A vueltas con Bolonia: el monstruo

Aun a riesgo de que se me enfaden los amigos y colegas que trabajan en las agencias de evaluación, me voy a reafirmar en mi posición crítica con respecto a la ANECA que manifesté en 2011 (ver aquí) y que volví a ratificar al año siguiente[2]. En esta segunda ocasión, recordando los graves problemas estructurales del sistema universitario español denunciado con acierto por Jordi Llovet, iniciaba el artículo del modo siguiente: “…pero en estos momentos, y desde hace algunos años, el cáncer afecta y destruye de manera lenta pero eficaz alguno de sus órganos vitales. Se llama ANECA”. Hoy, cuatro años más tarde, no cambio ni una letra de esa frase.

No podemos referirnos a la aplicación del proceso de Bolonia en España sin tener en cuenta la eficiente labor destructora de la ANECA, que ha sido capaz de poner patas arriba lo que en el inicio fue un buen y necesario proyecto: crear un gran espacio compartido y con criterios comunes para poder guiarnos en la selva de titulaciones que había en los distintos países europeos. Y hacerlo mediante unas bases mínimas similares en cuanto a titulaciones, competencias adquiridas, formación permanente, etc.

Esa buena idea se convirtió en España ( y recalco el nombre del país porque no conozco ningún otro en el que las cosas se hayan hecho de este modo) en un monstruo depredador que ha ido dejando KO a generaciones enteras de profesores y estudiantes, sin que ningún responsable universitario haya dicho nada.

Un monstruo que solo entiende de formularios y papeles. A lo largo de estos años se han elaborado millones de páginas llenas de frases repetitivas y lugares comunes que a nadie que no sea el censor de turno interesan. Eso sí: miles de profesores han dedicado muchas horas a su redacción -quizás incluso alguna a su discusión académica-, y han tenido que superar comisiones, juntas de dirección, consejos sociales, etc., en donde cada participante ha analizado con cuidado si la propuesta tocaba algo el “de lo mío qué” antes de dar el ok. Qué avance si todas esas energías se hubieran dedicado a investigar.

No hay dirigente que no invoque de forma reiterada las buenas universidades de referencia a las que, dice, nos tenemos que parecer. ¿Conoce alguien que alguna universidad de referencia –coja usted cualquier ranking, a su elección, y seleccione las primeras cien—haga algo parecido a lo que hacemos aquí? ¿Se imagina alguien a profesores de Berkeley, Stanford, Cambridge, Harvard o Columbia rellenando formularios sobre competencias, por ejemplo?

Hemos creado un monstruo que nos está devorando a todos.

Por supuesto, no voy a negar la necesidad de realizar un informe detallado cuando se quiere poner en marcha una titulación. Tampoco que ese informe contemple aspectos académicos (materias y asignaturas), económicos (presupuestos) e información sobre competencias adquiridas (¿Qué va a poder hacer usted en el futuro con lo que aprenda aquí?). Eso se puede hacer muy bien en un documento word al que se le pone un límite máximo de caracteres. Pero en lugar de hacerlo así se ha optado por aplicaciones informáticas, cuyo valor añadido es cero, tan bonitas como inútiles con ventanas que se van abriendo y cerrando al tiempo que realizan todo tipo de piruetas y demostraciones para convertir lo fácil en difícil. Y los responsables llenan las ventanas con contenidos sin fin y, sobre todo, sin sentido alguno. Las dificultades se soslayan como se puede, pero generalmente con una llamada por teléfono a la universidad vecina (“Oye, ¿cómo habéis hecho esto?”) o directamente a la agencia (“Pues dime qué quieres que ponga y lo hago”). Después de ese proceso, ya con el visto bueno de la autoridad competente, el proyecto descansa en el cajón y  se procede a dar las clases como se hubieran dado antes de llenar los formularios. Solo que en el camino se ha logrado enfadar a no pocos profesores. Esa dinámica es, entre otras cosas, la que ha acabado debilitando todo el proceso de Bolonia y haciéndolo poco creíble ante los ojos de mucha gente.

ANECA tiene en este proceso una gran responsabilidad: se inicia con lo que el ministerio llama “verificación” (que no es sino una “autorización provisional”) de una titulación y luego, pasados unos años, con la evaluación, que el ministerio denomina “acreditación” (que no es sino una “autorización definitiva por un período de tiempo”). Han elegido una terminología que parece un  intento deliberado de confundir a todos.

Ambos casos (verificación y acreditación) se caracterizan por el apetito devorador del monstruo burocrático que solo entiende de papeleos e informes, sin que nadie responda en serio a la cuestión central: ¿Prepara mejor Bolonia a los estudiantes? ¿Nos podemos mover mejor ahora que antes por las universidades europeas? ¿Ha merecido la pena poner en marcha esta titulación en esta universidad? A nadie preocupen esas preguntas: los responsables de cada titulación se limitarán a rellenar formularios de forma pulcra para que puedan pasar los pesados trámites burocráticos con dignidad. Los formularios no se plantean esas cuestiones centrales pero aseguran, eso sí, que miles de personas estén ocupadas en trabajos inútiles, que se organicen cursos, cursillos, jornadas o congresos sobre temas varios (la calidad, por ejemplo, es un tema muy querido) a los que invitarán a especialistas extranjeros por aquello del toque internacional. El proceso proporciona así trabajo a hoteles y agencias de viaje, e incluso a las imprentas. Es muy completo, consume energía y muchos fondos. Solo que no sirve de nada, o sirve de poco, desde el punto de vista académico.

Me he preguntado muchas veces si alguien se ha tomado la molestia, por ejemplo, de ver cómo funciona una buena universidad, qué es lo que hace, qué es lo que no. Qué es lo que podemos aprender de allí y podemos aplicar, llegado el caso. El campus de Berkeley de la Universidad de California (sistema público, por cierto) organiza desde hace tiempo seminarios para explicar eso, el funcionamiento de la Universidad de California, a los que asisten especialistas de todo el mundo. En los últimos años los ha organizado en varias ocasiones para ciudadanos chinos. Sería ilustrativo conocer cuántos de los que afirman que Berkeley es una referencia a la que nos debemos parecer han asistido a esos seminarios. En lugar de eso es mejor rellenar papeles.

El discurso sobre Bolonia ha sido incluso capaz de sustituir el contenido académico de un título por un continente difuso de pedagogía y nuevas metodologías de docencia. Así nos va.

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[2] “Excel-lència internacional i melic nacional”, 2012, Barcelona: VIA 19,  81-100.

 

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Comentarios
  1. angel delmu dice: 06/06/2016 a las 10:25

    Hola, ¿qué haremos para solucionar todo esto y avanzar de la mejor forma posible y a la vez necesaria pata todo el mundo? Felicidades y gracias por compartir !

  2. Fco Miguel Martínez Verdú dice: 06/06/2016 a las 21:18

    A lo mejor nos toca reflexionar y decidir de otra forma de aprender y crecer a nivel organizacional y multi-escala, evitando repetir lo que sale mal (antifrágil – Taleb). Ver ejemplo reciente en http://blogs.ua.es/redesice/2016/06/02/neuroergonomia-de-la-ensenanza-y-el-aprendizaje/ , y también previamente en http://blogs.ua.es/redesice/2014/11/07/analisis-prospectivo-de-la-universidad-de-alicante/ .

  3. Fracaso Escolar dice: 07/06/2016 a las 20:52

    En el texto se reconoce que «Después de ese proceso, ya con el visto bueno de la autoridad competente, el proyecto descansa en el cajón y se procede a dar las clases como se hubieran dado antes de llenar los formularios». La responsabilidad de esto no es de las Agencias de evaluación, esto lo que reconoce es la irresponsabilidad de los profesores y los órganos de gobierno de las universidades. Desde luego que este tipo de irresponsabilidad y falta de compromiso institucional no se de en universidades como Berkeley, donde los profesores que adoptan ese comportamiento son automáticamente expulsados.

  4. Pello Salaburu dice: 08/06/2016 a las 12:13

    Después de leer lo que dice «Fracaso Escolar» es evidente que no he sabido expresarme. Esa responsabilidad no es de las agencias, por supuesto. Las agencias tienen otras responsabilidades. En el campus de Berkeley de la Universidad de California a nadie se le ocurre meter un proyecto de estas características en el cajón, por lo que no es probable que expulsen a ningún profesor por esto. La razón es previa: el profesor no ha perdido el tiempo ni se ha visto obligado a hacer este papeleo. Si aquí acaban en el cajón es porque una vez cumplido el engorroso, laborioso e inútil trámite, el profesor decide dedicar su tiempo a hacer lo mismo que hacen cada día los profesores en Berkeley: a dar clases e investigar. Eso es lo que sociedad espera que haga.

  5. Luis M. Pardo dice: 08/06/2016 a las 23:21

    Totalmente de acuerdo con las ideas expresadas en la entrada de este blog.
    Pero creo que el problema no es la ANECA. Creo que la hiper-burocratización que impone la ANECA está permitiendo ocultar (camuflandolo en unos informes de «calidad» hipertrofiados) un espectacular desastre en la formación de nuestros egresados. Al cabo importa la «tasa de éxito» entendida como el procentaje de alumnos que «aprobamos» (por cualquier medio) y no tanto el «éxito formativo». Tras 32 años de experiencia docente universitaria, habiendo exprimentado con todos los mecanismos docentes que soy capaz de imaginar, hay muchos días en que siento mi labor como inútil y a mis alumnos como víctimas de un aparato que les otorga un título, pero no la formacion que se le supone. Temo por el futuro de nuestros profesionales. Y temo por su capacidad de supervivencia en un mundo de retos tan sofisticados, con la paupérrima formación que les estamos dando.
    Lo malo es que entre los millones de páginas que han pasado por la ANECA no parece que ninguna indica este deterioro. Y creo firmemente que el deterioro es evaluable, constatable y forma parte de las conversaciones entre colegas. ¿Cómo puede ser que todos esos informes no contengan, ni subliminalmente, indicios que apunten a detectar este desastre a la Boloñesa?, ¿Para qué sirve entonces el monstruo?

  6. Fracaso Escolar dice: 08/06/2016 a las 23:33

    Ese comentario parte de un presupuesto que carece de base, es presuponer que la mayoría de los profesores y estudiantes de las universidades españolas comparten la misma cultura académica que los profesores y estudiantes de Berkeley . Lo malo es que algunos profesores españoles, que carecen de esa cultura, piensan que cuentan con las mismas competencias que ellos.
    Los profesores de Berkeley, por lo general, saben en qué consiste una docencia de calidad y cuáles son los procesos asociados a la misma, por lo que no suelen necesitar que la Institución les recuerde qué tienen que hacer para desarrollar su actividad. En cambio, en España nos encontramos con que hay no pocos profesores (que piensan que su calidad docente es similar a la de los de de Berkeley), a los que es necesario recordarles en qué consiste una docencia de calidad, y a pesar de ello siguen haciendo “lo que les da la gana”, porque entienden que ellos están por encima de las Instituciones a las que pertenecen. Un ejemplo menor, pero simbólico, ¿cuántos profesores de de Berkeley se oponen a que sus alumnos cumplimenten encuestas sobre la calidad de su docencia?, en España sobre todo entre el colectivo de los Catedráticos no es un porcentaje pequeño.

  7. Pello Salaburu dice: 09/06/2016 a las 12:26

    Comentario a Fracaso Escolar:
    Lo que dice puede ser cierto o no. La verdad que carezco de datos para opinar sobre la preparación académica de los profesores y alumnos de Berkeley y compararla con la de nuestros profesores y alumnos. Supongo que habrá de todo. Cualquier afirmación categórica en ese sentido puede ser peligrosa. Es cierto que hay allá magníficos profesores, con un curriculum impresionante (también su sueldo nos impresionaría). También aquí tenemos buenos profesores. En cuanto a los alumnos, los nuestros, en general, no hacen el ridículo cuando son aceptados en alguna universidad extranjera de referencia. Ahora bien: de lo que sí estoy seguro es que el sistema que se ha utilizado aquí y se utiliza para verificar y acreditar titulaciones no mejora en nada la calidad del profesorado. Mis comentarios, como los de todo el mundo, parten de presupuestos previos. Algunos de estos presupuestos quizás tengan una base débil: pero en este caso, sea eso así o no, es completamente irrelevante, porque estamos hablando de otra cosa. La calidad del profesorado y del alumnado nada tiene que ver con el absurdo sistema del que nos hemos dotado para poner en marcha los grados.

  8. Fracaso Escolar dice: 09/06/2016 a las 19:54

    El sistema puede ser absurdo, sobre todo visto desde universidades extranjeras de un cierto prestigio, pero sería conveniente reflexionar sobre por qué se ha llegado a este “absurdo”. Probablemente, una de las principales causas de ello tenga que ver con la incapacidad de las propias universidades (rectores, equipos de gobierno, etc.) de garantizar por sí mismas la adecuada calidad de la oferta educativa que ofertan. Esta falta de capacidad ha hecho que las Agencias se tengan que dedicar a cosas que efectivamente en otros países no tienen que realizar. Si las universidades no hicieran propuestas de grados altamente cuestionables, y sus sistemas de garantía de calidad funcionaran adecuadamente y fueran fiables, todo el proceso de puestas en marcha de los grados podría ser sin duda mucho más sencillo.

  9. Pello Salaburu dice: 10/06/2016 a las 17:01

    Quizás las universidades son incapaces de garantizar la calidad de su oferta educativa, aunque no veo que aquí se formen peores profesionales que en cualquier país vecino. Nuestros médicos, arquitectos, ingenieros, físicos, sociólogos o juristas … son equiparables a los de cualquier otro lugar. Pero de nuevo la cuestión es irrelevante. Eso sucede ahora y sucedía antes de lo de Bolonia. En cualquier caso si alguien piensa que la actividad de las agencias ha mejorado ahora en algo la calidad de la enseñanza universitaria vive en otro mundo paralelo. Lo único que ha generado es confusión y pérdida de tiempo, disfrazando los argumentos para justificar su actividad mediante el recurso a palabras mágicas (calidad, por ejemplo), absolutamente desprovistas de contenido real. Parece que hemos nacido anteayer y tenemos que inventar cosas que en otros sitios llevan tiempo funcionando bien sin tanto papeleo.

  10. Fracaso Escolar dice: 10/06/2016 a las 21:05

    El que haya algunos egresados de universidades españolas altamente cualificados no significa que la mayoría de sus egresados cuenten con una cualificación comparable a los egresados de las universidades de referencia de nuestro entorno. Los datos muestran, por ejemplo, que la competencia lectora de nuestros universitarios está por debajo de la que tienen los estudiantes de bachillerato de Japón o Finlandia (Informe PIAAC 2013).
    Por otra parte, tanto en Estados Unidos como en Europa, las mejores títulos de sus Universidades aspiran a estar acreditados por agencias como ABET, es mas, hay profesiones que para poder ser ejercidas en esos países es requisito ser egresado de un título certificado por estas agencias. Ignorar esto es desconocer como funcionan las cosas en otros sistemas universitarios, donde las agencias están más que legitimadas y los docentes no pierden el tiempo cuestionando su necesidad.

  11. Pello Salaburu dice: 12/06/2016 a las 00:01

    Conozco relativamente bien cómo funcionan esas universidades y esas agencias. Pero hay una cosa clara: los puentes que hacen nuestros ingenieros no se caen más que los que hacen los ingenieros de esas otras universidades; tamooco se caen anpedazos con más facilida las casas de nuestros arquitectos; los pacientes de nuestros médicos no mueren antes que los de ellos; nuestros economistas no son peores; cuando se les da oportunidad, nuestros biólogos, físicos o químicos investigan tan bien como aquellos… No hablo de personas altamente cualificadas , sino de la media. La media nuestra es comparable a la de ellos en cuanto a preparación. Un error muy frecuente es comparar nuestros egresados de grado con los suyos de máster. El fracaso escolar, si se puede llamar así, no es muy distimto del nuestro en lo que se refiere al grado. Basta ver para ello las estadísticas y las preocupaciones que año tras año, y de manera constante, muestran sus responsables. Ahora bien: si establecemos comparaciones entre los egresados de máster de unos pocas universidades de élite de allá (unas decenas de las millares de existentes), con los egresados medios de grado de nuestras unversidades (unas decenas, pero todas en el mismo paquete), hay muchas diferencias. Esta es la comparación que mucha gente hace sin darse cuenta. Por supuesto que las agencias juegan un papel importante allá. Pero están en las antípodas de lo que se hace aquí. Berkeley, Stanford, MIT o Harvard se morirían de risa si alguien les propusiese hacer lo que se hace aquí. Lo de aquí, repito, es una pérdida de tiempo, y su actuación no mejora en nada la calidad de nuestras universidades. Es puro papeleo y pura burocracia disfrazada de verborrea barata. Nuestras universidades son buenas o malas con independencia de la labor de las agencias, aunque es cierto que están sometidas por estas a un estrés difícil de soportar. De verdad que me gustaría que las agencias sirvieran para algo. Pero hasta el momento no han demostrado que eso sea así. Cosa distinta es la cualificación profesional para poder ejercer determinadas actividades. Pero eso me llevaría a otra discusión en la que no quiero entrar. La cuestión que planteo es previa: ¿Cuántas de esad universidades tienen que presentar, llegado el caso, y como sucede aquí, un informe detallado lleno de estupideces sobre competencias para que sea sometido a una agencia estatal o federal, si quieren implantar un título? Se lo digo: ninguna.

  12. Fracaso Escolar dice: 12/06/2016 a las 19:01

    Puede realizar las valoraciones subjetivas que considere oportunas, pero mis argumentos se basan en datos e informes como los de la OCDE (PIAAC 2013).

    Tiene razón cuando dice que en Berkeley, Stanford, MIT o Harvard no entienden parte del trabajo que realizan las agencias en España, pero se le olvida decir que todavía entienden menos que las universidades estén gestionadas por los propios profesores y no por profesionales. El amateurismo en la gestión de nuestras universidades y el elevado corporativismo del profesorado obliga a que las agencias tengan que velar por cuestiones que los sistemas de garantía de las universidades no realizan, por lo dicho anteriormente.

    Otro ejemplo gráfico y simbólico de esto (motivo de mofa en cualquier país serio), los rectorados de las universidades españolas han autorizado en los últimos seis meses la defensa de más de 12000 tesis doctorales a sabiendas de que muchas de ellas carecen de la calidad requerida, cuando lo habitual es que se defiendan una cuarta parte. Las agencias no han podido hacer nada para impedirlo, pero cuando evalúan la calidad de los jóvenes doctores de los últimos años, al menos el 43% se observa que no reúnen la calidad que cabría esperar (resultados de la evaluación de candidatos a la acreditación de contratados doctores). Gracias a este “estúpida” (según sus palabras) acreditación se impide que a la universidad accedan profesores con una “baja calidad científica”.

  13. Pello Salaburu dice: 13/06/2016 a las 07:46

    No resulta fácil discutir sobre churros cuando la conversación ha arrancado con merinas. Las agencias no se ocupan de la gestión de la universidad, ni de la elección de rector ni de las tesis doctorales. Todo lo que sucede en esos ámbitos y en otros muchos puede ser discutible, pero nada tiene que ver con el tema central que inició esta discusión: las agencias españolas nos están entreteniendo y haciendo perder un tiempo precioso a los universitarios, y su actividad, en lo que se refiere a la puesta en marcha de nuevas titulaciones, es nefasta. Una burocracia insufrible, en la que algunos pretendidos especialistas de la nada han encontrado huecos de actuación que en un sistema de excelencia (MIT, Stanford, UC, Cambridge…) les sería denegado. Ningún informe de la OCDE dirá nunca lo contrario.

  14. Fracaso Escolar dice: 13/06/2016 a las 22:56

    ¿Churros?¿merinas?, por favor, esa es su respuesta a los argumentos y los datos.

    Mire, las funciones y competencias de las agencias en los distintos países responden a la situación en la que se encuentran sus Universidades. Cuando las universidades españolas se profesionalicen y cuenten con auténticos sistemas de garantía de calidad, seguro que las agencias jugarán otro rol en el sistema. Mientras tanto alguien tendrá que informar sobre si una universidad quiere poner en marcha títulos sin el suficiente número de profesores cualificados, sin información veraz, con programas inadecuados, etc. e intentar paralizar su implantación, a pesar de las presiones de los rectores.

    Reconózcalo, lo que se esconde detrás de sus descalificaciones hacia las agencias es esto.

  15. Ana Gómez dice: 14/06/2016 a las 11:09

    Creo, fracaso escolar, que no es incompatible tu posición con el contenido sustancial de esta entrada. Lo que a mi entender aquí se sostiene y comparto, es que a raíz de la implantación de «Bolonia» se ha generado un proceso de burocratización desmesurado y del que la ANECA ha sido partícipe adoptando, al mismo tiempo, esa misma lógica procedimental. Otra cuestión diferente es la posibilidad (o imposibilidad según tu postura) por el cual las agencias pudieran adoptar mecanismos más «razonables» que facilitasen la labor docente e investigadora. Este debate alude a la legitimidad y a la toma decisiones en las universidades y en el sistema administrativo en general.

  16. Pello Salaburu dice: 15/06/2016 a las 13:17

    Es evidente la confusión que existe en esta discusión tanto entre churros y merinas, como entre churras y merinos. Supongo que las universidades españolas tendrán que mejorar muchas cosas. Y supongo que tendrán que contar con auténticos sistemas de garantías de calidad. Es posible que las agencias jueguen en el futuro otro rol en el sistema. No me he referido a nada de eso en mis comentarios, que se centraban en un aspecto concreto y muy delimitado de la actuación de las agencias en estos últimos años. Lo primero que se aprende al iniciar una investigación es a acotar bien el problema –condición necesaria, aunque no suficiente, de calidad– y a centrar argumentos y datos en el marco previamente acotado por el investigador, porque de otro modo asoman el morro churras y merinas sin que hayan sido invitadas. Pregunte a cualquier universitario, no necesariamente a un rector, que ha tenido que pasar por ese suplicio inútil y verá que la respuesta va a ser muy parecida a lo que aquí he señalado: las agencias solo han aportado una enorme burocracia en la puesta en marcha de Bolonia. Y no conozco ningún otro país en el que las cosas se hayan hecho así. Probablemente, como indica Ana Gómez, esto sea compatible con que las agencias puedan adoptar una posición un poco más razonable en el futuro. Yo lo estoy deseando. Estoy deseando que haya unas agencias independientes y que sean, ciertamente, de calidad.

  17. Guy HAUG dice: 21/06/2016 a las 11:42

    Comparto básicamente el análisis de Pello Salaburu, con una diferencia que quisiera explicar.
    Es cierto que el sistema de verificación-acreditación-RUCT-seguimiento que se ha puesto en marcha en España es de los más burocráticos y menos beneficios de Europa. Se funda principalmente en declaraciones de intención y en visiones optimistas de los responsables de programas, y se verifica más la conformidad a un modelo no bien definido que la «calidad» – y aun menos la pertinencia económico-social – de los programas.
    Pero el sistema que se ha impuesto a la comunidad universitaria española no fue concebido por las agencias de calidad universitaria – ni por ANECA ni por las agencias autonómicas. Resulta en gran parte del R.D. sobre la ordenación de los títulos universitarios, que fijó las líneas claves tales como: un procedimiento complejo, en varias etapas, para cada uno de los títulos, con énfasis en los aspectos declarativos, y básicamente idéntico para grados de 4 años con miles de estudiantes, másteres mucho mas cortos con un alumnado mucho menor y ahora también para los doctorados (algo absurdo y que se ha rechazado en otros países – era mucho mejor la anterior mención de excelencia); la ausencia de evaluaciones institucionales o por entidades o familias de programas (como sería el caso para las escuelas doctorales); la evaluación del profesorado por las mismas agencias; etc.
    A las agencias se les ha encargado algo casi imposible (verificar, seguir y acreditar cada uno de tantos títulos) y poco productivo (al evaluarse cada titulo por si mismo sin referencia a la pertinencia y articulación de la oferta docente global de cada institución, por la falta de evaluaciones más estratégicas que pudieran guiar el desarrollo de instituciones hacia más diferenciación, flexibilidad y formación a lo largo de la vida).
    Por ello, en mi opinión las agencias no son responsables de un sistema que no pudieron elegir. Es cierto que en ocasiones el R.D. se podía haber aplicado con menos exigencias burocráticas en algunos procedimientos, pero en mi opinión esto hubiera afectado de manera marginal al sistema como tal, sin hacerlo realmente menos pesado y más útil para las universidades, los estudiantes y la sociedad en su conjunto. Creo que ANECA y las demás agencias han hecho, no perfectamente pero bien o bastante bien, las tareas fastidiosas, a veces absurdas, costosas para el profesorado y las universidades y al final poco eficaces que les incumben por ley. Y me parce que hay señales de que a ANECA también le vendría bien cambiar el sistema actual, ya que ha sido activa en la búsqueda de soluciones de mejora, tal como acreditaciones por grupos de programas, evaluaciones estratégicas para respaldar el desarrollo de instituciones y entidades, sellos de calidad internacionales, etc.
    Y como último, quisiera expresar mi esperanza de qué en un día futuro todo el sistema (universidades, agencias, procedimientos) esté mejor regulado, de manera menos detallada y uniforme, más orientativa, estratégica y respetuosa de una auténtica e imprescindible autonomía universitaria.

  18. Pello Salaburu dice: 21/06/2016 a las 16:07

    Lo que dice Gy Haug es así, y hay que agradecer su puntualización, cuando indica que hay que diferenciar el RD del gobierno y la aplicación que del RD han hecho las agencias, en particular la ANECA. No he puesto en duda en ningún momento la profesionalidad de los integrantes de las agencias: para hacer un edificio de veinte plantas hay que tener gran profesionalidad; para derribarlo con eficacia también. El RD no es un buen punto de partida y condiciona por completo decisiones posteriores. El anexo de la memoria parece dirigido más a un parvulario que a la universidad, cuando nos recuerda incluso que debemos poner bien claro el nombre de la institución y el nombre del grado o master que se propone. El nivel de detalle requerido por el RD es enorme, pero la agencia, en lugar de fijar mínimos para su cumplimiento, parece haber optado por máximos. Con el mismo mal RD se podían haber desarrollado memorias más simples y mucho menos liosas. Probablemente seguirían siendo igual de inútiles, pero al menos habríamos perdido menos tiempo.


¿Y tú qué opinas?