La universidad en clave de economía colaborativa

Pensemos en posibles escenarios futuros: ¿Cómo serán las universidades? ¿Qué función tendrán? ¿Qué demandará la sociedad de la universidad? ¿Cómo serán los grados o, en general, los títulos universitarios? No cabe duda de que en este ya casi tercer decenio de milenio se están dando unos modelos de negocio y de transacciones del todo desconocidos tan solo unos años atrás; no digamos ya en el milenio pasado, y es más que probable que el modelo universitario evolucionará de forma mucho más rápida de lo que ha venido sucediendo hasta hoy. Estamos en entornos cada vez más y más VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity y Ambiguity). Estamos en un momento de incremento de la vucanización y, por tanto, desconocemos cómo serán los escenarios futuros, pero sí sabemos que serán muy distintos.

En otros ámbitos de actividad observamos que el cliente participa cada vez más en el diseño del producto/servicio que está demandando. El fabricante de coches es capaz de customerizar hasta ofrecer multitud de detalles totalmente personalizados, únicos para cada cliente. También observamos cómo a principios de milenio emergió con fuerza el comercio online, de la misma manera que observamos hoy un auge muy importante en modelos de negocio basado en la economía colaborativa. En efecto, Benoit et al., (2017) analizan este tipo de transacción, basado en tres actores: una plataforma que facilita el matching entre oferta y demanda, un peer que tiene un activo (o capacidad de servicio) disponible para que otra persona consuma, y finalmente el cliente o consumidor que a través de la plataforma encuentra a un servidor o proveedor. Es el caso de Airbnb: un website que intermedia entre un propietario de inmueble ocioso disponible para que el tercer actor, en este caso el turista, pueda disfrutar del local. Airbnb garantiza que tanto el propietario del inmueble como el turista queden satisfechos de la experiencia, y espera que repitan en el futuro. En este negocio el consumidor interactúa con dos agentes: la plataforma y el propietario del activo.

¿El sistema puede funcionar en la universidad? ¡Si! Pero ojo, que esto no es un negocio cómo puede ser el de transporte de personas (Uber), o el de alojamientos turísticos (Airbnb).

Un antecedente son los MOOC (Massive Open Online Course), que ofrece formación online masiva y abierta por la que un usuario-estudiante puede acceder a formación gratuita de una universidad o institución de cualquier parte del mundo. Pero esto no es un negocio en formato de economía colaborativa. Es simplemente comercio online: oferta y demanda interactúan directamente. Tampoco estamos hablando de la universidad online: seguimos teniendo una interacción directa entre proveedor y cliente. Simplemente que, en vez de un curso individual, tenemos ahora un pack que constituyen un grado o master. Tampoco hablamos de un hipotético alumno que hace un traslado de expediente académico “n” veces a distintas universidades durante la duración de su grado o master. Este alumno es de una única universidad cada vez. Nunca está matriculado en dos a la vez.

Siguiendo el paralelismo con Airbnb, el proveedor de títulos universitarios debería tener un stock de cursos disponibles para sus alumnos. Estos cursos los proveerían profesores suscritos a esta plataforma universitaria, al igual que los propietarios de pisos alquilan pisos. Un alumno compraría (el turista) aquellos cursos que eligiera. Al igual que los likes o comentarios de otros clientes orientan la elección del que va a contratar un piso o local, también los comentarios de otros alumnos influirían en la elección por parte del alumno del profesor para una determina materia. Evidentemente, cuanta mejor imagen y reputación tenga el profesor, más alumnos atraerá, y eventualmente cargará precios más altos. Por otra parte, la plataforma universitaria también está interesada en la satisfacción tanto de alumnos como de profesores para que aumente el número de transacciones. En cada transacción, la plataforma se queda con su comisión.

Así las cosas, un alumno puede elegir una colección de cursos, que eventualmente configuran un total equivalente en número de horas (ECTS, European Credit Transder System) a las de un título universitario. Pero no es un título universitario porque no cumple los requisitos que las agencias de calidad universitaria establecen para que así se pueda considerar. El sello que otorgan estas agencias son garantía de que los títulos “oficiales” cumplen con unos estándares de calidad. Estos estándares analizan la capacidad que tienen los profesores para impartir estos cursos, pero también la consistencia de los contenidos de estos cursos para que al final el alumno adquiera las competencias que la universidad (en este caso la plataforma universitaria) ha prometido a sus clientes-estudiantes ¿Podrían esas agencias de calidad realizar algún tipo de acción para garantizar que este tipo de grado, hecho a medida por cada alumno, cumpla los requisitos necesarios para poder decir que es un grado universitario?

En este escenario, los alumnos serán capaces de diseñar su propio itinerario, el más adecuado a sus intereses y capacidades. Los profesores podrán interactuar con alumnos realmente interesados en la especialidad que imparten. La plataforma universitaria a través de una agencia de calidad se encargará de garantizar que ese itinerario totalmente customerizado capacita al alumno para un desempeño profesional, ya que ha adquirido las competencias necesarias para ello. La economía colaborativa o economía de plataforma permite pensar en un escenario de tales características.

Este futuro todavía plantea numerosos interrogantes: la sociedad, y en particular, los empleadores ¿se tomarían en serio a un “titulado” que haya cursado sus estudios bajo está fórmula? ¿Los empleadores contratarán a esos alumnos? Depende de la reputación de la plataforma que expenda esos títulos. En ese sentido, parece lógico pensar que ocurrirá lo mismo que sucede ahora en nuestras universidades. El empleador valora al candidato por la imagen y prestigio de la universidad de la que procede; quiere tener, en definitiva, la garantía de que el profesional que va a contratar se ha formado en una buena universidad. La pregunta que se hará el empleador sobre los alumnos de estas nuevas universidades es: ¿salen bien preparados? Si la respuesta es que sí, entonces el modelo será viable.

Y yendo todavía más lejos: ¿quién expenderá títulos universitarios? ¿Cómo serán estos títulos? ¿Quién los diseñará? ¿Serán las universidades o serán simples “proveedores de títulos universitarios? ¿Quién dará validez a esos títulos? ¿Quién los comprará? Ojalá estas reflexiones (y sus interrogantes) arrojen algo de luz para intentar responder este periodo de incertidumbre. De todas formas, señalaba al principio, estamos en un entorno muy impredecible ( estamos vucanizados). En ese sentido, resulta muy difícil predecir cualquier futuro.

Referencias

Benoit, S., Baker, T.L., Bolton, R.N., Gruber, T. & Kandampully, J. (2017). A triadic framework for collaborative consumption (CC): Motives, activities and resources & capabilities of actors. Journal of Business Research, 79, 219–227.

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Comentarios
  1. José Luis dice: 04/11/2019 a las 11:36

    Sólo una pregunta: ¿nos dejaríamos operar por una persona titulada por este método?

  2. Eduardo Dalmasso. dice: 04/11/2019 a las 12:38

    Opino que la pregunta de José Luis, está influída por los métodos actuales, sin embargo no deja de ser válida para determinadas situaciones y exigencias.


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