¿Desean las universidades públicas una verdadera autonomía universitaria?
La universidad pública tiene un miedo enorme a la toma de decisiones, aún las pocas que le permite su escasísima autonomía institucional. Decisiones posibles dentro incluso de la sofocante y burocrática jungla normativa que ralentiza nuestro avance potencial, y que está llegando al paroxismo con la aplicación de las múltiples derivadas del torpe diseño de la Política de Estabilidad Presupuestaria (en la que la única forma de alcanzar los objetivos de control del gasto pública es como la imagina el Ministerio de Hacienda, todo el conocimiento de instituciones y organismos, para conseguir lo mismo sin dañar el servicio público es obviado, desperdiciado). Pero sí, una enorme prevención a medir resultados de los profesores y del resto del personal (aunque puede hacerse, en esto también hay evidencias de prácticas diferentes entre universidades) y tomar decisiones fundadas sobre su carrera profesional, sus complementos retributivos e incluso medidas laborales. Un miedo enorme a reducir enseñanzas con muy escasa demanda, aunque es perfectamente posible, a desplegar estrategias institucionales de I+D+i, que también lo es, en lugar del caótico “cada uno por donde quiera y pueda” de nuestra realidad investigadora universitaria.
Sin verdadero ejercicio de la autonomía, es imposible alcanzar la excelencia universitaria
Sin verdadero ejercicio de la autonomía, es imposible alcanzar la excelencia universitaria. En España, con el marco normativo vigente, no es posible que sus universidades públicas la ejerzan, aunque generalmente no utilizan el escaso margen que tienen.
La pregunta es: ¿Desean las universidades públicas una verdadera autonomía universitaria?