La función de la universidad en la defensa del ideario por la sostenibilidad

¿De qué sirve una clase si no está en un planeta habitable? Versión de Philippon (2012) de la famosa frase de Henry David Thoreau

La universidad es un tipo de organización inimitable y que sin embargo está fallando en la asunción de responsabilidades sobre la crisis ambiental y en la toma de acciones para mitigar los efectos de esta crisis sobre las generaciones por venir.

Las razones de este fallo son variadas. Una de las fundamentales, que no podemos obviar, es consecuencia del nefasto proceso de Bolonia y del ideario derivado de éste, que ha calado con fuerza en la comunidad universitaria y en la sociedad en general. Este ideario se podría resumir en que si la universidad no sirve para adiestrar empleados que satisfagan las demandas de la empresa, fracasa como institución. Hay tantas asunciones erróneas en este razonamiento que haría falta mucho más espacio del que aquí dispongo para hacer un análisis crítico, así que me centraré exclusivamente en la función social (al margen del adiestramiento laboral) que debe ejercer la universidad. La universidad debe ser punta de lanza de las demandas sociales, debe ser una piel sensible y reactiva a lo que preocupa a la sociedad actual y debe comportarse como un organismo precognisciente, que diría Philip K. Dick, para adelantarse a las necesidades futuras, de nuevo, de la sociedad. Estas necesidades no son tan volátiles como las demandas del mercado, redundan en beneficios generalizados y sirven para que la universidad se nutra y crezca como institución y no se raquitice y vaya a la zaga de un ideal inalcanzable: pleno empleo en un contexto mundial de superpoblación y mecanización cada vez mayores.

Por supuesto que el proceso de Bolonia no opera en el vacío y la universidad se ha limitado a seguir los mandatos del capitalismo agonizante que pretende colonizar todos los espacios libres que queden antes de reconocer su derrota entrópica. No obstante, dado que la universidad es una institución previa al capitalismo, hubiera sido deseable que diera una batalla más feroz frente a todas estas imposiciones mutiladoras. Y digo mutiladoras porque si la universidad se ha convertido en una formación profesional de élite, en el sentido de que sirve o debería servir para formar para el empleo, y no hay espacio profesional para la sostenibilidad real, no podrá tampoco ésta tener cabida en la universidad. Por lo tanto, la formación de los estudiantes queda mutilada, pues se le arranca todo aquello que sea sospechoso de tener poca proyección profesional. Un conocimiento sin mercado es un conocimiento condenado a la extinción.

¿Qué podría hacer la universidad para contrarrestar estos efectos perversos?

Los campos de actuación son múltiples, algunos revertirán en cambios de efecto inmediato, otros supondrán un esfuerzo a largo plazo, pero todos deberían ponerse en marcha a la mayor brevedad posible por una cuestión de asunción de responsabilidades. La universidad, como institución, es insustituible, no solo desde el punto de vista científico, sino también desde el punto de vista moral y «si la universidad pierde esta batalla, difícilmente se encontrará otra institución pública o privada con la disposición y los instrumentos necesarios para hacer frente a un modelo de desarrollo cada vez menos sostenible y respetuoso con la Biosfera, incluyendo a nuestra especie» (Benayas, Alba y Sánchez, 2002, p. 7).

Pardo (2011) propone cuatro ámbitos de actividad sobre los que se puede trabajar para la sostenibilidad en la universidad: la docencia, la investigación, la gestión del campus y la extensión universitaria.

Con respecto a la docencia, es fundamental trabajar en concienciación y formación del profesorado. Elaborar planes de estudios que sean permeables a los conocimientos para la sostenibilidad y proveer a los profesores de centros de recursos en aquellas titulaciones en las que la conexión entre la disciplina y la sostenibilidad no se puedan establecer de manera tan clara.

En lo que a la investigación se refiere, sin duda es necesario potenciar la creación de grupos de investigación transdisciplinar para romper con la inercia de que el medioambiente es una disciplina de estudio exclusivamente científica. Todas las humanidades y las ciencias sociales pueden aportar conocimientos muy valiosos al estudio y la defensa del medioambiente. Como ejemplo reciente de una buena práctica en investigación, me gustaría citar el proyecto de investigación transdisciplinar Humanidades ambientales. Estrategias para la empatía ecológica y la transición hacia sociedades sostenibles. 

La gestión del campus requeriría de apuestas arriesgadas para limitar el impacto ambiental de las instituciones universitarias a todos los niveles. Aunque ya se está avanzando en esta línea en varias universidades españolas, el trabajo será claramente en vano si no se implica a toda la comunidad universitaria con procesos cuya horizontalidad sea palpable y que no se limiten a operaciones de lavado verde. Los campus dispersos sin posibilidad de transporte público, las praderas con demandas hídricas insostenibles, los gastos energéticos superfluos, las ofertas alimentarias insostenibles, etcétera, tendrían que ser cosa del pasado a muy corto plazo.

Finalmente, la extensión universitaria es un recurso excelente y muy plástico para que la universidad contagie a la sociedad con el ideario de la sostenibilidad y que la sociedad, a su vez, contagie a la universidad. Hay muchos ejemplos: los proyectos de investigación acción participativa, los MOOC, el voluntariado ambiental, la colaboración con organizaciones ecologistas…

Para terminar, recordar que una de las escasas certezas del incierto ser humano es nuestra ecodependencia. La universidad no puede soslayar su responsabilidad en el gran reto ambiental del siglo XXI pues «tiene una importante contribución que hacer para la prolongación y mejora de la vida humana» (Marcovitch, 2002, p. 44).


Referencias

Benayas, J., Alba, D. y Sánchez, S. (2002). La ambientalización de los campus universitarios: el caso de la Universidad Autónoma de Madrid. Revista Ecosistemas, 11 (3).

Marcovitch, J. (2002). La universidad (im)posible. Madrid: Cambridge University Press.

Pardo, M. (2011). La universidad: ¿cuál es su papel en el desarrollo sostenible? Madrid: Universidad Carlos III De Madrid/CEICAG. Recuperado de http://goo.gl/OPojm0

Philippon, D. J. (2012). Sustainability and the Humanities: An Extensive Pleasure. American Literary History, 24 (1), 163-179.

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