La educación, ¿“mercadeo” político?

Como si la educación no tuviera de por sí bastantes problemas, ahora vamos y le añadimos otros de ámbito político.

Numerosos informes nacionales e internacionales nos sitúan en niveles de rendimiento por debajo de la media de la OCDE, a pesar de que nuestra inversión en educación primaria y secundaria por alumno es superior a la de muchos países competidores. Además, España lidera la tasa de abandono escolar, con un 19,97%, pese a haberse reducido en los últimos 5 años, lo que deja entrever deficiencias en materia de igualdad.

La perspectiva universitaria tampoco es del todo alentadora. En este blog, se han puesto de manifiesto algunas de las carencias de nuestro sistema. La insuficiencia de financiación de las universidades públicas españolas en general -agudizada en los últimos años (descenso del 6,8% entre 2010 y 2013)- resulta evidente. La autonomía universitaria que proclama la Constitución, considerada en nuestro ordenamiento jurídico derecho fundamental y afirmada por el propio Tribunal Constitucional, está muy lejos de ser una verdadera autonomía. La desigualdad por criterios socioeconómicos, pero especialmente en lo referente a la presencia de la mujer en sus instituciones (sólo una de cada cinco cátedras es desempeñada por una mujer), sigue siendo una asignatura pendiente. Por otro lado, como recuerda Mariano Fernández Enguita, a pesar de que llevamos hablando medio siglo de endogamia universitaria, ésta no ha hecho más que reforzarse. También se disponen de infinidad de indicadores que apuntan a que, en España, la renovación tecnológica, la movilidad y la internacionalización carecen de objetivos claros .

Da la impresión de que la educación camina en una dirección a la que le podría faltar un rumbo.

Quizá, lo que ocurre es que hemos pedido demasiado a la universidad sin prestarle el cuidado y las atenciones que requiere. Puede ser que la comunidad educativa haya actuado de la misma manera, -¿tan cómplice y negligente como la sociedad a la que sirve?-, validando toda clase de polarizaciones ideológicas (izquierda-derecha) y científicas (excesivas diferenciaciones con respecto a las ramas de conocimiento). También es posible que todos estos sinsentidos provengan precisamente del escaso interés hacia las ciencias humanas, mejor situadas –en teoría- en la misión de proyectar el rumbo al que aproximarse.

Ahora que la pluralidad social de la sociedad española se ha transformado en pluralidad representativa, «repentinamente», son numerosas las declaraciones de políticos que emplean la educación como un cromo intercambiable en estos “recreos colegiales” que han surgido para la conformación de gobierno. Lo que siempre ha sido objeto de un ámbito de disenso insalvable, ahora surge como la materia fundamental para alcanzar el consenso: un ejercicio de cinismo muy oportuno si la educación es parte de la política, una vez más, y no un instrumento autónomo, al servicio del desarrollo de la sociedad española.

¿Seremos, de nuevo, cómplices del engaño?

Efectivamente, ha llegado la hora de la acción política. Es preciso un ejercicio de introspección profundo por parte de la comunidad educativa, especialmente de la hermana mayor, la universidad, de quien se predica una mayor autonomía y, en consecuencia, mayor capacidad de acción. Apuntar hacia, definir y acordar los problemas y soluciones que envuelven el devenir de lo relacionado con la educación ha de tener un sujeto protagonista que no es otro que la propia comunidad educativa: profesores, investigadores, maestros, estudiantes, personal administrativo;  y,  no debe demorarse un minuto más. La solución meramente política ya la conocen: avances y retrocesos consignados por cada cambio de gobierno. Y no se engañen, lo que ahora se insinúa entraña un riesgo todavía mayor: se propone que la educación entre en la agenda, sí, pero como producto infravalorado de “mercadeo” político.

_____________

*Si quieres recibir los contenidos de este blog de manera automática, suscríbete aquí, y acompáñanos en el reto de mejorar la univerdad.

 

¿Y tú qué opinas?