“Corre dijo la tortuga”
El recién concluido verano de 2015 nos ha traído puntualmente la actualización anual de los rankings internacionales: ARWU y QS, y el 30 de septiembre de 2015 se presentó el Times Higher Education World University Rankings 2015-2016. En el ARWU y el QS la posición de nuestras universidades ha seguido mejorando.
«Corre, dijo la tortuga», una valoración de la posición de las universidades españolas en los rankings internacionales
El SCIMAGO Institutions Ranking identificó en 2014, 2.705 instituciones de educación superior con producción investigadora, de un total de 17.000 universidades existentes en el mundo. En el ranking ARWU, el más consolidado y prestigioso, se analizan en 2015 las 1.200 mejores universidades de investigación del mundo, situándose entre las mismas 48 universidades españolas. De esas 48 universidades, 47 son universidades públicas presenciales y 1 es privada (la Universidad de Navarra).
¿Cómo están evolucionando las universidades españolas en los rankings internacionales en los últimos años? A pesar de que las universidades españolas no disponen de abundantes recursos, ni tienen un nivel de autonomía institucional cercano al de las mejores (por mucho que este sacralizado en la Constitución), ni habitan en un entorno científico tecnológico potente, como luego veremos, más de una docena de ellas han logrado que su actividad investigadora y la calidad de la misma, las sitúe en el último quinquenio dentro del TOP 500 de los rankings internacionales, entre el 3% de las mejores del mundo. No es poco.
Y no lo es, si añadimos a ello que las condiciones en las que han tenido que desempeñar sus funciones durante esos últimos cinco años han sido progresivamente más adversas. La financiación pública para su funcionamiento ordinario se ha reducido por término medio un 17% y, para los proyectos de investigación, lo ha hecho en un 40%. La regulación pública se ha vuelto cada vez más rígida y asfixiante para todos los ámbitos de su funcionamiento, hasta el extremo de impedir por completo -y ya desde hace cinco años- la captación de talento joven para renovar el capital humano investigador. Finalmente, el entorno científico y tecnológico es cada vez más débil, como señala de manera diáfana el último Informe COTEC (2014).
Pues a pesar de todo ello, y lo decimos no sin sorpresa, la posición de nuestras universidades más potentes en investigación y transferencia ha conseguido mantenerse en los rankings internacionales e incluso mejorar. En el gráfico, puede comprobarse su trayectoria en el Ranking ARWU, que es el más acreditado y el de mayor trayectoria temporal.
Fuente: ARWU Ranking 2003 a 2015. Elaboración propia
Junto a ello, es destacable que no haya ninguna universidad española entre las 150 mejores del mundo y la proporción de universidades españolas entre los primeros 500 puestos de los rankings internacionales más conocidos – ARWU, THES y QS-, es claramente insuficiente. De 57 universidades con producción investigadora que hay en España (de un total de 82 instituciones universitarias), tan sólo el 18,1% se encuentran entre los primeros 500 puestos de los rankings, una proporción inferior a la de otros países. ¿Hay algún factor explicativo predominante de esta situación?
Ya hemos señalado que las universidades españolas ni disponen de recursos abundantes, ni tienen verdadera autonomía institucional. Su carencia de recursos, su sistema de gobernanza y sobre todo su regulación, las maniatan completamente para captar a los mejores profesores-investigadores y alumnos. Pero, como sabemos, los rankings internacionales basan sus clasificaciones en el análisis directo o indirecto del desempeño de la función investigadora, y el desarrollo de esa función está estrechamente correlacionada con los recursos globales (no necesariamente los destinados a las universidades) que financian esta actividad en cada país. En este sentido, es indudable que el tamaño del país importa y la intensidad de su esfuerzo en gasto de I+D todavía más.
Si profundizamos un poco más en ese análisis podemos obtener una conclusión relevante: España es el país que menos gasta globalmente en I+D por universidad con producción investigadora de todos los analizados, como puede apreciarse en el gráfico siguiente.
Fuente: SCIMAGO 2014. Main science and technology indicators. OCDE 2014. Elaboración propia
Es decir, cada una de las 57 universidades, públicas o privadas, que desarrollan su función investigadora en España se encontraron en 2013 con un mercado potencial medio, un entorno de sistema científico tecnológico al que ofrecer servicios y con el que desarrollarse, de 268 millones de USD. Cada una de las universidades investigadoras rastreadas por SCIMAGO de Alemania, Estados Unidos o Corea se dirigen a un entorno de actividad de I+D que cuadruplica esa cifra y, en Japón, Países Bajos y China, la triplican. La conclusión es que España se encuentra muy retrasada en esfuerzo en I+D como país y que todos los países que sitúan a sus universidades en los primeros puestos de los rankings internacionales gastan por encima del 1,24% del PIB en I+D que gasta España. Es el caso de Alemania, Corea, Japón, China o los Países Nórdicos. Es significativa la determinación que muestran en esta dirección los países asiáticos más competitivos.
Fuente: Main science and technology indicators. OCDE 2014. Elaboración propia
El Gobierno actual, y a su estela una buena parte de los medios de comunicación (ver como ejemplo el editorial de El Mundo “Universidad, un fracaso colectivo” 16/08/2015, aunque hay muchos ejemplos más) y -lógicamente- buena parte de la opinión pública, viven esta situación como un síntoma de la baja calidad y el deficiente rendimiento de nuestro sistema universitario, por causas esencialmente internas a las universidades: endogamia, baja exigencia a los profesores e investigadores, infantilismo de los alumnos, etc. Es -en mi opinión- un diagnóstico erróneo, no porque tales problemas no sean dignos de consideración y de decididas acciones de corrección, sino porque no son la causa fundamental de nuestra posición en los rankings. En esa situación, y con un peso decisivo, tiene mucho que ver la escasa apuesta por un sector científico y tecnológico potente en nuestra economía (sobre todo privado), que evoluciona en sentido contrario al de nuestros competidores. Ese mensaje negativo hacia las universidades recuerda a la irónica letra de la canción de Sabina:
“Corre, dijo la tortuga, atrévete, dijo el cobarde,
estoy de vuelta dijo un tipo que nunca fue a ninguna parte,
sálvame, dijo el verdugo, sé que has sido tú dijo el culpable”
En todo caso, que la universidades españolas no aparezcan en los primeros puestos de los rankings, no es la consecuencia más importante –ni más preocupante- que se deriva del bajo nivel de gasto en I+D. La consecuencia más importante es, sin duda, la progresiva debilidad de nuestra economía en términos de competitividad tecnológica y de innovación, y la pérdida que ello implica de oportunidades de crecimiento, empleo y de bienestar para los españoles.
En las últimas décadas la universidad española ha recorrido un notable camino y es, sin duda, con los datos en la mano, la mejor que hemos tenido nunca, lo que no se puede echar por tierra.
Nunca es una buena política devaluar lo conseguido, es necesario apoyar y reconocer los logros, y a la par exigir mejores resultados con rigor. Estar entre los mejores requiere de pasión y discernimiento: objetivos ambiciosos, políticas de largo plazo, recursos sostenidos, exigencia y rigor.