Dos recomendaciones para el profesorado universitario del futuro

No hay duda de que dos de los síntomas más elocuentes de la calidad de una institución universitaria son la capacidad de atraer los mejores estudiantes y la de incorporar los mejores profesores.

Lo primero es difícil en España, dado que la movilidad de los estudiantes es muy baja. Excepto en los lugares (en especial Madrid y Barcelona, en donde la elección es posible sin movilidad) donde hay un número grande de universidades, los estudiantes de grado eligen la universidad más cercana a su domicilio familiar. Sólo una política consistente de becas y ayudas podría ayudar a cambiar esta práctica. Pero dejaré este asunto para otra ocasión y me centraré en la capacidad de incorporar a los mejores profesores.

La primera recomendación es coyuntural. Depende de los efectos que la crisis económica ha tenido en la contratación de profesores, sobre todo en las universidades públicas. La contención del déficit hizo que, a partir de 2012, se sometiera la incorporación de profesores permanentes en las universidades a una función de la denominada tasa de reposición, el número de jubilaciones en esa institución. Al comienzo sólo el 10%, después el 50%, ahora ya el 100%. Estas restricciones han tenido efectos muy perniciosos, en especial en las universidades más jóvenes, con una edad media del profesorado más joven y, por lo tanto, con pocas jubilaciones. De este modo, la incorporación permanente, sea en el modo contractual o funcionarial, se ha retrasado a los cuarenta años de media, más o menos. Y la promoción a catedrático de universidad se ha retrasado a los cincuenta años o más. Este retraso ha cambiado la estructura de nuestro profesorado. Por ejemplo, yo que fui un estudiante universitario en la transición española a la democracia, conocí una universidad con muchos profesores no permanentes, penenes (profesores no numerarios) los llamábamos entonces.

La verdad es que creía que no volvería a conocer una universidad como aquella, pero la precariedad se ha instalado de nuevo entre nosotros.

La precariedad e inestabilidad no es una buena cosa para nadie, pero en el caso de los profesores universitarios produce desazón y desánimo incompatibles con la tranquilidad que exige la labor académica. Debemos acabar con ello. Debemos hacerlo ya, con urgencia y determinación. Porque disponemos de la mejor generación de profesores jóvenes de nuestra historia y, por lo tanto, es preciso que dispongan de las expectativas de incorporación y promoción adecuadas. Digamos que la edad media de la primera posición permanente debería ser los treinta y cinco años y la de la promoción los cuarenta y cinco.

Por lo tanto, la primera recomendación es acabar con la precariedad del profesorado universitario.

Si las causas que llevan a esta primera recomendación son exógenas, las causas de la segunda son más endógenas. Debemos acabar con la endogamia de nuestras universidades. Más del 70% del profesorado universitario español defendió su tesis doctoral en la Universidad de la que es profesor. Es una cifra a todas luces excesiva, si la comparamos con cualquiera de los países con una tradición universitaria más sólida y articulada que la nuestra. Las universidades alemanas (y las de su centro de influencia histórico, austriacas, suizas, holandesas, también las escandinavas…) incorporan al profesorado sin ningún filtro previo. La sociedad y el gobierno confían en que las universidades realizarán adecuadamente su cometido. Y las somete a una evaluación detallada de sus resultados. También éste es el sistema anglosajón (las históricas universidades inglesas de Oxford y Cambridge siempre han seleccionado a sus profesores) y éste es el sistema de las mejores universidades americanas. Es cierto que casi todas estas instituciones disponen de una práctica (a veces una regla escrita en sus Estatutos o en las leyes, a veces sólo una práctica comúnmente aceptada) de acuerdo con la cual la universidad en donde una persona ha realizado su etapa formativa y ha leído su tesis doctoral no puede contratarla después, si no ha pasado un tiempo suficiente en otra institución.

En las universidades americanas los doctores de una universidad no son contratados por la misma institución si no han estado en otra institución por un mínimo de tres años.

Pero también la universidad humboldtiana: la universidad no puede incorporar a las personas que han realizado en ella su escrito de habilitación (Habilitationsschrift). No conozco mejor antídoto contra la endogamia. Es una práctica sana que, desafortunadamente, no conseguimos instaurar entre nosotros de modo definitivo, a pesar de los diversos y demasiados tímidos intentos legislativos al respecto (en la LRU de 1983 y en la LOU de 2001).  Si lo hiciéramos, como algunos departamentos en algunas universidades ya lo hacen, disfrutaríamos de dos ventajas adicionales: a) en primer lugar, aumentaríamos la capacidad de nuestras universidades de incorporar profesores de otros países, internacionalizando nuestros campus y b) haríamos de la incorporación de los jóvenes doctores realmente un proceso abierto y competitivo, capaz de atraer a los mejores. Una vez incorporados deben saber que si, en un período razonable de unos cinco o seis años, cumplen con las expectativas de sus departamentos, tendrán la oportunidad cierta de ser incorporados de manera permanente.

Acabar con la precariedad y con la endogamia son, en mi opinión, los dos retos más relevantes para aumentar la calidad del profesorado futuro de nuestras universidades.

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Comentarios
  1. Angel J. Gómez Montoro dice: 14/11/2016 a las 10:34

    No puedo estar más de acuerdo con la entrada de José Juan Moreso. Estoy convencido de que cambios en esa dirección crearían una dinámica importante y beneficiosa a medio y largo plazo en nuestro sistema universitario. Pero para ello harían falta no solo cambios legislativos (capacidad de selección, posibilidad de ofrecer condiciones económicas diferentes, etc.) sino también en la manera de actuar de las Universidades, estableciendo un sistema interno que garantice la selección del mejor candidato para las necesidades que se quieran cubrir (comisiones que garanticen la imparcialidad, quizás con algún miembro externo a la Universidad, estudio de los curricula, posibles entrevistas, etc.).

  2. Nombre dice: 15/11/2016 a las 15:54

    Comparto ampliamente, lo descrito por el Maestro Moreso, es importante considerar que nuestros egresados de la formación básica (licenciatura), necesita especializarce, en otros entornos, es necesario impulsar ese proceso de movilidad , de pasantes, impulsar y fortalecer los convenios intenacionales para que estos permitan que nuestros egredados tengan la oportunidad de especializarce, por otra parte No podemos obviar que los procesos de seleccion muchas veces favorecen o desfavorecen a uno y otros, porque impera el compadrazgo, Entonces cuando estemos listos para tener procesos transparentes en la seleccion y contracion del personal docente, estaremos listos para hacerle frente a esa demanda de profesionales competitivos.


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