Sobre la pluralidad de modelos universitarios

Para introducir el tema, presentamos en esta anotación un resumen de modelos teóricos basados en el estudio de Burton Clark (1997), Las universidades modernas: espacio de investigación y docencia, donde se realiza una comparación entre los modelos de universidad y su desarrollo en los siglos XIX y XX (véase algunas reseñas aquí y aquí).

Con este adelanto situamos brevemente en contexto los análisis que nuestros editores, Víctor Pérez Díaz y Pello Salaburu, publicarán sobre la universidad española y sus características propias.

El sistema alemán, también conocido como Humboldtiano, se caracterizaba por su organización mediante instituciones públicas, con profesores funcionarios, y el conocimiento científico como objetivo principal. La universidad estaba concebida para ser el reflejo de la ciencia que producía y su vocación, por tanto, era principalmente investigadora. Sus horizontes apremiaban el avance de la ciencia como fuente del progreso de la sociedad en general. Sin  embargo, las consecuencias de la guerra y la posterior masificación de la universidad hicieron hecho que las principales tareas de investigación se llevaran a cabo por institutos externos. Esta hibridación hacia un modelo de financiación mixto del que se beneficia el sector privado (especialmente la industria), ha sido característico del modelo alemán.

El modelo francés o Napoleónico, tuvo como principal objetivo formar a los profesionales que necesitaba el Estado. Las universidades se convirtieron en parte de la administración, de manera que la autonomía universitaria (de la que tanto hemos hablado en este blog), se volvió prácticamente inexistente. No es de extrañar, por tanto, que la docencia ocupase una posición jerárquicamente superior a la investigación. El modelo francés es uno de los ejemplos más antiguos de utilización por el estado de la universidad como herramienta de modernización de la sociedad. Sin embargo, el modelo “elitista” francés, en el cual el Estado produce los hombres que necesita es difícilmente sostenible -de nuevo- con la masificación de las universidades. Así, la profesionalización al servicio del Estado encuentra en la financiación pública un reto, en este caso, de gran envergadura.

Por su parte, las instituciones universitarias de Gran Bretaña han tenido grandes transformaciones a lo largo de su historia. Así, hasta el siglo XIX las universidades mantenían la forma de colleges y su reducido tamaño era una característica fundamental. Durante la gestión de Margaret Thatcher, a finales de los setenta y sobre todo a principios de los ochenta, las universidades sufrieron considerables cambios entre los que cabe destacar el modelo de financiación uniforme. Clark sostiene que, para finales de los ochenta, las instituciones empezaron a competir por el gasto gubernamental sobre la base de su desempeño en la enseñanza y en la investigación.

Estas pinceladas nos ayudan a ilustrar la configuración de un determinado modelo de universidad a partir de su entorno. No se descubre nada nuevo: la historia de los países y las características socio-políticas propias de cada tiempo y lugar nos señalan el camino y las propias limitaciones a la hora de aplicar diferentes políticas universitarias.

Este es el principal motivo por el que incorporar las características de un modelo ajeno encuentra serias dificultades: se trata de una cuestión de encaje. No significa, ni mucho menos, que no pueda o deba hacerse (de hecho, se hace). Lo que se defiende es que, a la hora de implementar cualquier particularidad exterior, han de tenerse en cuenta las singularidades propias de cada sistema. Esta es, a mi juicio, la perspectiva idónea para cualquier análisis comparado entre universidades.

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*Referencia elaborada por Rafael López – Meseguer para univerdad

 

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