capacidad de fijar nuestra misión principal a instituciones privadas o medios de comunicación que no están legitimados para hacerlo (los que elaboran los rankings). Y quizás, algún día, les demos también la opción de quitarnos algún punto, si nos portamos mal o no les gusta cómo decimos lo que decimos o no pagamos para ayudar al mantenimiento del sistema de puntuaciones. Temas para la reflexión.

Por cierto, no se pierdan el primer capítulo de la primera temporada, sobre la capacidad de adaptación de los políticos a exigencias que pongan en peligro su gobierno. Muy de actualidad. Y no dejen que nadie les haga spoiler.

 

¿Y tú qué opinas?