El cambio pasa por no seguir igual

Me parece paradójico que todas las Universidades del mundo hagan uso del nombre Universidad. Y aunque es evidente que muchas de ellas coinciden en las ideas abstractas, hay muchas diferencias en los procedimientos de aplicarlas. Si cada universidad fuese un corredor de fondo participando en una carrera, podríamos afirmar que cada corredor tiene una preparación distinta y sigue una estrategia diferente. Al principio de la competición es posible que no haya apenas diferencias, todas parecen estar en las mismas condiciones. Sin embargo, a medida que recorren más y más metros, las diferencias se van haciendo más evidentes entre unos corredores y otros. ¿Qué hace que unas lleguen lejos y otras parezca que no se muevan apenas?

Empecemos diciendo que no todas se han preparado en el mismo entorno social y económico, pero lo que es evidente para casi todos los universitarios, sobre todo para aquellos que disponen de una cierta cultura internacional, es que las universidades del primer cuarto del siglo XXI compiten con el siguiente marco externo de ideas fuerza.

  • Se sigue confiando en la capacidad de las universidades para generar conocimiento avanzado y en su creatividad para orientarlo directa o indirectamente hacia la resolución de los problemas del mundo, ya sea éste local o internacional.
  • Las universidades no se deben conformar con adaptarse a las exigencias del cambio, sino que deben ser capaces de anticiparse para influir en ese cambio.
  • Las universidades que se consideran exitosas son las que tienen mejores profesores y mejores alumnos, las que más presupuesto manejan, mejores infraestructuras ofrecen y sobretodo las que son capaces de entender las necesidades en educación e investigación del mundo que las rodea.

También es fácil reconocer que existe una presión creciente sobre las universidades por parte del mercado y de las fuerzas políticas y sociales que cristaliza en la estandarización de los análisis de calidad desde un punto de vista global (acreditaciones, comisiones,…), la aparición de procesos competitivos generados por entidades externas, el reclamo de conocimientos dirigidos hacia las necesidades del entorno, la exigencia de participación en la resolución de los problemas económicos nacionales/regionales, la exigencia de búsqueda de resultados cortoplacistas, y el fuerte intervencionismo legislativo, justificado en la desconfianza, que busca un control político de la institución…

Por todo ello, está claro que el devenir de estas instituciones ya no va a depender sólo de los análisis y decisiones internos.

Otro aspecto a tener en cuenta surge del origen de los recursos económicos de las universidades públicas,  cuyos fondos provienen de las distintas administraciones públicas, las tasas estudiantiles, los programa públicos y actividades de I+D+i, y las escasas donaciones y ayudas privadas. Si se analiza el caso español, todos los indicios apuntan a un descenso de la aportación pública al sostenimiento de la enseñanza superior, por lo que si ésta se estanca o se reduce entonces las universidades públicas (cuyo gasto siempre crece) tendrán que optimizar sus actividades, implementar nuevas iniciativas o fortalecer algunas de las existentes, ya que de no hacerlo así puede poner en riesgo su calidad, que es su aspecto más importante. Por ello, ese tipo de universidades van a tener que aprender a definir prioridades y a buscar fondos para cubrirlas, de manera que han de afrontar con ideas innovadoras tres retos importantes: reducir costes, incrementar la productividad y mejorar la calidad. Estos retos hasta ahora le han sido prácticamente desconocidos o han sido de una prioridad muy baja ya que, históricamente, solo hemos demostrado que sabemos crecer.

Y si no bastara con todo lo dicho, actualmente ya se cuestiona el planteamiento monopolista de la Educación Superior Universitaria, véase la aparición de entornos abiertos de aprendizaje que suelen ir asociados a la necesidad de formación a lo largo de toda la vida profesional, o por placer. De hecho empieza a aparecer una industria del conocimiento que acredita y actúa como una fuerza externa al ámbito universitario. En un futuro inmediato puede que la Educación Superior o la acreditación de saberes no dependa estrictamente de los organismos públicos ni estatales correspondientes. Además, la figura del profesor está en crisis, el poder político e incluso la universidad se han obcecado por la investigación y la innovación, y ha dejado de valorar lo extraordinario de transmitir, educar y enseñar. Reflexionemos sobre el interés mostrado por la sociedad globalizada en saber quién es un excelente investigador o quién es un excelente docente. Para responder a la primera cuestión tenemos herramientas cada vez más estandarizadas, mientras que la respuesta a la segunda vaga a la deriva.

¿Qué hacer? Empecemos reconociendo que las universidades son un entorno privilegiado, caracterizado por un conjunto de propiedades difíciles de encontrar en otras estructuras sociales; pero no nos engañemos: están formadas por seres humanos con sus virtudes y sus vicios intelectuales. Todos los cambios importantes en este tipo de institución, sean los que sean, obligan a salir de lo que se denomina “zona de confort”, agradable estado mental acomodaticio no excesivamente estimulante que ralentiza su capacidad de reacción. Por ello, muchas de las personas físicas o fiscales que pagan impuestos, piensan que la universidad pública no es susceptible de experimentar un gran cambio debido a que las ligaduras asociadas a su tradición, cultura y complejidad la hacen difícil de manejar e incluso ingobernable. Los universitarios llevamos la fama de que normalmente discutimos más el cómo se hace en vez de planificar qué hacer, comportamiento que da lugar a interminables discusiones baldías que acaban alejándonos de las necesidades reales. Y, en virtud de la autonomía universitaria, y dada la naturaleza fundamentalmente democrática de la institución, la mayoría de sus académicos, confundiendo conceptos, no han aceptado ni tolerado un fuerte liderazgo rectoral, por lo que puede ser cierto el dicho «donde muchos mandan, nadie obedece y todo perece».

Volviendo a la pregunta del inicio: la universidad que más lejos llegue no será la mejor dotada, ni la más astuta, sino aquella que responda mejor al cambio que ella misma haya contribuido a crear. Precisamente por eso, el cambio pasa por no seguir igual.

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Comentarios
  1. DELIA RODRÍGUEZ dice: 12/03/2018 a las 12:47

    Prof. Francisco
    ¿Qué opinión tiene sobre los procesos de evaluación de los estudiantes en las universidades?
    ¿Están los profesores del nivel doctoral, preparados en materia de evaluación?
    Tengo un planteamiento -Si la evaluación permea todos los procesos educativos, si cambiamos la concepción de evaluación cambiará el sistema educativo-
    Gracias de antemano por leer y responderme.
    https://deliarodriguezinvestigacion.wordpress.com/
    @DeliaRodr

  2. […] Origen: El cambio pasa por no seguir igual – Universidad, sí […]


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