Remontar el vuelo para tener altura de miras

El mundo es una esfera de cristal,
el hombre anda perdido si no vuela
no puede comprender la transparencia.
Pablo Neruda

Transitamos por la tercera década del siglo XXI, y hace ya muchos años, más de 15, que la información entra y sale de nuestros bolsillos y nos mantiene comunicados de forma instantánea alrededor de todo el planeta. Si pudiéramos visualizar las trayectorias de estos viajes, el sol se oscurecería bajo una tupida madeja. Sin embargo, el tráfico de datos es invisible, sutil, evanescente, tanto que no lo tenemos en cuenta, que creemos que no existe. Y nuestra vida cotidiana avanza plácida y satisfecha con los enormes beneficios que, en escala ascendente, la ciencia y la tecnología nos reportan.

En los últimos meses, sin embargo, se ha desatado una inquietud, una sensación de rara indefensión ante lo que se está empezando a percibir como un avance excesivo de la capacidad humana para desarrollar una suerte de inteligencia.

Inteligencia artificial, así se ha dado en llamar. Esta denominación es antigua, ya que proviene de mediados del siglo XX (John McCarthy, Conferencia de Dartmouth, 1956).  Solo ahora parece haber cobrado un estigma de amenaza, al combinarse la abundancia de información disponible con la posibilidad de transformarla; es decir, ante el crecimiento conjugado de la capacidad de generación y almacenamiento de datos, y de la computación.

El acceso al conocimiento, arma de doble filo

El acceso al conocimiento ahora se percibe como un arma de doble filo, pues a sus ventajas evidentes se suma el temor a quedar al descubierto, a perder privacidad e incluso a confundir identidades. Así, son innúmeras las voces de advertencia acerca de los peligros que se ciernen sobre nuestra sociedad, y hay quienes nos avisan de un riesgo de colapso por pérdida de control. Se habla de posibles adicciones a la tecnología, de problemas psicológicos por el aislamiento social, de pérdida de puestos de trabajo, de confusión en la percepción de la realidad.

Esta hojarasca ensordecedora nos arrastra, como una corriente imparable, a la atalaya de una visión muy concreta, sesgada por tanto, que nos impide oír otras señales que podrían componer un panorama más amplio y mucho más complejo.

Precisamente porque, como señalábamos al principio, el movimiento de los electrones, los campos eléctricos y las ondas electromagnéticas son invisibles para nosotros, tendemos a pensar que los mensajes de texto, los documentos, las fotos, las piezas musicales, las notas de voz, se mueven por nuestros teléfonos, tabletas y ordenadores siguiendo los solos estímulos de un teclado; como se suele decir, “a un solo click”.

La realidad es muy otra. El almacenamiento y transmisión de la información, así como la aptitud para la computación, requieren un soporte físico que, como tal, posee unas dimensiones, y se caracteriza por su masa y su energía.

El futuro de los soportes de la información

¿Somos conscientes del formidable ritmo de crecimiento de la masa y la energía que se ponen en juego en nuestra sociedad de la información? Y, más relevante, ¿podemos prever si este proceso mantendrá un crecimiento sostenido o, por el contrario, alcanzará una saturación?

Para responder a estos interrogantes puede resultar pertinente interpretar las gráficas que se muestran en las figuras  1 y 2.

En la figura 1 se representa comparativamente el ritmo de crecimiento de la generación de datos (región comprendida entre las dos líneas discontinuas en azul) frente a la capacidad de la fabricación de su soporte físico, los circuitos integrados o chips (línea violeta). Para almacenar 1 zetabyte (8×1021 bits) se precisan 100 kg (0.1 toneladas) de material físico (silicio).

Puede verse que, en el supuesto más conservador, en el año 2040 ya no se podrá fabricar la cantidad de chips requerida para almacenar toda la información generada.

 

Fuente: The Decadal Plan for Semiconductors, Semiconductor Research Corporation, 2023.

 

Por su parte, en el panel izquierdo de la figura 2 se representan comparativamente los ritmos de crecimiento de la generación de datos (línea azul) y de la capacidad de transmisión de datos (línea verde). El cruce de las capacidades de la generación de datos y de la comunicación se produjo en el año 2020, cuando la cantidad de datos generados superó la capacidad tecnológica mundial de comunicación de la información; ello está limitando la transmisión de la información, pues los datos no se pueden transmitir al mismo ritmo que se generan.

Finalmente, el panel derecho de la figura 2 muestra la evolución de la energía consumida por los procesos de computación y la producción mundial de energía. La predicción desde la situación actual apunta a que en torno a 2045 se precisaría toda la energía producida para satisfacer las necesidades energéticas de los procesos de computación.

 

Fuente: The Decadal Plan for Semiconductors, Semiconductor Research Corporation, 2023.

 

A la búsqueda de cambios cualitativos

Este análisis nos muestra dónde hemos de poner el foco para avanzar hacia el futuro manteniendo un progreso creciente, pero a la vez sostenible, que preserve nuestra cultura, la vida, y la salud del planeta.

Es urgente la búsqueda de respuestas ante los retos a los que realmente nos enfrentamos.

Por inconcebiblemente pequeños que se nos antojen los elementos que constituyen los circuitos integrados, los denominados chips, hemos de conseguir que cada unidad básica de información ocupe un espacio físico de dimensiones mucho menores. Por increíblemente rápidas que nos parezcan las transmisiones telemáticas, tenemos que ampliar el ancho de banda de los canales de comunicación para aumentar la velocidad y el flujo de datos, o descubrir otra manera de codificar la información. Y, aunque no la percibimos ni la imaginamos, es ineludible conseguir que la fabulosa cantidad de energía que consumen los dispositivos y sistemas de almacenamiento, computación y comunicación, disminuya de manera drástica.

Se trata, entonces, de nuevos planteamientos; de cambios cualitativos, puesto que se agota el margen de los avances cuantitativos.

La eficiencia del cerebro humano

A modo de ejemplo, podemos mencionar que el sistema de computación más eficiente desde el punto de vista energético es precisamente el cerebro humano. Y es por ello que uno de los paradigmas más perseguidos como alternativa a las soluciones actuales es el de los denominados sistemas bio-inspirados, basados en circuitos neuromórficos.

A la luz de estas evidencias quedan establecidos los desafíos de nuestra era, que debemos atender. En una posición central se sitúa la capacidad de almacenamiento y transferencia, con garantías de integridad y seguridad, de las ingentes cantidades de información que generamos.

Las universidades, líderes de la creación de conocimiento

Es impostergable en esta encrucijada la creación de nuevo conocimiento, para cuya consecución nos podrán ayudar, sin duda, las herramientas inteligentes de que disponemos, si bien es indudable que tendrá que ser destilado por la inteligencia humana. Y habrán de ser las universidades las que piloten este proceso.

Las universidades, imbatibles edificaciones que se han venido erigiendo desde el siglo XI para atesorar sabiduría, jalonan la historia del conocimiento humano como luminarias concatenadas en las que brilla el encuentro intelectual, la reflexión y el pensamiento crítico. Mil años después se pone a prueba, más que nunca, la pervivencia de su rol único, pues deben responder con la presteza y agilidad que los tiempos requieren.

Altura de miras

Las universidades públicas españolas tienen que identificar los conocimientos que hay que transmitir en este momento preciso, y tener altura de miras para proponer diferentes enfoques y poner en marcha otros planes de estudio, y ello a la vertiginosa velocidad que nuestra sociedad demanda, pues es perentorio impartir el saber a medida que aflora.

Las universidades públicas españolas tendrán que soltar lastre burocrático para afrontar perentorios retos científicos y tecnológicos.

Con los avances tecnológicos de que disponemos actualmente no pueden seguir aferrándose a una arcaica burocracia ni reclamar un ritmo lento para la toma de decisiones. El tiempo ahora es oro, y debe dedicarse por entero a la investigación y al pensamiento para alumbrar los avances que están por venir. Tiempo para enseñar, tiempo para aprender, tiempo para vislumbrar y decidir hacia dónde nos dirigimos, tiempo para aquilatar las dimensiones éticas que entrañan inéditos escenarios.

De la capacidad de las universidades para responder con ímpetu a los vientos que nos impulsan dependerá no solo su futuro, sino nuestro porvenir.


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Comentarios
  1. Carmen Perez-Esparrells dice: 06/07/2023 a las 09:20

    Enhorabuena profesora Castán. Con su insuperable prosa y una gran dosis de realismo basado en evidencias, nos pone quizás ante el desafío más importante que tienen nuestras universidades.


¿Y tú qué opinas?