El diagnóstico de un «milagro» y la necesidad de seguir trabajando

La satisfacción de los graduados y las graduadas de las Universidades catalanas, como así se desprende de las conclusiones incorporadas en el primer informe elaborado sobre este particular por la Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari de Catalunya (AQU), sobre un universo de más de 17.000 estudiantes (el 22% del total) que han sido consultados entre 2015 y 2017, se sitúa, en 2018, en una media de notable (7,0).

Si tenemos presente, de una parte, la infrafinanciación del sistema universitario catalán (SUC) en los últimos años, con una necesidad urgente de recuperar más de 200 millones de euros en los próximos ejercicios presupuestarios; de otra, los casos de supuesto “fraude”, que en los últimos tiempos han afectado a diferentes miembros de la clase política y que han terminado por situar a la Universidad, pese a ser la institución pública más reconocida y valorada por la ciudadanía, en el punto de mira del “ruido mediático”; y, la inexistente o equivocada política de personal por parte de los diferentes gobiernos que, en modo alguno, han venido a dar respuesta, no ya al inaplazable relevo generacional, sino ni siquiera al mantenimiento de las plantillas de PDI y PAS, los resultados sobre la satisfacción de los graduados son ciertamente positivos y bien pudiera decirse, a los ojos de un observador imparcial que no conociese el esfuerzo y dedicación del profesorado y del personal de administración y servicios, así como el trabajo de los estudiantes y el sacrificio económico de sus familias, un auténtico “milagro”.

Con la actual infrafinanciación del SUC, con los casos de supuesto “fraude” y la inexistente política de personal, los datos de satisfacción de los graduados pueden calificarse de autentico “milagro”.

Ello, sin embargo, no debe relajarnos respecto a lo que hoy parecen constituir “puntos fuertes” de la formación universitaria en Catalunya, así como tampoco conducirnos a dejar de afrontar, con responsabilidad y valentía, las debilidades que cabe apreciar, con mayor o menor intensidad, en los distintos ámbitos de conocimiento disciplinario.

En el campo de Artes y Humanidades, en el que destacan muy positivamente los servicios de biblioteca y las habilidades comunicativas y personales adquiridas por los titulados, las cuentas pendientes siguen siendo tanto la falta de coordinación entre las asignaturas que integran los diferentes grados, como las carencias en orden al diseño atractivo de sus actuales planes de estudio. De hecho, ello puede explicar, en alguna medida, que la población graduada en este ámbito de conocimiento represente menos del 10% del total.

En esta dirección de hacer atractiva la oferta, resulta una iniciativa plausible la recientemente expuesta por el actual decano de la Facultat de Geografia i Història de la UB, en el sentido de trabajar conjuntamente con la Facultat de Biblioteconomia y Documentación en la organización de una doble titulación, poner en marcha un Master de Humanidades Digitales, y potenciar las sinergias con la Facultat de Filosofia, con la que comparten edificio, espacios y aulas.

En el terreno de las Ciencias Sociales y Jurídicas, los puntos fuertes y débiles de cada titulación son notablemente divergentes, máxime si tenemos presente sus diferentes perspectivas profesionales. En cualquier caso, si bien el 70% de las alumnas y alumnos consultados en este ámbito están satisfechos con su formación, lo cierto es que convendría mejorar, como así se desprende del informe elaborado por la AQU respecto a la organización de su tutorización, de tal forma que ésta fuese percibida por el alumnado como realmente útil.

Hay que aceptar el reto de mejorar la tutorización para que el alumno perciba su utilidad.

En el ámbito de Medicina y Ciencias de la Salud, altamente valorado en orden a su dimensión profesionalizadora, en especial por lo que hace referencia a las prácticas externas y las capacidades adquiridas para la profesión, se han identificado, no obstante, algunos sub-ámbitos que todavía hoy tienen capacidad de mejora en orden a la coordinación de asignaturas y el volumen de trabajo que éstas implican para su alumnado. Para evitar o, en todo caso, minimizar estas diferencias, puede resultar útil seguir el camino emprendido por la Universitat de Barcelona, bajo la iniciativa de su anterior equipo de gobierno, en la dirección de haber configurado, sin perjuicio de respetar la autonomía de sus diferentes Unidades de Formación e Investigación, una gran y potente Facultat de Medicina i Ciències de la Salut.

Desde la perspectiva de las Ciencias, destaca la satisfacción del alumnado para con las instalaciones (ello no debe hacernos olvidar, sin embargo, que fruto de los recortes derivados de la crisis, algunas de ellas requieren de una fuerte y urgente inversión, incluso desde la perspectiva del mantenimiento de la seguridad en su uso), y la correcta utilización del campus virtual; siendo claramente mejorable, por el contrario, a juicio de las tituladas y titulados, su sistema de evaluación.

A juicio de los alumnos, el sistema de evaluación del área de Ciencias debería mejorar.

Finalmente, en cuanto a Arquitectura y las Ingenierías, en la que Informática destaca, en positivo, por encima de las otras titulaciones, todavía queda, a juicio del estudiantado, mucho camino por recorrer en orden a la configuración de un adecuado proceso de enseñanza y aprendizaje, así como en lo relativo a la tutorización, el volumen de trabajo e, incluso, el profesorado.

Este informe, como suele decirse respecto a las encuestas, no representa una foto fija, sino más bien la imagen de un momento concreto (2015-2017). Por ello, cara al futuro, resulta obligado seguir trabajando para mantener y reforzar las actuales fortalezas del sistema universitario catalán, así como poner “remedio” a las debilidades detectadas. Para hacerlo, más allá de las buenas palabras, será necesario contar con una mayor y mejor financiación pública (acompañada de una rendición de cuentas), ejercer la autonomía universitaria de forma responsable (sin interferencias políticas), y luchar contra ciertos inmovilismos, cada vez menores, pero todavía latentes en algunos sectores de la Universidad.

Resulta obligado seguir trabajando para mantener y reforzar las actuales fortalezas del sistema universitario catalán, así como poner “remedio” a las debilidades detectadas.

Solo así podrá hablarse de un auténtico Pacto Nacional por el Conocimiento que requiere, como premisa, tener claro dónde estamos (poniéndolo en valor), qué hemos sido (no olvidándolo) y, desde luego, qué Universidad queremos para el futuro de nuestras hijas e hijos.

 

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