El inaceptable olvido de los investigadores postdoctorales en el Anteproyecto LOSU de 21 de junio de 2022

En el debate público abierto en torno al Anteproyecto de Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), aprobado por el Consejo de Ministros con fecha 21 de junio de 2022, se ha puesto un especial énfasis, entre otras cuestiones, en el modelo de elección del rector, el derecho al paro académico, la intervención del estudiantado en la creación de los planes de estudio y guías docentes, el aprendizaje a la largo de la vida, la internacionalización, la reducción de la precariedad del profesorado y la estabilización del profesorado asociado. Por el contrario, aun cuando la propaganda que le acompaña no deja de referirse a la potenciación del talento joven que ya atesora nuestro modelo universitario, lo cierto es que, por sorprendente que pueda parecer, en ese Anteproyecto de LOSU se “olvida” cualquier referencia sustancial al colectivo de los investigadores postdoctorales.

Colectivo éste (el de los investigadores postdoctorales) llamado, si las cosas se hacen con un mínimo de sentido común, a constituir la base de cualquier relevo generacional de calidad en la universidad española. No hacerlo así, potenciando solo la estabilización de un profesorado asociado que en ocasiones (no sería justo generalizar) se ha incorporado a la universidad con un concurso selectivo mucho menos “riguroso” que aquél que han debido superar los investigadores postdoctorales, podría constituir un torpedo a la línea de flotación de la calidad presente y futura de nuestro modelo universitario.

Investigadores postdoctorales: la “élite” del talento joven universitario ni puede ni debe penalizarse

Aun cuando la lectura del Anteproyecto LOSU parezca no tenerlo presente, resulta fuera de toda duda que la élite del talento joven universitario viene representada, en buena medida, por los investigadores postdoctorales. Ello es así, porque un significativo número de los hoy investigadores postdoctorales gozaron en su día de un contrato predoctoral al que accedieron en una convocatoria abierta y fundada, entre otras cosas, en la brillantez de su expediente académico. Por ello, precisamente, no se vieron abocados a tener que buscar cobijo bajo la figura de los “falsos asociados”. En paralelo, han cumplido, en no pocos casos, con obligaciones docentes similares a las que hayan podido corresponder al profesorado asociado; así como sus historiales investigadores han alcanzado un nivel más que notable.

Si queremos ser justos, convendría que cuando se contemplen, como hace el Anteproyecto LOSU, mecanismos de estabilización o concursos de méritos pensados para el profesorado asociado (nadie pone en tela de juicio su necesidad), también se incorpore, en igualdad de oportunidades, al colectivo de los investigadores postdoctorales.

Éstos debieran poder participar y beneficiarse de dichos mecanismos o concursos de méritos igual que el colectivo de asociados. La élite del joven talento universitario ni puede ni debe penalizarse por la introducción de discriminaciones “positivas” que puedan explicarse, que no justificarse, por un problema, como el de los asociados, de naturaleza estructural.

Profesores asociados o profesores postdoctorales ¿hay que elegir?

Bien está que la última versión conocida, por ahora, de la proyectada LOSU se “acuerde” de los sufridos y precarios profesores asociados (en particular, cuando se trata de los popularmente conocidos como “falsos asociados” que han hecho su trabajo y han sido “explotados” durante años). Sin embargo, no es menos importante que no lo haga en detrimento de aquellos investigadores postdoctorales, con mucho mejor currículum que gran número de asociados y que también, a lo largo y ancho de su vinculación con la universidad de adscripción, han cumplido con su encargo docente y han desarrollado una tarea investigadora más que relevante y en condiciones de dedicación absoluta a la universidad (sin poder desempeñar un trabajo externo llamado a complementar sus ingresos).

No se trata de desvestir a un santo, para vestir a otro. Se trata solo de aplicar la lógica y, lo más importante, ser justos. Utilizando un símil futbolístico, bien podría decirse que nada de razonable tendría que un equipo de fútbol profesional (la universidad) enfrentase la renovación de su plantilla olvidándose de aquellas jóvenes promesas del equipo filial (los investigadores postdoctorales) en los que tanto tiempo y dinero ha invertido en su formación a lo largo de los años precedentes; poniendo solo el foco de atención en aquellos otros jugadores (el colectivo de asociados) que, en más de una ocasión, también debieran catalogarse como jóvenes promesas del equipo filial, pero que en otras tantas no debieran pasar, fruto de automatismos legales carentes de justificación, a ocupar una plaza de jugador para la cual no tienen el nivel y calidad suficientes.

Estabilicemos a los mejores, sin privilegios para nadie. No hacerlo sería una irresponsabilidad que nos abocará a la mediocridad y, por extensión, al fracaso formativo de nuestros centros de educación superior.

La universidad española y su personal necesitan certezas y no más frustrantes “brindis al sol”

Convendría no obviar que cargar a las universidades, sin dotación económica real, con un incremento de su nómina académica en un mínimo de un 5% (lo que se precisa, cuando menos, para la lucha contra la actual precarización del profesorado), pero sin dotarlas, en paralelo, ni de un solo euro adicional en sus presupuestos, bien pudiera considerarse una “broma del mal gusto”. Forma de proceder llamada a “vender humo” en el presente e intentar “anestesiar” las actuales presiones sindicales sobre el particular, pero que en el futuro inmediato (llegado el momento de esos concursos de méritos a los que, como se ha dicho, no solo debieran tener acceso los falsos asociados, sino también los investigadores postdoctorales) acabará por provocar la asfixia (todavía más) de nuestros campus y la frustración de ese personal al que tanto deben los diferentes gobiernos, universidades y la sociedad en su conjunto.

La tramitación de la futura LOSU no ha concluido. Tiempo hay para dotarla de asignaciones presupuestarias concretas para enfrentar la regeneración de las plantillas y disminuir la temporalidad y precariedad que afecta al personal universitario desde hace décadas, así como para subsanar las “omisiones” u “olvidos” constatables en orden a mejorar el acceso a la carrera académica de los investigadores postdoctorales.

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Comentarios
  1. Carmen Perez-Esparrells dice: 13/07/2022 a las 09:46

    Enhorabuena, Noemí, por tu acertada y valiente reflexión. Los jóvenes investigadores sois el futuro de la universidad española y os debemos cuidar, con certezas y con recursos como bien señalas.

  2. David Vallespín dice: 13/07/2022 a las 10:07

    Brillante reflexión sobre el rol que deben jugar los investigadores postdoctorales en el futuro de la universidad española. Enhorabuena por decir, con valentía y argumentos, lo que es justo y razonable. Esperemos que los redactores de la LOSU sepan escuchar y corregirse.

  3. Noemí dice: 13/07/2022 a las 10:07

    Muchas gracias Carmen. No puedo estar más de acuerdo con tu reflexión.

  4. JM dice: 13/07/2022 a las 19:43

    Existen muchas modalidades de contrato dependiendo del organismo que la financie, y en todos los casos el objetivo es transitorio. La finalidad de un contrato postdoctoral no es la incorporación en la universidad donde se realiza el mismo. Se trata de figuras con una finalidad formativa y de adquirir experiencia en el inicio de la carrera académica de forma mas autónoma tras terminar un doctorado. Pero quien lo realiza debe acudir a los job market de su disciplina, como cualquier otro joven investigador. Si ha aprovechado bien su tiempo, tendrá ventaja sobre otros candidatos que tan solo acudan al job market con las publicaciones de su doctorado. En la medida que la ley regule los sistemas de acceso a las universidades, su caso ya está cubierto por la regulación.

  5. JM dice: 13/07/2022 a las 19:45

    El problema mas grave, que indica la autora, es la falta de medios, que la ley no contribuye a resolver. Sin ellos, no es posible hacer contrataciones a todos los jóvenes académicos que tanto se esfuerzan.


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