Esto, para septiembre
Quien haya seguido atentamente (ese no es mi caso) los debates relativos a las sesiones de investidura fallidas de la semana que empezó el pasado 29 de febrero habrá podido sacar diversas enseñanzas del cruce de argumentos, de los discursos y de las proclamas, que de todo ha habido. O ninguna, pues vivimos en un sistema constitucional presidido por la idea del pluralismo, línea rectora del proceso convivencial iniciado en 1978 y del que los españoles estamos haciendo abundante uso desde hace un tiempo.
Pero desde luego si quien recibe los resúmenes de noticias u ojea las crónicas condensadas de lo que se ha dicho en la sede de la democracia (ese sí que es el mío) está, además, interesado en la enseñanza y en la investigación (puedo seguir poniéndome en primera persona), habrá podido colegir sin esfuerzo la prácticamente nula importancia que las cuestiones de enseñanza (superior o no) y de investigación han tenido en el tiempo de los debates y en las diversas propuestas escenificadas. Uno tendería a pensar que ello es un error o, simplemente, que no está bien, que con estos silencios no es posible proyectar la imagen que, seguro, todos los protagonistas de la política desean de un país dinámico, echado hacia delante, con ganas de salir de un largo marasmo en el que la valoración de lo importante y, sobre todo, la trasmisión hacia el ciudadano de que eso lo es, debería haber estado centrada, entre otras cosas, en la enseñanza y en la investigación.
La cuestión es que si a la escasa dedicación que estas cuestiones han tenido durante el tiempo normal de duración de la pasada legislatura sumamos ahora el forzoso silencio de un Gobierno en funciones y de un Parlamento funcionando, pero no en la dirección que señalo, el resultado final va a ser que muchas cosas pendientes y, además, urgentes, van a quedar, como los estudiantes suspendidos, “para septiembre” (y, desgraciadamente, esto no es una frase retórica).
Entre lo que queda “para septiembre”, se podrían, sin jerarquía entre ellas, señalar varias cosas:
- El ofrecimiento de una solución viable para los miles de profesores universitarios acreditados (de competencia acreditada) para ejercer una función distinta de la que están realizando.
- La organización y puesta en marcha de la Agencia Estatal de Investigación, creada como Agencia para la mejora de los servicios públicos en las postrimerías de la pasada legislatura.
- La difícil decisión para optar por Grados de 180 créditos o de 240. O de 185; o de 197’5. Regalo inesperado para las Universidades que nos ofreció el Real Decreto 43/2015 y de cuya decisión es dependiente, obviamente, no solo el Grado, sino también el Master, en suma, la misma configuración o “imagen” del Sistema Universitario Español (mejor escribirlo así que no optar por algún otro orden entre las palabras, para que el correspondiente acrónimo no nos retrotrajera demasiados años). La decisión incluye, obviamente, la de suprimir tal derecho de opción o reconducirlo a una nueva regulación con pautas que posibiliten la consecución de la imagen que refiero y que debería ser tarjeta de presentación de la Universidad española.
- La valoración, en general, de la eficacia y eficiencia del sistema de Bolonia, por decirlo con unas palabras simples y sin las referencias obligadas a todo lo que ha significado en cuanto a configuración de las enseñanzas universitarias, no solo a la duración (pero también) de los correspondientes ciclos.
Y podríamos seguir. Como el Gobierno en funciones tiene sus limitaciones normativas, y las Cortes las suyas prácticas, uno, todavía con esperanzas, se animaría a preguntar: ¿hay alguien ahí? Hay alguien ahí para, en el ínterin, pensar, crear doctrina, estructurar propuestas, para cuando haya alguien allí, ser capaz de presentarlas y rellenar los irremediables vacíos programáticos con los que, parece por lo oído, se ocuparán los asientos de responsabilidad.
Creo que sí lo hay. Y lo hay institucionalmente. Está el Consejo de Universidades; está la Conferencia de Rectores (CRUE); están los órganos o consejos correspondientes en este ámbito y también en el de la investigación, que algunas Comunidades Autónomas poseen (las que no están afectadas directa o indirectamente por los afanes de la formación de gobierno) podrían poner en marcha para embarcarse en la necesaria tarea que señalo.
Porque el mundo no se para. Porque alguien debe estar ahí para que, simplemente, no quede todo para septiembre.
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