Sobre el binomio imprescindible universidad-empresa
Comparto sin reservas las principales ideas que se exponen en la reciente entrada, que firma Juan José Álvarez, «Universidad-Empresa: un binomio imprescindible«. Me parecen especialmente acertadas las afirmaciones de que universidades y empresas son partes de un “binomio imprescindible” y de que “van de la mano”. Su lectura me ha sugerido un par de comentarios que propongo a la consideración de nuestros lectores.
En el artículo se dice a la vez que las universidades no deben restringirse a lo utilitario, al corto plazo, y que tienen un papel clave en la formación de las personas para los empleos de la sociedad del siglo XXI. Estas dos afirmaciones pueden parecer contradictorias a simple vista, pero no lo son. La empleabilidad ni es el único objetivo de la Educación Superior (las políticas públicas en casi todos los países piden, sencillamente, que las universidades cuiden también este aspecto, junto a los tradicionales objetivos sociales, culturales y humanísticos), ni se fomenta por un enfoque vinculado a la demanda laboral inmediata.
Lo importante es que las personas adquieran un nivel de cualificación adecuado (en términos de conocimientos, destrezas generales y transversales, y competencias específicas), que les permita encontrar empleo, desarrollarse como trabajadores, personas y ciudadanos, y cambiar de puesto laboral cuando lo deseen o sea necesario.
El punto clave es que no se fomenta la empleabilidad definiendo un gran número de perfiles profesionales propios de una industria y ofertando cursos enfocados a cada uno de estos perfiles. Al contrario, la empleabilidad aumenta cuando lo hace el nivel de formación general de las personas, es decir su capacidad de adaptarse a tal o tal industria o puesto de trabajo. Los itinerarios formativos en forma de “silos” cerrados o túneles largos siempre conllevan un triple riesgo: cuando se orientan a profesiones o a modos de ejercerlas que son obsoletas, cuando crean fronteras en vez de puntos de contacto entre las profesiones, y cuando enfatizan lo propio de cada industria en vez de fomentar competencias más amplias comunes a varias de ellas. Por ello, creo que el Prof. Álvarez tiene toda la razón cuando recomienda que las universidades no sacrifiquen sus valores propios: el binomio universidad- empresa solamente tiene sentido si es consecuencia de un diálogo y no si se sustituyen los fines y métodos de las empresas por los de las universidades.
El binomio universidad- empresa solamente tiene sentido si es consecuencia de un diálogo entre ambas.
Mi segundo comentario es que la educación obligatoria, la Educación Superior, la Formación Profesional en todos sus niveles, el aprendizaje a lo largo de la vida y la adquisición de competencias informales de todo tipo deberían concebirse como elementos de un único sistema de educación y formación integrado. No hay de un lado la educación, ya sea científica o humanística, abstracta o teórica, y de otro lado la formación, técnica o profesional, aplicada o práctica. En realidad, el eje que va de un extremo a otro es un continuum, con combinaciones distintas en educación y formación. Esta es la lógica que subyace a los “marcos de cualificaciones”, donde coexisten cualificaciones que pueden ser del mismo nivel, pero con orientaciones diferentes. Al Bachillerado tradicional suele corresponder en el mismo nivel una cualificación más “aplicada”. En el mismo nivel del grado caben bachelors o licenciaturas que pueden combinar en varias proporciones lo académico y lo profesional. En muchos países pasa lo mismo en los niveles del máster, y en algunos también en el nivel del doctorado.
Los diferentes niveles y grados de enseñanza deberían concebirse como elementos de un único sistema de educación y formación integrado.
En muchos sistemas de educación y formación, los distintos tipos de cualificaciones se ofertan por distintos tipos de instituciones, como universidades, “universidades de ciencias aplicadas” (del tipo de las Fachhochschulen en Alemania, Austria y Suiza, las Hoogescholen holandesa, las Hautes Écoles de Suiza, las AMK en Finlandia, etc.) e instituciones de formación profesional y técnica. Los sistemas más aptos para la economía y la sociedad del conocimiento son aquellos que oferten buenas perspectivas en cada una de estas ramas, con posibilidades reales de pasar de una a otra bajo el espíritu del aprendizaje a lo largo de la vida. El binomio Educación Superior–Empresa es más fuerte cuando abarca todo el sistema de educación y formación, aunque de manera diferente en cada rama y en cada nivel.
Es interesante resaltar que, en los sistemas diferenciados, que son aquellos que mejor han resistido la reciente “crisis” económico-financiera, se pueden observar evoluciones convergentes: hacia más atención a empresas y empleabilidad en el sector universitario, y hacia más formación básica y general en el sector técnico-profesional.
Estimado Guy, he leído con detenimiento y la calma que merece este «post», que enriquece, complementa y aporta mucho valora añadido a la reflexión que sobre este binomio estratégico e imprescindible había podido formular por mi parte en este foro. Mi agradecimiento y mi felicitación por la más que sugerente y argumentada ampliación del debate, y ojalá logremos entre todos incluir esta dimensión clave en la identificación de los retos pendientes en nuestra comunidad universitaria. un fuerte abrazo,
Juanjo Álvarez