¿Quiénes son los universitarios? (I)

La pregunta y sus posibles respuestas

Imaginemos que alguien lanza la pregunta que titula este texto y preguntémonos quiénes dirían: ¡yo lo soy!

Seguramente, los primeros serían profesores y estudiantes, quienes mantienen una relación formal y casi diaria con la Universidad. Y desde luego que no habría problema en encontrarlos, especialmente a los últimos. Según la UNESCO y otros organismos de referencia, a comienzos del año 2000 se contabilizaron unos 100 millones de estudiantes universitarios repartidos por todo el planeta, 20 años después, alrededor de 380 millones y en el 2040 se espera que haya cerca de 600 millones, seis veces más que cuando el empezó el siglo XXI.

Pero no hay que contar solo con profesores y estudiantes, también se apuntarían abogadas, médicos, ingenieras, pedagogos, en fin, personas que se hayan titulado en alguna institución universitaria. Claro que siempre habrá quienes consideren que no son universitarios porque acabaron sus estudios hace años, porque apenas recuerdan su experiencia universitaria o porque reniegan de ella. Sin embargo, el título que tienen colgado en la pared o guardado en un cajón certifica que lo son. Hasta aquí todo correcto. El propio diccionario de la Real Academia Española (RAE) lo confirma: un universitario es un profesor, graduado o estudiante de la Universidad.

Erróneas interpretaciones

Pero no debe darse el asunto por zanjado. Y no se trata de buscar más gente, sino de fijarse bien en la que ya tenemos identificada. ¿Estar matriculado en la Universidad es motivo suficiente para adquirir la condición de universitario? Será en cualquier caso una condición sine qua non, pero no una consecuencia. Algo así podemos preguntarnos respecto al profesorado: ¿tener un contrato laboral con una institución universitaria es bastante para identificarse como universitario? Será siempre un requisito indispensable, pero no la resulta.

Cumplir con las exigencias académicas, tanto si uno es profesor como estudiante, es una cosa, pero ser universitario es otro cantar. Por extraño que parezca, no todas las personas que hay en las universidades son universitarias, encontrarlas en los campus no es tan fácil como dar con astronautas en una nave espacial u hombres y mujeres de fe en un templo religioso.

Y pasa tres cuartas partes de lo mismo con los graduados, ¿son sus títulos la prueba de que son universitarios? Decía el filósofo Michael Levine que «tener hijos no lo convierten a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista». Eso mismo puede decirse sobre este asunto. Encontrar universitarios en el mundo laboral tampoco es pan comido, no consiste solo en localizar a personas tituladas por alguna institución universitaria.

La condición de universitario

No resulta fácil definir la condición de universitario, pero hay una idea imperecedera que atraviesa la historia de la Universidad y casi la totalidad de reflexiones filosóficas sobre al asunto (Tejerina, 2010).

Se considera que los universitarios son buscadores de verdades, bellezas y bondades, o en términos más actuales, personas con pensamiento crítico ante la vida y el mundo. Se dedican a una tarea humana, se optimizan ellos mismos, y humanizadora, tratan de mejorar lo que esté en sus manos.

Los universitarios no están solo para adaptarse a lo que les espera, sino que tienen la misión de optimizarlo y orientarlo hacia lugares verdaderos, bellos y buenos. Eso incluye inventar, innovar, emprender o como se le quiera llamar, pero, sobre todo, cultivar una humilde sabiduría, estar dispuesto a alcanzar una altura de miras, convertirse en alguien con quien da gusto estar, trabajar, cruzarse por la montaña o compartir asiento en el autobús. Digamos que el universitario no es tanto el que revoluciona el mundo desde el despacho de un rascacielos, sino a pie de calle.

Cuando uno está afirmando que es universitario debería estar diciendo que es Universidad esté donde esté, con fulano y con mengano, ante cualquier circunstancia, se dedique a lo que se dedique y las 24 horas del día.

Quien se declara como universitario está diciendo que la Universidad es un modo de vida, que él es algo así como la Universidad encarnada.

El problema y posibles soluciones

A partir de la Edad Media, y debido principalmente al desarrollo de los llamados humanismo pericial y humanismo comercial, en la Universidad se instaura la formación del profesional altamente cualificado (Marín, 2007). Es algo que no debe estar reñido con la condición de universitario señalada, siempre y cuando no se considere lo fundamental, o peor, lo único posible. Ser universitario incluye ser especialista en algo, pero ser especialista en algo no tiene porqué incluir la condición de universitario (Esteban, 2019).

Si a la Universidad se la convierte en la casa de las pericias profesionales especializadas, a lo que se debería añadir, si se la inunda de burocracia y se la controla y evalúa hasta la saciedad, el número de universitarios podría quedar reducido a la mínima expresión, o si se prefiere así, el número de universitarios que dicen serlo, pero en verdad no lo son del todo, podría aumentar exponencialmente.

Y si es cierto que se necesitan profesionales especialistas, aún lo es más que se necesitan universitarios, por no decir que urgen tal y como va el mundo. Para disponer de universitarios habría que valorar ciertos asuntos que se tratan como invitación a pensar en Universitarios. Lo que son y lo que dicen ser (2023). En sucesivas entregas, nos acercaremos a dos de ellos que parecen ser de suma importancia y que hoy en día merecen atención.

El primero: la conversación universitaria. Se puede hablar de diversas maneras, solo o en compañía y sobre multitud de asuntos. Pero la conversación universitaria es especial, tiene una arqueología que traspasa el tiempo y se podría decir que no tiene comparación. Por extraño que parezca, si hay algo que hace brillar al universitario es su conversación.

La formación universitaria de los últimos años parece fundamentarse en conversaciones de índole utilitarista, pragmática y relativista, pero rara vez remueven el alma y la mente (Esteban y Caro, 2023). ¿En cuántas conversaciones de esas que no se olvidan y a las que uno recurre cada vez que lo necesita participan los universitarios hoy en día? O si se prefiere así, ¿en qué estado se encuentra la tutoría universitaria, momento por excelencia en el que conversar universitariamente?

El segundo: la liturgia universitaria. El término liturgia hace referencia al orden, la forma y las reglas con que se llevan a cabo multitud de prácticas sociales. La liturgia puede provocar una cierta urticaria moral, pero no se inventó para fastidiar a nadie, si acaso lo contrario. Es muy útil para mantener un mínimo de organización en una práctica y, además, ayuda a no perder de vista el significado y sentido de esta.

La Universidad también tiene su liturgia, y como sucedía con la conversación, también es seña de identidad de la condición de universitario. A fin de cuentas, sin liturgia, difícilmente llegan los hábitos morales e intelectuales, el espíritu crítico y la limpieza de corazón. Para que la formación universitaria funcione más o menos bien, se necesita que las cosas se hagan de unas determinadas maneras, no de una única posible, pero tampoco de todas las imaginables. No es atrevido decir que, muchos de los problemas que hoy tenemos en nuestros campus son ocasionados cuando hay un ahorro de liturgia o se la considera como algo a gusto del consumidor.

 
Comentarios
  1. José Fernando Calderero dice: 23/05/2023 a las 09:25

    ¡Toda la razón, querido amigo!
    Una de las aulas que más huella me ha dejado ha sido la Plaza Mayor de Salamanca en cuyas terrazas de algunas cafeterías tuve en mis años de estudiante universitario la enorme fortuna de participar en largas y profundas conversaciones sobre diversos temas apasionantes con profesores UNIVERSITARIOS que generosamente compartían sus conocimientos, sus visiones, sus dudas, su tiempo con un grupo de alumnos UNIVERSITARIOS con grandes inquietudes intelectuales, sociales, humanas, religiosas, políticas…
    Un gran abrazo,
    JF

  2. Fernando Gil Cantero dice: 23/05/2023 a las 14:15

    Unas ideas muy acertadas y bien expuestas, como siempre, del profesor Esteban, uno de los mejores especialistas en pensar pedagógicamente la Universidad. Tuvimos la suerte de contar con su firma en el monográfico sobre la Universidad de la revista Teoría de la Educación con el artículo “Extravío de la educación universitaria contemporánea”. Pueden consultarlo aquí: https://revistas.usal.es/tres/index.php/1130-3743/article/view/27739/27992

  3. Francisco Esteban dice: 23/05/2023 a las 14:39

    Mil gracias por tus amables palabras, José Fernando,
    Y me alegra mucho conocer tu experiencia universitaria de auténtico universitario.
    Abrazos
    Fco

  4. Francisco Esteban dice: 23/05/2023 a las 15:26

    Mil gracias, querido Fernando, por tus amables e inmerecidas palabras.
    Ciertamente, fue un lujo participar en dicho monográfico y recomiendo mucho su lectura.
    Un abrazo
    Fco

  5. Fernando Calle dice: 24/05/2023 a las 14:12

    Francisco, muchas gracias por ésta y las siguientes cartas que, en el fondo, tratan del papel de la universidad.
    Has expuesto de una manera clara y amable que las universidades cada vez menos cumplen su papel. La diagnosis es clara, pero hay que trabajar mucho en las terapias. En mi opinión, es tarea ardua, cuando los alumnos no acuden a las tutorías (en muchos casos, ni siquiera a las clases), los profesores vamos a lo nuestro, el «sistema universitario» se adapta a la ley del mínimo esfuerzo y la sociedad, que lo sabe, va advirtiendo que tampoco pasa nada… Pero merece la pena que nos tomemos en serio esta tarea, desde todos los ámbitos.
    Gracias y saludos cordiales

  6. Francisco Esteban dice: 25/05/2023 a las 09:26

    Apreciado Fernando, mil gracias por tus amables palabras y tu reflexión que, ciertamente, me ha interesado mucho. Sí, se trata de seguir trabajando y todos juntos.
    Un abrazo y gracias de nuevo
    Fco

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