¿Universidades globales y locales? Caminando hacia una universidad socialmente responsable

¿Deben las universidades implicarse estrechamente en el desarrollo social, cultural y económico de sus países? ¿Es ello compatible con el compromiso de las universidades con los desafíos globales de la humanidad y el planeta? ¿Cómo se debería explicitar esta doble responsabilidad local/global en el gobierno y la misión de las universidades? ¿Es todo ello un juego de suma cero? ¿Deben las instituciones universitarias promover alianzas para la cooperación internacional o solamente competir entre ellas a escala global? ¿Cómo se materializa esta dualidad local/global en aspectos como la formación universitaria, la investigación científica o la transferencia de conocimientos?

Estas son algunas de las cuestiones que aborda el 6º Informe Mundial de Educación Superior “Towards a Socially Responsible University: Balancing the Global with the Local” elaborado por la Global University Network for Innovation (GUNi), que fue presentado oficialmente hace dos semanas en Barcelona. La GUNi es una red global de instituciones universitarias promovida por la UNESCO, la Universidad de las Naciones Unidas y la Asociación Catalana de Universidades Públicas (ACUP), que ostenta su presidencia y el secretariado permanente. A día de hoy, forman parte de la GUNi 208 instituciones de 78 países.

El Informe Mundial, en el que han colaborado 86 expertos de 28 países, analiza las contradicciones y los conflictos potenciales en el hecho de que las universidades deben dar respuesta a demandas de escala local (regional/nacional) y global. Es decir, por una parte son instituciones arraigadas en países y financiadas por gobiernos que esperan retornos directos e indirectos en formas diversas: entre otras, formación de profesionales y ciudadanos, desarrollo social y cultural, fomento de la economía productiva y apoyo al tejido empresarial, transferencia de tecnología, creación de empresas e innovación. Por otra parte, la propia concepción de la universidad conlleva la función del avance general del conocimiento y la ciencia en cualquier disciplina o saber, su compromiso ‘universal’ con los valores de progreso, análisis crítico y humanismo.

A todo ello se suma el hecho de que, en una sociedad y una economía cada vez más basadas en el conocimiento, las universidades juegan un papel estratégico en la competitividad presente y futura de los países, en la construcción de una sociedad avanzada, madura y de progreso. Se produce una correlación entre la riqueza de una sociedad y su evolución en el ámbito del conocimiento, circunstancia que implica que la sociedad y sus instituciones representativas sean más exigentes con sus universidades y centros de investigación para que estos generen impactos directos y a corto y medio plazo.

Los retos globales de la humanidad han quedado plasmados excelentemente en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Sin duda, las instituciones universitarias y de investigación pueden contribuir en gran medida a su cumplimiento, no solamente a través de sus funciones principales de formación y de investigación científica, sino también por el hecho de que prácticamente todos los retos globales requieren de grandes dosis de concertación y de alianzas institucionales, a las que las propias universidades pueden contribuir de forma destacada. Aspectos como la ciencia abierta, la diplomacia académica o los proyectos de investigación a gran escala son una buena muestra de lo que estamos diciendo. Tejer complicidades y estrategias conjuntas entre universidades puede resultar en este sentido de gran ayuda para abordar adecuadamente problemas tan complejos como el cambio climático, la lucha contra la pobreza, el desarrollo de energías renovables, la gestión de los recursos naturales o el avance de sociedades democráticas, inclusivas y de progreso. Tenemos ejemplos de ello en las asociaciones universitarias nacionales o en las redes universitarias de mayor alcance, como pueden ser las asociaciones de universidades de los distintos continentes o distintas redes universitarias temáticas en desarrollo sostenible, compromiso social, etc.

El Informe tiene como objetivo analizar como el compromiso ‘glocal’ de las universidades debería ser incluido en las actividades de formación e investigación, así como explicitarse en el gobierno y el liderazgo institucional. Para ello, analiza ejemplos, proyectos y buenas prácticas de instituciones de todo el mundo, y se estructura en nueve apartados: el rol cambiante de las universidades en la era de la globalización; la reformulación de los currículos formativos en los inicios del siglo XXI; el conocimiento global y la investigación responsable; el gobierno, la organización y la gestión universitarias; el compromiso ‘glocal’ de las instituciones de educación superior y las implicaciones éticas; los sistemas de incentivos institucionales y a los académicos y estudiantes; el rol de las redes en los objetivos de compromiso ‘glocal’; los sistemas de medición de los impactos y la rendición de cuentas; y los sistemas de financiación.

El capítulo final del Informe introduce recomendaciones en la línea del necesario y complejo compromiso dual  que las universidades. En este contexto, sin duda, cada universidad debe diseñar y trabajar de acuerdo a su propio perfil. Un aspecto fundamental en este sentido es el del gobierno de las universidades. El Informe reclama para la institución universitaria una amplia autonomía de gobierno y de gestión, con grados de libertad amplios, que permitan  a cada institución, como decíamos, diseñar e implementar su propio perfil estratégico. Las universidades con una amplia autonomía institucional pueden desarrollar con mejores herramientas su perfil de compromiso global/local. Y la base para una amplia autonomía institucional es la autonomía financiera. Si la institución se centra en demasía en las demandas del mercado pierde autonomía y perspectiva para lo global. El camino para disponer de autonomía es bajo la concepción de que la educación superior es un bien social y debe ser financiado en buena parte por los gobiernos responsables de la política universitaria y científica.

El Informe es el resultado del trabajo de dos años en el seno de la GUNi y con la participación, como hemos dicho, de 86 expertos. Os animamos a su lectura, sea en el formato reducido editado o en la versión completa disponible en acceso abierto (ver aquí).

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