Formación del profesorado y #CienciaenelParlamento

En este blog se ha tratado algunas veces el tema de la formación docente del profesorado universitario. O, más frecuentemente, de lo que se ha hablado es de su insuficiencia (ver, por ejemplo, aquí y aquí). Esto es algo que preocupa a los miembros de La Facultad Invisible: creemos en la conveniencia de una…

“Formación pedagógica inicial y continuada del profesorado. Seguimiento de la calidad de la enseñanza y reconocimiento apropiado de su valor entre los méritos curriculares de los docentes” (Decálogo de La Facultad Invisible).

Nos parece problemático que se pueda “arrojar” a los investigadores predoctorales al aula sin haber recibido por formación docente más que los consejos y ánimos de sus colegas más generosos. A mí me sucedió así: me pasaron presentaciones, ejercicios, y me dieron algunas recomendaciones sobre qué hacer y cómo actuar, pero cuando en el otoño de 2012 me planté por primera vez delante de los estudiantes no había recibido ninguna educación formal sobre pedagogía docente. Lo hice lo mejor que pude (con muchos nervios, y muchas dudas), y fui aprendiendo sobre la marcha, con la experiencia. Imagino que la historia es común a muchos otros becarios de la universidad española en los últimos tiempos.

Por ello, cuando en marzo de 2018 se dio a conocer la iniciativa #CienciaenelParlamento, en La Facultad Invisible pensamos que era oportuno que se trabajara este tema a dicho nivel. El objetivo de #CienciaenelParlamento es “que la ciencia y el conocimiento científico sean una de las fuentes de información en la formulación de propuestas políticas”. Se trata, por tanto, de fomentar el contacto entre los responsables políticos y los sectores científicos, para facilitar la formulación de políticas basadas en la evidencia. No es una iniciativa sobre política científica, sino sobre poner la ciencia al servicio de las políticas (así, en plural).

Preparamos, por tanto, una propuesta para #CienciaenelParlamento sobre el tema de la formación docente del profesorado. ¿Hay evidencias científicas sobre los efectos de una mayor calidad del docente sobre el aprendizaje de los estudiantes, en el nivel univesitario? Sí, las hay. Por ejemplo, De Paola (2009) encontró que la calidad del profesorado tenía efectos positivos sobre las notas de los estudiantes en los siguientes cursos. El análisis se realizó sobre estudiantes de Economía y Negocios en una universidad italiana de tamaño medio; en este caso, la “calidad” se medía en términos de su experiencia y productividad investigadora.

Por otra parte, algunos estudios sobre los efectos de programas de formación del profesorado se resumen y comparan en Stes et al. (2010). Los autores incluyeron análisis sobre efectos en tres dimensiones: cambio en los profesores, cambio en las instituciones, y cambio en los estudiantes. Diversos estudios allí citados muestran efectos positivos de la formación docente en el aprendizaje de los estudiantes (por ejemplo, McShannon y Hynes (2005), que tratan sobre estudiantes de ingeniería).

Dentro de la revisión de Stes et al. (2010) también se contemplan estudios que miden el efecto (positivo) de la formación del profesorado en la satisfacción de los estudiantes, a partir de encuestas. Por ejemplo, se encontraron mejoras tras la participación en programas de formación docente en los trabajos de Brauchle y Jerich (1998) y Skeff et al. (1998). El primer artículo citado es especialmente interesante, pues su diseño empírico incluye la comparación entre un grupo “tratado” (cuyos profesores recibieron la formación) y un grupo de control (cuyos profesores no la recibieron).

El comité de #CienciaenelParlamento consideró interesante esta línea de trabajo, incluyéndola dentro del bloque “Educación Basada en la Evidencia y Matemáticas como motor de la Sociedad”. Se trata de uno de los variados temas que un grupo de técnicos de asesoramiento científico ha estado trabajando, a partir de las jornadas celebradas en el Parlamento noviembre del 2018. Dicho evento tuvo un considerable impacto mediático y una recepción muy positiva entre la opinión pública del país, e incluso se llegó a un acuerdo para la creación de una Oficina de Asesoramiento Científico en el Parlamento. No obstante, dada la prolongada situación de interinidad política en España, todavía estamos esperando las conclusiones de los diversos grupos de trabajo como primer paso para su posible puesta en práctica. Confiamos en que tengan un impacto en la formulación de políticas basadas en la evidencia, también en el ámbito de la formación del profesorado.

Permitidme que termine con otra nota autobiográfica. En mis tiempos en la Universidad de Barcelona, realicé un curso de formación docente, organizado por el Instituto de Ciencias de la Educación. Fue una buena experiencia, pero pero lo hice de manera voluntaria. He mencionado este curso posteriormente en solicitudes diversas de acreditación y de empleo en España, donde se considera como uno de los méritos, pero dudo que alguna vez mi futuro académico dependa de ello. La situación es algo diferente ahora que trabajo en la Universidad de Lund (en el sur de Suecia). Desde que llegué, he realizado dos cursos de formación docente, y tengo un par más como objetivos a corto plazo. Mi incentivo para ello no es solo el propio interés en hacer mi trabajo lo mejor posible (y en pasar menos nervios al preparar las clases). Por el contrario: se me requeririrían cinco semanas efectivas de esta educación para acceder a un puesto de trabajo como “profesor” de universidad (es decir, a una “plaza”). La información al respecto se puede leer aquí (en inglés). Quizá podamos pensar en ello para las universidades de nuestro país. Y poner los incentivos, pero también, por supuesto, los medios.

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Comentarios
  1. Librepensador dice: 23/12/2019 a las 10:47

    Un artículo necesario teniendo en cuenta la situación de “precariedad formativa” que adolece la universidad española, donde, como bien desarrollas, los profesores no son realmente docentes mientras no reciban una adecuada formación que les enseñe a enseñar.
    Ahora bien, permíteme discernir en un punto: la iniciativa Ciencia en el Parlamento no debe pretender ser fuente de “propuestas” políticas. Su razón de ser responde a un asesoramiento científico al estamento político. Las afirmaciones “Por ello, cuando en marzo de 2018 se dio a conocer la iniciativa #CienciaenelParlamento, en La Facultad Invisible pensamos que era oportuno que se trabajara este tema a dicho nivel” y “Preparamos, por tanto, una propuesta para #CienciaenelParlamento sobre el tema de la formación docente del profesorado”, indican una concepción equivocada de la iniciativa, pues ésta debe responder asesorando científicamente a las necesidades de la política, no proponiendo iniciativas políticas. Dicho de otro modo: la política, como representante legítimo de la ciudadanía, debe promover las iniciativas que considere necesarias para los ciudadanos y, de considerarlo necesario, solicitar a Ciencia en el Parlamento información sobre la evidencia científica en ese ámbito. Pero Ciencia en el Parlamento no debe proponer ni emprender iniciativas, pues no se trata de un ente representativo de la sociedad ni elegido por ésta

  2. JMV dice: 23/12/2019 a las 11:37

    Esa es una experiencia por la que todo docente debe pasar, y lo cierto es que a dar clase se aprende dando clase. La mayor parte de las universidades imparten cursos variados sobre técnicas docentes, con distintas metodologías mas o menos innovadoras. Estos cursos son moderadamente útiles. Tras asistir a bastantes, creo que la esencia sigue siendo el sentido común y la practica. A caminar se aprende andando. Las grandes universidades americanas no imponen cursos pedagógicos en los programas de doctorado, y no me sorprende.

  3. Jorge dice: 27/12/2019 a las 22:45

    Otro problema que no se menciona es que en España (salvo el puñadito de FPUs) no existe una carrera del profesor univesitario como tal. A la gran mayoría de los becarios de investigación predoctorales no se los forma en docencia porque no se espera que vayan a obtener una plaza en la Universidad acabado el doctorado, como de hecho suele ser el caso. Un becario FPI, de proyectos, o equivalente local alguna vez echa un cable en la docencia, pero normalmente está más preocupado de realizar su investigación y conseguir sus publicaciones que de formarse para un hipotético puesto de PDI que sólo se ofertará si se alinean los astros.

    Y cuando dichos astros se alinean y se oferta una plaza, es para cubrir una necesidad docente urgente que no da pie a meses de formación previa. En mi opinión, antes de plantear la mejora en la formación docente del PDI, habría que plantear que existiera una carrera profesional del mismo, planificada y pautada, y que no dependiera de conjunciones planetarias y serendipias varias.

    PS: coincido plenamente con el apunte de Librepensador sobre el papel de #CienciaenelParlamento. Se planteó como un órgano consultivo, no como un lobby que plantee propuestas políticas, pues sus miembros, así como los de la Facultad Invisible, sólo se representan a sí mismos y de ninguna manera están legitimados para representar a la comunidad investigadora española.

  4. […] en el nivel universitario, como se ha mencionado repetidamente en este blog, por ejemplo aquí. Cada vez más universidades se toman en serio este tema, y en universidades de nuestro entorno […]


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