La excelencia en el deporte y en la educación
Llevo mucho tiempo discutiendo sobre educación y, sobre todo, sobre educación en España. Para transmitir mis ideas suelo usar el símil del deporte por dos razones. Porque de este, el español medio suele saber y haber pensado mucho más que sobre la educación y porque ambas son actividades en donde con recursos -esfuerzo, inversiones, etc.- se trata de alcanzar alguna meta.
Soy consciente que, una vez que esta identificación ha sido realizada, hay muchos considerandos. Pero yo lo que intento es explicar, digamos, lo que es un dragón volador a alguien que no ha visto ninguno. Y si digo que es como un Jumbo 747 doy una idea en la que fijarse. Luego habrá tiempo para discutir que las superficies no están hechas del mismo material, que el dragón tiene que mover las alas para volar mientras que el Jumbo no, etc.
Deportistas y enseñantes
Supongamos que una ciudad va a tener un equipo de fútbol en primera división. Se hace la presentación en un estadio (que se procura tener adecentado) y ahí salen los jugadores, el entrenador, el cuerpo técnico, etc. ¿Por qué cuando un rector enseña su universidad sólo aparecen los edificios? ¿por qué no intenta mostrar a los que van a impartir las enseñanzas? Porque en el fondo le da igual a casi todo el mundo.
Los centros de enseñanza, con excepciones muy sonadas, son una especie de guarderías donde se entretiene a los jóvenes hasta que no tienen más remedio que enfrentarse con la vida. No tengo nada contra eso mientras que los interesados sean plenamente conscientes de lo que están comprando y haya otros lugares en donde las personas que quieren realmente formarse, aprender y llegar a lo más alto en sus profesiones puedan satisfacer sus ansias.
Volvamos al deporte. Hay campos de deporte para gente como yo, que en su juventud trotaba por campos de fútbol y pistas por pura diversión, y hay centros de élite donde se forman los deportistas que van a ganar campeonatos internacionales. Y no tiene ningún sentido que ambas actividades se mezclen, creando un engendro donde ni los potenciales atletas de élite van a desarrollarse ni los que simplemente quieren una formación básica van a estar a gusto. El fenomenal éxito del deporte español (sexto en el mundo según este ranking) es inexplicable sin esta atención a la élite (la investigación tampoco lo hace tan mal, somos el doceavo país del mundo en cantidad, aunque me temo que no en calidad. Por citar un ejemplo, solo hay un español en la categoría de «científicos altamente citados en economía», Pascual Berrone, argentino de nacimiento y doctor por la UC3M).
El caso del baloncesto
Déjenme traer a colación el caso del baloncesto. Cuando empecé a ver partidos de la selección española en los años 70 del siglo pasado (en la que eran jugadores destacados dos norteamericanos nacionalizados), no daba ni un duro por nuestro futuro en un juego de gigantes. ¡Si habíamos sido siempre un país de bajitos! (por entonces no sabía que en 1935 España, también con dos nacionalizados, había sido subcampeona de Europa, perdiendo la final por un módico 24-18).
Poco a poco nuestra selección fue escalando metas y, recientemente, ha conseguido ser la primera nación que, desde que se creó el ranking mundial, desbancó a US del primer puesto masculino. Las chicas «solo» son cuartas en el mundo. Por cierto, la mayor presencia de jugadores extranjeros en la liga de baloncesto ha mejorado los resultados de las selecciones nacionales.
El caso de la enseñanza de élite
Y con esto llegamos a otro de los puntos debatidos. Hay mucha gente que está en contra de la enseñanza de élite. ¿Y porque no lo están contra las escuelas de élite de, digamos, tenis? Esas escuelas producen tanta (o más) desigualdad que la que produciría una escuela de élite como atestigua cualquier dato sobre las ganancias de los deportistas de élite. Por no hablar de las astronómicas diferencias de las ganancias entre artistas, que parecen estar fuera del radar de los igualitaristas; o de los cocineros, en donde España es el quinto país del mundo con tres estrellas Michelin.
Pero retrocedamos un poco más de cien años. La Residencia de Estudiantes fue creada precisamente para personas que no se conformaban con la enseñanza entonces vigente. En mi opinión es la institución educativa más exitosa e influyente que jamás hayamos fundado. Más de cien años después nos seguimos emocionando con la poesía de Lorca, los cuadros de Dalí y el cine de Buñuel, entre otros. Es más, gran parte de nuestra vida cultural de hoy sería mucho más pobre si tuviéramos que eliminar a las personas que allí se formaron. Soy consciente de la existencia de bachilleratos de excelencia que hacen una fantástica labor. Pero esa labor tiene que tener continuación en la universidad y quizá una profundización aún más en la exigencia.
Algunas evidencias: rankings globales y resultados PISA
Es conocido que los rankings de universidades miden cosas que pueden ser muy heterogéneas debido a su composición. Por ejemplo, si miramos por departamentos hay varios españoles destacados. En el ranking QS, en economía la UPF es la 24 y la UC3M la 55. En veterinaria, la UAB la 23 y la Complutense la 35. Y en física la UAM la 75, entre otros. Siendo así, cuando algún grupo se pone a discutir por qué las universidades españolas no escalan puestos entre las 100 mejores del mundo o por qué hay tan pocos candidatos españoles a Premios Nobel, río por no llorar. ¿Es que queremos que salga un Nadal de los, por otra parte, beneméritos campos de deportes de la universidad complutense? (a los que tanto fatigué y a los que tanto echo de menos).
Si el deporte ya está conseguido para la masa y la élite, entre otras razones porque a ellos no le ponen cortapisas a la hora de fichar a jugadores extranjeros, ¿por qué no es así en la enseñanza?
Terminemos con datos que, realmente, es en lo que creemos los economistas. Cuando se analizan los datos de PISA de nuestro país comparativamente a otros, hallamos que nuestro sistema educativo lo hace bien en términos relativos en los tramos con peores resultados educativos. Y muy mal en los tramos con mejores resultados educativos. No me extraña nada, dada la atención y recursos que se prestan a tales tramos. Los artículos de Antonio Cabrales en «Nada es Gratis» y de Jesús Carro en los «Indicadores comentados sobre el estado del sistema educativo español» (2022), editado por las fundaciones Ramón Areces y Europea Sociedad y Educación han tratado este tema en profundidad.
Corolario
Y termino con una modesta proposición (que, en mi caso, no en el de Swift) no es satírica. España sabe lo que hay que hacer para tener deportistas de élite mundial. Pues lo mismo -en cuanto a recursos, selección de personal, sueldos, apoyo, preocupación de la ciudadanía, etc.- hay que hacer para tener universidades de élite mundial. De ellas no sólo celebraremos sus triunfos sino que nos beneficiaremos de las externalidades económicas y sociales que crean, y de la oportunidad, a priori, de que cualquiera con las aptitudes y actitudes adecuadas pueda acceder a ellas. Por cierto, un estudio que usa suscripciones a la Encyclopédie Française muestra que la presencia de élites del conocimiento es un fuerte predictor del crecimiento futuro de las ciudades en las que viven.
Olvidémonos de las preocupaciones anti-elitistas en la enseñanza y, sin disminuir la atención al resto, pongamos más atención y recursos en crear una élite de profesionales que influyan en la cultura, la ciencia y la tecnología del siglo XXI.
Otros lo harán si no lo hacemos nosotros. Lo que hemos hecho en deportes se puede realizar en educación.
Nota del autor: agradezco a Carmen Beviá, Antonio Cabrales, Jesús Carro, Jorge Sainz, Daniel Santín e Ismael Sanz, sugerencias que han mejorado grandemente el texto original. Todos los errores u omisiones son de mi exclusiva responsabilidad.
Muy interesante reflexión; muchas gracias al autor. Los pensamientos generados con la lectura del artículo me llevan a reflexionar sobre la relación existente en el deporte entre las entidades públicas y las entidades privadas. Cabría pensar cuánto le deben Alonso, Nadal, Gasol, Iniesta, Carolina Marín, o Alexia Putellas, por ejemplo, a las políticas públicas deportivas, a las federaciones de sus deportes, a las instalaciones públicas, etc. y las sinergias existentes con las entidades privadas, familias, patrocinadores, etc. que hayan podido colaborar a su desarrollo como profesionales de élite, y de cómo funciona esa simbiosis en el deporte se podrían sacar aprendizajes quizás aplicables a otros ámbitos, como pueda ser el de las universidades. Esto en lo relativo a individuos deportistas de élite. En lo relativo a «entidades colectivas» (clubes, selecciones), la reflexión en ese sentido respecto a la relación público-privada podría ir por analizar cómo se genera y aporta valor en el relacionamiento de las entidades y políticas públicas respecto de los clubes deportivos privados y las competiciones privadas. Interesante comparar ambos mundos. Parece que en el mundo deportivo, ciertos fundamentos públicos pueden sentar bases y fomentar trayectorias deportivas y al tiempo facilitar iniciativas privadas que tras excelentes desarrollos, finalmente derivan en que las selecciones nacionales que participan en olimpiadas y mundiales obtengan resultados destacadas. ¿Aplicables algunos de estos modelos a la educación? Quizás…
Excelente reflexión, Luis Carlos. Muy bien traída la comparación con dos mundos muy atractivos: deportes y cocina!