¿Crisis en la relación Universidad y empleo? (I)

La crisis de la relación entre Universidad y empleo es general a todos los países capitalistas avanzados. España no es sino una variante de la situación general, con rasgos genéricos y rasgos específicos.

Nuestro caso ilustra bien la dificultad general de articular un debate crítico sobre el objetivo profesional de la Universidad, y sobre la relación Universidad-empleo, lo que se pone de manifiesto en la tendencia a un desplazamiento del debate de los temas sustantivos al tema del poder. La dificultad del debate sobre la educación superior resulta en general del hecho de implicar un debate crítico sobre el consenso o compromiso social en que se ha basado el sistema social de Europa occidental y Estados Unidos en los últimos veinte a treinta años, y es muy costoso encontrar el modo de articular una revisión de las posiciones de los políticos, los burócratas y los universitarios, los empleadores y los profesionales.

El caso español ilustra también el problema general de un desajuste entre la oferta de títulos universitarios y su demanda (u oferta de puestos altamente cualificados) por parte del sistema ocupacional –como consecuencia de una combinación de varios mecanismos estructurales de sobreproducción de títulos (credencialismo; tendencia expansiva de las burocracias y cuerpos enseñantes; estrategia de movilidad social ascendente de las clases medias e inferiores), y la crisis económica actual. La discusión señala las dificultades y las insuficiencias de la evidencia disponible sobre esta cuestión. Con todo, y dentro de estos límites, esta discusión pone de manifiesto el orden de magnitud de estos desajustes (paro y subempleo) en el caso español.

Por último, la experiencia de España ilustra la realización de una de las posibles implicaciones de la expansión del sistema educativo superior, y su foco creciente sobre la producción de títulos: la degradación de los contenidos educativos –posibilidad cuya realización depende de la ausencia (o la debilidad) de los estándares de calidad en la vida universitaria y las deficiencias en el contenido de “capacidades genéricas”.

En este debate sobre Universidad y empleo conviene distinguir dos tipos de escenario: en primer lugar, un escenario a muy largo plazo, en el que se pueden prever transformaciones profundas de las relaciones del sistema educativo y el sistema ocupacional. En este escenario cabe discutir la opción a favor de un sistema educativo relativamente desligado del sistema ocupacional, que produciría sistemática y deliberadamente un surplus de contenidos educativos respecto a los requerimientos de los puestos en el sistema ocupacional. En esta opción los incentivos para entrar en el sistema educativo se reducirían, sin embargo, gradualmente. La educación superior no obtendría las recompensas diferenciales que hoy recibe en lo tocante a ingresos, poderes y prestigio social. Las bases objetivas para la obsesión social por el título se reducirían drásticamente, y con ello quizá la demanda social de educación.

Ese sería el escenario (“utópico”) de una sociedad menos corporativa, más igualitaria, con más tiempo libre –y con una educación superior cualitativamente mejor, menos solicitada y presumiblemente menos útil o necesaria para la ascensión o movilidad social.

Este escenario a largo plazo choca frontalmente con algunas de las tendencias en curso. Choca, desde luego, con la pretensión a generalizar el título universitario como la llave de acceso a posiciones superiores. Esta pretensión lleva a la hipertrofia del sistema educativo superior, el desarrollo de estrategias corporativas para monopolizar sectores crecientes de ocupaciones y, por consiguiente, la rigidificación cada vez mayor del mercado de trabajo y de la sociedad. La realización de esta pretensión lleva al límite la ficción del título universitario como equivalente a la preparación del puesto altamente cualificado; y se basa en la especulación con los miedos y las ambiciones de movilidad social de las clases inferiores y medias. El resultado final no es desde luego una economía más eficiente, ni una sociedad más libre, ni con un nivel cultural más alto.

Estas tendencias, a mi juicio, pueden y deben ser invertidas. El proceso de crecimiento cuantitativo debe ser contenido. La calidad real de la educación debe ser sometida a análisis. Los vínculos entre el sistema ocupacional y el sistema educativo deben ser reconsiderados, con lucidez, con flexibilidad, de modo que el mayor número de vías posibles, sin privilegiar la educación, provean acceso a posiciones con ingresos, poderes y prestigios importantes.

En segundo lugar, el debate tiene que plantearse a la vista de un escenario a corto o medio plazo –que tenga en cuenta la necesidad de operaciones de conservación o reforma del funcionamiento actual de las instituciones, cuyo resultado sea visible en un lapso de tres a diez años. Y ello, habida cuenta de las estrategias y los recursos actuales de los grupos y de los individuos, y de las limitaciones impuestas por la crisis económica, la relación de fuerzas políticas, la inercia de las instituciones y las ideologías.

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*Esta anotación es una revisión de un trabajo publicado en Papeles de Economía Española, n.8, 1981, y recogido en el libro Víctor Pérez-Díaz  El retorno de la sociedad civil, Instituto de Estudios Económicos, Madrid, 1987, capítulo 11, pp. 297-324.

 

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