Albert Einstein: perfección del método y confusión de objetivos

El 28 de septiembre de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, Albert Einstein grabó una breve conferencia radiofónica para la British Association for the Advancement of Science, titulada “The common language of science” [transcripción], de apenas 8 minutos de duración. Para quienes no hayan escuchado nunca la voz de Einstein, es una buena oportunidad de oírle hablar inglés con un fortísimo aksento alemááán. Como reflexión filosófica sobre el lenguaje de la ciencia, en mi opinión la conferencia no vale mucho (demasiado simple), pero hacia el final de la misma encontramos estas brillantes palabras:

¿Qué esperanzas y temores implica el método científico? Creo que no es la forma correcta de preguntar. Lo que esta herramienta produzca en manos del hombre dependerá enteramente de la naturaleza de los objetivos de la humanidad en cada época. Una vez que estos objetivos existen, el método científico proporciona los medios para realizarlos; pero no puede proporcionar los objetivos mismos. El método científico no habría llevado a ninguna parte, ni siquiera habría nacido, sin un esfuerzo apasionado por entender. En mi opinión, lo que caracteriza nuestra época es la perfección del método y la confusión de objetivos [perfection of means and confusion of goals].

Una caracterización plenamente vigente

Esta caracterización de su época y de los límites del método científico me parece plenamente vigente, y el problema que denuncia no se ha resuelto todavía. Actualmente, en nuestras universidades entrenamos a los estudiantes para que aprendan perfectamente métodos y técnicas de resolución de problemas. Pero no les entrenamos para que identifiquen los problemas que vale la pena resolver, para que sean capaces de establecer un orden de prioridades, o incluso para rebelarse –racionalmente, no por puro capricho– ante posibles demandas anti-éticas de sus jefes. Perfección del método y confusión de objetivos…

Albert Einstein dando una conferencia en Viena, 1921

Nuestros estudiantes necesitan reflexión sobre los objetivos que son deseables, no sólo sobre los medios adecuados para alcanzarlos. La reflexión sobre los fines de la tecnología plantea de modo natural cuestiones que ella misma no puede responder, manifestando así su vinculación con la ética y los valores. Sin esta reflexión sobre los fines u objetivos, el peligro es caer en la búsqueda incesante de una eficacia y una eficiencia que no se sabe para qué se las quiere.

Una nueva forma de pensar

En mayo de 1946, tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial, Einstein publicó en el New York Times un llamamiento, como presidente del Emergency Committee of Atomic Scientists, a renovar nuestra forma de pensar sobre los fines del desarrollo tecnológico (y creo que no me equivoco si veo estas palabras perfectamente aplicables a los problemas actuales de la energía, la contaminación, la biotecnología, la inteligencia artificial, etc.):

Nuestro mundo se enfrenta a una crisis todavía imperceptible para aquellos que poseen el poder de tomar grandes decisiones para bien o para mal. El poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar, y de este modo, avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe sin precedentes. Los científicos que hemos liberado este inmenso poder tenemos una responsabilidad abrumadora en esta lucha mundial a vida o muerte para dominar el átomo en beneficio del género humano, y no para la destrucción de la humanidad. (…) Una nueva forma de pensar es esencial para que la humanidad sobreviva y avance hacia niveles más altos.

Esta última frase ha sido parafraseada de muchas maneras, hasta el punto de hacerla a veces irreconocible:

«El mundo que hemos creado hoy como resultado de nuestro pensamiento tiene problemas que no pueden resolverse pensando de la misma manera que pensábamos cuando los creamos.»
«El mundo que hemos creado es producto de nuestro pensamiento; no podemos cambiarlo sin cambiar nuestro pensamiento.»
«Si nos hemos metido en un lío con una determinada manera de pensar, no vamos a salir de ese lío si no cambiamos la forma de pensar.»

Y esta es la cuestión. Nos hemos metido en un lío porque hemos centrado nuestros esfuerzos en perfeccionar los métodos, las técnicas de resolución de problemas, y hemos logrado cotas altísimas de eficacia. Pero no hemos dedicado el mismo esfuerzo a reflexionar sobre los objetivos que deberíamos perseguir, lo que realmente es deseable para la humanidad, lo que de verdad vale la pena y es valioso porque enriquece nuestra vida. Esta falta de reflexión hace que nos dejemos arrastrar por fuerzas (instintos, presiones sociales) que no sabemos ni podemos controlar. Una vez más: perfección del método y confusión de objetivos…

¿Se puede razonar sobre los fines y los valores?

Entonces, ¿podemos cambiar nuestra forma de pensar acerca de la “deseabilidad” de los objetivos? ¿Se puede razonar no solo sobre la eficacia de los medios, sino también sobre los fines y los valores? Mientras sigamos pensando que la ética (la elección de fines) no es susceptible de argumentación racional, seguiremos sin ser capaces de resolver los problemas que plantea la tecnología.

Podemos ciertamente saber qué platillo pesa más. ¿Podemos conocer también la importancia de cada platillo?

No digo que piense así todo el mundo, pero sí que es una forma de pensar muy extendida. Nuestros estudiantes universitarios –y nuestros profesores– están muy entrenados en el ejercicio riguroso de la racionalidad instrumental (resolución eficaz de problemas). Sin embargo, lo que podemos llamar racionalidad ética o humanista ha quedado prácticamente marginada en la enseñanza actual de carreras científicas y tecnológicas en nuestras universidades, por mucho que haya signos de recuperación.

El problema surge, en buena medida, cuando se pretende que todo lo que no es conocimiento verificable en la experiencia –la ética incluida– ya no es racional. No ignoro, obviamente, las dificultades que encuentra la Ética para alcanzar un estatus propio de racionalidad. Pero quiero enfatizar la necesidad de que la reflexión ética no sea dejada por imposible, como si en este campo todo fuera cuestión de opinión y preferencia subjetivas, cuando no arbitrarias.

Sin esta capacidad de reflexión propia, el futuro ingeniero quedará reducido a ser mero instrumento despersonalizado en las manos de otros; un instrumento “inteligente”, pero al fin y al cabo instrumento, cuya misión es determinada “ahí fuera”.

Y ahora podemos preguntarnos, ¿es que la misión de la universidad es “fabricar” profesionales obedientes?

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Nota del autor: Este artículo es una versión abreviada de uno aparecido anteriormente en mi blog de divulgación, De máquinas e intenciones. El lector interesado puede encontrar allí referencias más extensas. Las ideas de fondo están desarrolladas en una versión más académica de este trabajo, publicado como: Gonzalo Génova, M. Rosario González. Teaching Ethics to Engineers: A Socratic Experience. Science and Engineering Ethics 22(2):567-580, April 2016. El manuscrito está accesible desde mi página académica personal.

 

Comentarios
  1. […] Esta entrada fue publicada originalmente en Naukas. Y mucho después, en versión reducida, también en UniversidadSí. […]

  2. Mercedes dice: 31/05/2022 a las 10:35

    Una excelente entrada la publicada hoy. Enhorabuena al autor.

  3. Javier dice: 31/05/2022 a las 10:40

    Creo que lo aquí expuesto podría constituir la primera y fundamental lección de un curso de ética para ingenieros y tecnólogos, y no solo eso: de una formación ética necesaria para cualquier profesional actual. Muy claro y certero

  4. Carmelo dice: 31/05/2022 a las 16:31

    Muchas gracias por compartir estas reflexiones. Presumo que estas esperan recibir -de la universidad- un eco. Al afirmar que al futuro egresado y egresada «no les entrenamos para que identifiquen los problemas que vale la pena resolver, para que sean capaces de establecer un orden de prioridades, o incluso para rebelarse», ¿estás/estamos diciendo o reclamando un profesorado consciente de ello? ¿Lo tenemos? Confío que, a pesar de estas supuestas carencias (también curriculares), «una nueva forma de pensar» es consustancial a los desafíos que nos plantea el presente y el futuro que prevemos.

  5. Leticia Artiles dice: 31/05/2022 a las 17:05

    Coincido totalmente con sus criterios. El tema de privilegiar el método, el cómo, con énfasis en los enfoques positivistas, en la cuantificación como absoluto criterio de verdad, es un grave problema en la conducción del proceso de enseñanza aprendizaje, Direccionar la capacidad de problematizar, de cuestionar, de relacionar, de valorar diversos enfoques, constituye una agenda pendiente en la forma de pensar. Aún más el insuficiente dominio de aplicar la lógica investigativa mediante la investigación formativa. Gracias de nuevo por compartir.

  6. Gonzalo Génova dice: 31/05/2022 a las 23:54

    Mercedes, Javier: muchas gracias.

    Carmelo: mi objetivo es justamente concienciar, o dar un empujón a lo que ya están concienciados. Nada puede sustituir al convencimiento personal del profesorado.

    Leticia: completamente de acuerdo.

  7. Antoni Elias Fusté dice: 01/06/2022 a las 10:48

    Es una contribución excelente. Enhorabuena Gonzalo.

  8. Oscar Diaz dice: 01/06/2022 a las 13:32

    Excelente entrada. Muy de acuerdo con lo que se dice. Gracias por las reflexiones

  9. Juan Luis Vázquez dice: 08/11/2022 a las 12:31

    Excelente artículo para iniciar un debate con los profesores y estudiantes.
    El tema tiene enjundiay mucho que hablar.
    Asi la pregunta final Y ahora podemos preguntarnos, ¿es que la misión de la universidad es “fabricar” profesionales obedientes? tiene respuesta clara pero puede conducir a error si no se acompaña de su parejaY ¿es que la misión de la universidad es “fabricar” profesionales competentes que no sustituyan la precisión con
    filosofías? … y así ya vamos hablando. In medio virtus

  10. Ética para ingenieros - Universidad, sí dice: 18/10/2023 a las 09:01

    […] universitaria. En este mismo portal publiqué hace poco más de un año un artículo sobre Einstein y la ética, donde recogía un alegato suyo de 1946 en pro de la renovación de nuestra forma de pensar tras el […]


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