Bajar el nivel, subir el nivel
Es inevitable que cualquiera que lleve algún tiempo en la docencia compare el nivel de los estudios actuales con el de hace unos años. Normalmente, la sensación suele ser que el nivel “ha bajado”, es decir, que el alumnado actual sabe menos que el de épocas pasadas.
Sin embargo, puede que la pregunta no sea tan simple, porque el nivel de conocimientos no es solo cuantitativo, sino también cualitativo. No se trata solo de qué se aprende, sino también de cómo se aprende.
¿Qué docente universitario no se ha encontrado con alumnado que aprendió la materia en Bachillerato, pero que no sabe utilizar esos conocimientos o relacionarlos con otros? ¿Qué docente de ámbitos científicos o técnicos no ha detectado conocimientos que son puramente procedimentales? Muchos estudiantes saben “cómo se hace”, pero apenas se han preguntado –ni mucho menos se han respondido– para qué o por qué se hace así.
Quizá sea por esto que el alumnado de nuestro país no suele puntuar muy alto en las pruebas internacionales PISA (Program for International Student Assessment). Pero esto no significa que tengamos un nivel más bajo, en el sentido de saber menos cosas. Por ejemplo, en Matemáticas, es posible que nuestro alumnado sepa hacer más cálculos mecánicos, e incluso más difíciles, pero le cueste relacionar conceptos de distintos temas, o le falte creatividad para resolver algo que no sean problemas “tipo”.
Mucho se ha hablado del llamado aprendizaje memorístico. Hay que precisar qué se quiere decir con ello, ya que obviamente la memoria es necesaria para aprender cualquier cosa. La memoria es el cimiento del saber: sin cimiento, no hay edificio. Pero si nos quedamos solo en los cimientos y no construimos nada encima, tampoco hay edificio.
La taxonomía de Bloom
En 1956, Benjamin Bloom, de la Universidad de Chicago, presentó esta clasificación jerárquica de los procesos de aprendizaje, ordenados del más simple al más complejo:
- Recordar
- Comprender
- Aplicar
- Analizar
- Evaluar
- Crear
Esta clasificación, conocida como taxonomía de Bloom, se suele representar en forma de pirámide. Esto no es casual, sino que expresa que los niveles superiores se apoyan sobre los inferiores: recordar y comprender los conceptos básicos proporciona la base para analizar, evaluar, o crear.
Quien llega a la cima de la pirámide se entiende que domina el tema. Es el caso de quienes se forman en investigación, que deben llegar a crear nuevo conocimiento.
Es importante que exista una progresión entre niveles cognitivos. Si el aprendizaje se queda en los niveles cognitivos bajos, será un aprendizaje más pobre y menos significativo; mientras que si el proceso evoluciona hacia los niveles superiores será más fácilmente utilizable y transferible a otros contextos.
Hay que señalar que no es un proceso secuencial: no se trata de efectuar primero toda la memorización para, solamente después y si queda tiempo, pasar a otros niveles. Al contrario, los niveles cognitivos interactúan entre sí, y los niveles superiores también ayudan a los inferiores. Es decir, recordamos mejor una fórmula matemática si entendemos por qué la fórmula es así; o recordamos mejor un hecho histórico si sabemos sus causas o su relación con otros hechos.
Es por ello que para diseñar el programa de una asignatura universitaria o plan de estudios sería conveniente tener en cuenta, no solo qué se aprende, sino cómo y a qué nivel cognitivo. Estos objetivos suelen plasmarse en forma de competencias en la planificación de las materias, pero muchas veces las intenciones chocan con la realidad. Como los recursos –principalmente el tiempo de un curso académico o semestre– son limitados, no se puede atender a todo, y por ello, prestar más atención a un nivel cognitivo (alto o bajo) suele significar que hay menos tiempo para trabajar otros niveles.
Así que, quizá no sea lo más acertado hablar de que el nivel sube o baja, en el sentido de hacer las materias más fáciles o más difíciles. Más bien, el nivel se desplaza hacia arriba o abajo por la pirámide de Bloom, atendiendo menos o más a cada uno de los diferentes niveles cognitivos.
Las distintas etapas educativas
Observemos que en cursos superiores de Grado, o en asignaturas de Máster, es frecuente que se evalúe mediante trabajos elaborados por el alumnado, en lugar de mediante exámenes en los que este demuestre lo que recuerda. Esto significa que en estos cursos se está poniendo el peso en los niveles cognitivos altos, los cuales, por supuesto, se apoyan a su vez en los niveles bajos.
Pero si en la Educación Superior parece claro que se debe escalar la pirámide, posiblemente la escalada debería comenzar desde niveles educativos anteriores.
Aquí desempeñan un papel importante las pruebas de acceso a la Universidad, que en nuestro país se encuentran en este momento en una fase de proposición de reformas. Si comparamos con países de nuestro entorno, muchas de las pruebas de otros lugares tienen algo en común y que les diferencia de las pruebas de acceso españolas: se apoyan más en niveles de Bloom superiores, o al menos intermedios.
Por este motivo, la percepción del nivel de una prueba puede ser engañosa. Una prueba de acceso a la Universidad podría parecer más fácil si el enunciado es muy simple, o si en él se incluyen datos o fórmulas que ya no hace falta recordar. Pero la prueba será intelectualmente más exigente si se espera del estudiante que explique, relacione, analice, o (¡incluso!) aporte ideas propias.
«Y esto, ¿Para qué me sirve?»
Como ha aparecido en algunos artículos de este blog [“Una española en Berkeley”, de Violeta Lanza] la movilidad internacional del alumnado a menudo pone de manifiesto el choque cultural.
No es lo mismo llegar a un aula a recibir información para luego reproducirla en el examen, que llegar a un aula donde el docente plantea desde el primer día un problema o cuestión para así elaborar las ideas entre todos.
Este último ejemplo parecería abordar la pirámide de Bloom desde arriba. No importa, se volverá a los niveles bajos cuando sea necesario; pero el estudiante ya para entonces poseerá una visión de cuál es la utilidad de los contenidos, o hacia dónde se dirigen. Si no, se corre el riesgo de que el alumnado reciba una gran cantidad de información sin tener una perspectiva clara sobre cómo se organizan los conocimientos y qué papel juegan en su trayectoria formativa. La clásica pregunta “¿Y esto para qué sirve?” debería encontrar respuesta en las mismas aulas donde, en voz baja, se formula.
No obstante, como ya se ha planteado alguna vez en este blog (por ejemplo aquí), el desplazamiento hacia arriba en la taxonomía de Bloom ha de superar resistencias tanto por parte del profesorado como del alumnado. Cuando alguien se ha instalado –después de años recorriendo el sistema educativo, o después de años de ejercer la docencia– en un tipo de aprendizaje, se crea una inercia que no es fácil de vencer.
Y hay más factores que dificultan el paso a niveles cognitivos superiores. Por ejemplo, la ratio profesorado/alumnado en los niveles universitarios (como en todos los niveles educativos) es un factor muy decisivo. Sin duda, es más difícil trabajar niveles altos en un aula masificada y por eso se recurre con frecuencia a descender en la pirámide.
Por otra parte, todo tiene un coste, y es posible que un aprendizaje más elaborado vaya en detrimento de la cantidad de conocimientos que pueden presentarse. Sin embargo, también es cierto que, en cualquier campo, siempre quedará materia por aprender. Por tanto, es fundamental que los egresados salgan de la Universidad con unos conocimientos suficientes, pero también con la capacidad de buscar la información relevante cuando sea necesario, elegir bien las fuentes, y tener juicio crítico.