Carne en nuestros campus: ¿están las políticas universitarias basadas en el conocimiento científico?

Acaba de finalizar la Semana del Clima. Una semana  en la que se han celebrado la Cumbre de la Juventud sobre el Clima de Naciones Unidas y la Cumbre de Acción Climática, ambas en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, y que se cerró con una Huelga Mundial el pasado viernes 27. Políticos de todo el mundo se reunieron en la Cumbre de Acción Climática, que tenía  el fin de acelerar el cumplimiento del Acuerdo de París sobre cambio climático (más información disponible aquí). Por otro lado, durante las manifestaciones, ciudadanos de todo el planeta han pedido políticas públicas para frenar el cambio climático y exigido a los responsables políticos más acción y menos palabras para poder tener un planeta habitable para las futuras generaciones, para frenar la destrucción acelerada y sin precedentes de nuestro planeta, la primera extinción masiva provocada por el ser humano.

El pasado agosto, se publicó el último informe del IPCC, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (disponible aquí), y el debate fue servido en bandeja: el informe señalaba que para reducir los efectos del cambio climático debíamos, al menos, comer menos carne. Todos los medios de comunicación se hicieron eco (vea ejemplos aquí, aquí y aquí).

Este informe no es el primero en llegar a esta conclusión, diversas investigaciones científicas han ido demostrando que el consumo de productos de origen animal (no sólo la carne, sino también derivados como los lácteos) lleva asociado un gran impacto ambiental, como es la emisión de gases de efecto invernadero (ejemplos aquí, aquí y aquí). La ganadería es una de las causas principales de la crisis climática, pero también de la pérdida de hábitats por ocupación de tierras, del sobreconsumo de agua dulce y de la contaminación de ríos y lagos. De entre todos los productos alimenticios, la carne de vacuno es la que tiene un mayor impacto ambiental. Por tanto, las dietas omnívoras que incorporan menos carne y, sobre todo, menos carne de vacuno, tienen una menor huella de carbono, un menor impacto en el clima. Las dietas vegetarianas (las que prescinden de la carne y el pescado) tienen aún menos impacto ambiental, y las dietas veganas (aquellas que no incluyen ningún derivado animal, como los huevos y los lácteos) son las más respetuosas con el medio ambiente.

Se preguntarán, ¿qué tiene que ver esto con la universidad? Lo tiene que ver todo. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático tiene como fin último proveer a gobiernos y responsables políticos de posibles políticas públicas sobre cambio climático basadas en el conocimiento científico. Para ello, el IPCC cuenta con investigadores que se apoyan en las publicaciones científicas de todo el planeta, incluidas aquellas que salen de la universidad española.

Es decir, las universidades, incluyendo las universidades españolas, generan conocimiento, y ese conocimiento es transferido con el fin de que la sociedad lo aplique, ya sea la administración pública a nivel de políticas públicas o la ciudadanía a través de cambios a título individual. Pero, ¿puede la universidad española hacer algo más? ¿Debe la universidad limitarse a producir conocimiento y comunicarlo? ¿No es la universidad un organismo político en sí mismo? ¿No debe, la universidad española, recoger la evidencia científica para aplicarla a sus propias políticas?

La Universidad de Goldsmiths (Londres, Reino Unido) ya ha prohibido servir cualquier plato con carne de vacuno en las cafeterías y locales situados dentro del campus universitario (puede ver una noticia aquí). Hace unos días, la Universidad de Coímbra (Portugal) ha anunciado una medida similar (noticia aquí). Estas medidas forman parte de la política de sostenibilidad de dichas universidades, pero son mucho más que eso. Estas universidades, con estas políticas, se posicionan con el informe del IPCC y nos muestran que el conocimiento científico puede aplicarse en forma de políticas universitarias. Predican con el ejemplo, a través de sus actos, y no solo de sus palabras; indican un camino posible a seguir.

Las universidades españolas forman, entre otros, ambientólogos, geógrafos, filósofos, politólogos y nutricionistas, por lo que no cabe duda de que son capaces de diseñar y aplicar una oferta alimenticia que sea, al mismo tiempo, sostenible y saludable para la comunidad universitaria. No es mi objetivo debatir sobre si las universidades españolas deberían prohibir totalmente la venta de platos con carne de vacuno en el campus, o permitir su venta un día a la semana, o prohibir todos los productos de origen animal. Pero, si las universidades públicas españolas no realizan una política de este tipo en sus campus, ¿cómo pretenden que los gobiernos y los ciudadanos escuchen los avances científicos y los apliquen? La exministra alemana de medio ambiente, Barbara Hendricks, ya intentó en 2017 que las comidas oficiales de su Ministerio fueran vegetarianas y con productos ecológicos, pero la medida fracasó (ver noticia aquí). ¿No debería la Universidad pública predicar con el ejemplo y ser los primeros organismos que adapten a través de sus políticas los conocimientos científicos?

El caso de la oferta de productos con carne de vacuno en las cafeterías universitarias es tan sólo un ejemplo. Esta misma idea puede aplicarse a otras medidas en materia ambiental (energía renovable, gestión de residuos…) y a otros campos como la igualdad de género, la justicia social o todos los conocimientos en materia de educación. La universidad no puede relegarse a la generación del conocimiento y a su difusión: debe ser un ejemplo en la aplicación del mismo, un ejemplo en la ejecución de políticas basadas en la evidencia científica.

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Comentarios
  1. Pedro Antonio Gonzalez Crespo dice: 30/09/2019 a las 13:23

    Me parece lamentable este artículo pues supone querer instrumentalizar la Universidad políticamente. Por otro lado, el veganismo es lo más anticientífico que hay desde el punto de vista de la nutrición humana.

  2. David C. dice: 30/09/2019 a las 18:05

    Coincido con el comentario anterior: artículo lamentable. La universidad tiene que ser un espacio crítico, libre y, dentro de unas normas guiadas por el sentido común, no condicionado por modas o instrumentalizaciones ideológicas. Antes de imaginar prohibir carne (luego vendrán los lácteos y luego…) empecemos por revisar baja calidad de los productos que hoy se dan en las cafeterías y restaurantes de nuestras universidades a alumnos y profesores, con contratos siempre a la baja. Paguemos el bono transporte a los empleados para desincentivar el uso del coche. Pongamos más fuentes de agua potable para no comprar botellas de agua. No, las soluciones al cambio climático son prohibir la carne, como intentan limitar en el mundo anglosajón el estudio de los europeos colonialistas, escritores incluidos. Si estas cosas sirven para responder a la sociedad actual sugiero también entregar las universidades a las empresas porque hay muchos universitarios en paro y las empresas conocen el mercado…PD. Como muy poca carne y por supuesto no en la universidad…

  3. Claudia Asensio Barragán dice: 30/09/2019 a las 23:12

    Este articulo esta basado en estudios científicos. Multitud de fuentes oficiales y científicas, afirman que nuestros sistemas alimentarios tienen un fuerte impacto la salud humana y ambiental. Sobretodo, los productos cárnicos, lácteos y sus derivados generan un gran porcentaje de emisiones de gases invernadero. A la vez que aumentan las enfermedades no transmisibles (ENT) como las enfermedades cardiovasciulares, la diabetes y el cáncer. No veo que sean pocas razones para tomar medidas en la universidad. Cada cual es libre de hacer lo que quiera. Al igual que la universidad debe ser un ejemplo y una fuente de conocimientos y herramientas para el cambio.

  4. Rafael Lopez dice: 01/10/2019 a las 00:03

    Yo no sé muy bien hasta que punto expresar una opinión debiera ser calificado de lamentable, más aún cuando el autor lo que hace es plantear una discusión que, guste más o menos, está en la arena pública.
    He de decir que no estoy de acuerdo con el uso que se hace del término de conocimiento científico, tanto por el autor como por sus criticos: incluso el conocimiento más «objetivo» está mediatizado por algún tipo de perspectiva, y más aún cuando hablamos de ciencias sociales (que alcanzan a ciertos aspectos de la relación del hombre con la naturaleza). De ahí que sea importante discutir. De hecho, decir que el artículo es ideológico es, a mi modo de ver, un modo de decir que no concuerda con la posición que uno sostiene.
    Sin saber exactamente hasta que punto este tipo de acciones podrían revertir los efectos del cambio climático (yo personalmente pienso que poco), sin siquiera tener certeza del grado de agencia del ser humano en tales cambios (yo al menos no la tengo), ¿No es lícito preguntarse éticamente si podemos hacer algo? ¿No es lícito también hacerse esa pregunta en términos políticos? ¿Y en términos de política universitaria? Sin estar de acuerdo con varios puntos, defiendo el intento de plantear el tema, exponer los argumentos y someterlo a criterio de la opinión pública. En ese sentido, mis felicitaciones al autor.

  5. Brenda Vidal dice: 01/10/2019 a las 12:02

    En mi opinión el artículo es bastante acertado en el sentido de que plantea el tema de que las universidades, como centros educativos y de investigación, deben de ser consecuentes con la ciencia disponible hasta el momento. Lo que pasa es que el tema de tocar o cambiar la dieta les resulta incómodo a muchas personas. El autor no está proponiendo una solución absoluta, sino que está abriendo debate. No se trata de politizar la universidad, pero todas las universidades tienen que tomar decisiones sobre qué menús servir, qué banco usar, si ponen o no sistemas para reducir el consumo de agua, la cantidad de zonas verdes presentes en el campus, etc. Todo eso son decisiones quehay que tomar, y que tendrán repercusiones e impactos. Y por qué no tomar esas decisiones de la forma más sostenible posible con el conocimiento disponible que tenemos? Y sí, en el fondo, cualquier decisión es una decisión política. Las universidad están para educar, generar conocimiento y también para aplicarlo. Seamos consecuentes. Consumir menos productos animales es una de las medidas que se pueden tomar a nivel individual que tienen el mayor impacto en nuestras emisiones, junto con el transporte que usamos y el tener hijos. También se pueden tomar otras medidas en paralelo como han mencionado por arriba, como incentivar el transporte público, etc. No se trata de hacer una cosa u otra, quizás hay que hacer todo lo que esté en nuestra mano por cambiar esos aspectos que no son sostenibles en nuestro sistema actual.


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