4ª lección: los «rankings» y los sistemas universitarios españoles
En la entrada anterior, se mostró cómo los rankings pueden ser utilizados también para la comparación entre sistemas universitarios, a través de la agregación a nivel de país de la información que proporcionan. Además, esta información agregada es fácilmente combinable con la demográfica y/o económica, proporcionando información relacionada con la eficacia y eficiencia de los distintos sistemas.
Pero los ciudadanos de países con cierto nivel de descentralización, especialmente en el ámbito de la educación superior, sabemos que, estrictamente hablando, no existe un sistema universitario único.
No existe un sistema estadounidense, ni canadiense, ni británico,… ni español. En cada uno de estos países con sistemas descentralizados, existen enormes diferencias estructurales internas, aunque compartan una base cultural común. Como las que hay, por ejemplo, entre el SUNY (el sistema público del Estado de Nueva York), la Universidad de California (el sistema público de universidades investigadoras de California) o la Universidad de New Hampshire (la universidad pública de este pequeño Estado); o entre la Universidad de Reading y la de Saint Andrews, o entre la de Québec y la de British Columbia. Aunque en menor medida, porque comparten una misma ley estatal muy intervencionista, existen apreciables diferencias entre los sistemas universitarios de las distintas Comunidades Autónomas españolas, conformados por las universidades y sus relaciones con sus respectivos gobiernos (especialmente económicas, a través de los distintos modelos de financiación).
¿Pueden servir también los rankings para identificar diferencias entre los sistemas de las Comunidades Autónomas, que puedan ser de utilidad? La utilidad seguramente podrá ser cuestionable o, en todo caso, dependiente de la mirada o los intereses de cada cual. Las diferencias, como veremos, pueden ser más objetivas. Para poner un marco de referencia, tanto para las universidades individualmente como para su agregación a nivel de Comunidad Autónoma, he seleccionado un conjunto de sistemas universitarios europeos que se sitúan entre los más avanzados del mundo y que tienen, todos ellos, una dimensión comparable a las Comunidades Autónomas españolas de mayor dimensión. Se trata de los sistemas de países occidentales con una población comprendida entre 4 y 10 millones de habitantes: Irlanda, Dinamarca, Finlandia, Austria y Suecia, a los que se ha añadido el sistema escocés, con una población similar a Dinamarca y Finlandia.
A partir de la información detallada, universidad a universidad, de producción científica, posición en rankings e ingresos totales de las 84 universidades de investigación de estos 6 sistemas universitarios, junto con la de las 50 universidades públicas españolas (no está disponible públicamente la información sobre ingresos económicos de las universidades privadas), se puede identificar la clara correlación lineal que existe entre el impacto científico, la presencia en rankings y la dimensión económica de una universidad. La siguiente figura recoge toda esta información en un único gráfico. La función de correlación lineal escrita y representada en el gráfico corresponde a la tendencia de los países de referencia, y la primera observación que puede hacerse es que cuando se incorporan las universidades españolas, éstas se distribuyen alrededor de la misma correlación. Es decir, se puede saber el coste esperable de un impacto científico deseado: básicamente, el impacto total deseado dividido por 40 nos da la dimensión económica necesaria de la universidad, en millones de euros.
En los sistemas considerados, no hay ninguna universidad que figure en los tres principales rankings, que tenga un ingreso total por debajo de 200 M€. Contando las españolas, sólo hay una que lo consiga, pero también hay una que, con ingresos superiores a 200 M€ no está presente en ninguno de los rankings.
Las universidades que representan una envolvente superior de esta distribución (impacto científico muy superior al esperado por ingresos) son españolas hasta unos ingresos totales de 400 M€; a partir de esta cifra, sólo hay una universidad española que, precisamente, se encuentra en la zona de menor impacto del esperado. Por otra parte, también se encuentran universidades españolas en la envolvente inferior, indicando una cierta mayor dispersión de la que existe entre las 84 universidades de los 6 sistemas universitarios considerados.
Esta mayor dispersión y las consiguientes diferencias entre las universidades españolas, se aprecian aún más en el siguiente gráfico, donde se representa la puntuación en rankings (según el procedimiento descrito en la entrada anterior) por 1.000 millones de euros de ingresos frente al impacto por millón de euros de ingresos. Aquí se pueden identificar cuatro cuadrantes: (I) mayor puntuación e impacto por euro que la media, (II) mayor puntuación pero menor impacto por euro, (III) menor puntuación e impacto por euro que la media y (IV) menor puntuación pero mayor impacto por euro que la media. 5 universidades españolas se sitúan como envolvente superior del cuadrante (I), lo que significa que tienen mejor presencia en rankings de la esperada por ingresos pero aún mayor impacto. Ninguna universidad española se encuentra en el cuadrante (II), lo que significa que todas las que tienen mejor presencia en rankings a la esperada seguramente se debe a su gran impacto. 11 universidades se encuentran en el cuadrante (III), y bastante agrupadas en relación con la dispersión observada entre los sistemas de referencia.
Finalmente, 4 se encuentran en el cuadrante (IV). En definitiva, entre las 20 universidades españolas con alguna presencia en rankings, 5 la tienen por encima de lo esperable por su dimensión económica y 15 la tienen por debajo. En cuanto a impacto, 9 se encuentran por encima del esperado y 11 por debajo.
Como puede verse, el “sistema universitario español” presenta, en estos términos, más diferencias internas que las que se observan entre los 6 sistemas de referencia utilizados.
¿Qué ocurre cuando estos resultados se agregan por Comunidades Autónomas? Pues que las diferencias se enfatizan, y aclaran, aún más. En el siguiente gráfico se muestran los 6 sistemas considerados y las nueve Comunidades Autónomas con representación en alguno de los rankings principales. Dado que 4 de las 5 universidades del cuadrante (I) de la figura anterior son de una misma Comunidad, ésta aparece destacada como única Comunidad en el nuevo cuadrante (I), con una presencia global en rankings y un impacto por encima de los esperable con su nivel de gasto total. Luego, pueden identificarse un conjunto de 3 Comunidades con resultados homologables al del conjunto de referencia, es decir, con un impacto y una presencia en rankings de acuerdo con lo esperable, y, finalmente, un grupo de 5 Comunidades, más alejado en la zona de baja puntuación y bajo impacto, por debajo de lo que sería de esperar. Las restantes Comunidades no aparecen en el gráfico, como se ha dicho, porque ninguna de sus universidades aparece en ARWU, THE o QS.
En los gráficos anteriores no se identifican ni universidades en particular ni Comunidades Autónomas. Recordando que los datos utilizados corresponden, en todos los casos y en todos los conceptos, al año 2013, la siguiente tabla proporciona la información cuantitativa de los diferentes sistemas universitarios analizados que permite la identificación de las distintas Comunidades Autónomas en el gráfico anterior.
Para finalizar esta serie de lecciones sobre qué podemos extraer de los rankings, y como conclusión general, se puede afirmar que la medida del impacto científico de una institución y la agregación de los impactos de las instituciones de un sistema universitario constituyen una herramienta eficaz para la comparación internacional y el análisis de su posicionamiento y comportamiento relativo.
La introducción de variables de tipo socio-económico aporta, además, información relativa a la eficiencia de dichas instituciones y/o sistemas. El posicionamiento en rankings constituye también una herramienta igualmente eficaz, con una buena correlación con el impacto. A través de un sencillo método de cuantificación, se puede también medir el posicionamiento en rankings de países y sistemas universitarios. En general, tanto impacto como posicionamiento son función directamente proporcional a los recursos movilizados en la Educación Superior. El análisis llevado a cabo permite concluir, con relación a España, que su producción científica e impacto son adecuados al tamaño del país pero que los recursos movilizados son sensiblemente menores a los de los países que ocupan las primeras posiciones; de hecho menores incluso a lo que corresponde, comparativamente, a la riqueza del país. Y esta variable incide de manera determinante en el posicionamiento en los rankings.
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Interesantísimo artículo. Más allá del análisis cuantitativo, que sobrevuela algunos de los tópicos referentes a la investigación en nuestro país («El análisis llevado a cabo permite concluir, con relación a España, que su producción científica e impacto son adecuados al tamaño del país pero que los recursos movilizados son sensiblemente menores a los de los países que ocupan las primeras posiciones»), me pregunto de qué manera estos rankings pueden servirnos para orientar la acción política en lo referente a las universidades. Por poner un ejemplo, si es posible, como se muestra en este caso, utilizar los rankings para hacer comparaciones a distintos niveles (sólo he leído esta lección, pero me pondré con las otras), ¿no sería más conveniente promover una deslocalización en departamentos y ramas de conocimiento? Con ayudas de movilidad, por supuesto; y sobre todo teniendo en cuenta que el intento de competir globalmente con estas universidades sólo nos conduciría a una mayor frustración…
Estoy de acuerdo con el comentario de Pablo. Excelente la serie del profesor Grau. Si diversificamos el sistema universitario y aplicamos los recursos necesarios para que departamentos o grupos de investigación punteros tengan el reconocimiento que merecen en impacto y posicionamiento, algunas universidades españolas tardarán poco en ascender posiciones. Si hablamos de la importancia de la I-D+i para competir y crecer, ¿no habrá que de empezar a demostrar que nos lo creemos? Al menos, y no es poco, los profesores estamos convencidos de ello.