Fraude en los exámenes: ¿una cuestión de honor?

Hace ya unos años, durante una estancia en una universidad de EEUU, me encontraba junto con un profesor local vigilando un examen. Mientras tanto, conversábamos sobre temas de mi investigación. En cierto momento, el profesor dijo: “Vamos a mi despacho y lo vemos con más detalle”. Y los dos abandonamos el aula, ante mi perplejidad. “Pero… ¿los dejamos solos?” El profesor respondió: “Claro. ¿Qué piensas, que van a hacer trampas? No lo harán. Es una cuestión de honor”.

Tengo que reconocer que la situación constituyó para mí lo que suele llamarse un choque cultural. Y, sin embargo, ahora es cierto en la mayoría de las universidades: estudiantes que están examinándose solos, o con una vigilancia casi testimonial, al otro lado del ordenador. Y, como consecuencia, multitud de casos detectados de fraude en los exámenes.

Pero no culpemos a la pandemia: ésta no ha hecho más que poner de manifiesto una situación que ya existía. Las formas y maneras en que un estudiante puede usar medios ilícitos en un examen presencial son innumerables y tan viejas como el mundo.

Este es uno de los muchos puntos en que la pandemia nos pone frente a nuestro propio sistema, haciéndonos reflexionar sobre él. Se hace necesario perfeccionar las posibles formas de combatir los comportamientos fraudulentos, ya que el fraude en los exámenes solo beneficia a quien lo comete, y comparativamente perjudica a quien se aplica al estudio y se comporta de forma íntegra.

Otras formas de aprender y de evaluar

Luchar contra una actitud indebida no está reñido con indagar en sus causas. Sin duda, la mejor manera de conseguir que el alumnado no haga trampas y evitar el frause en los exámenes sería conseguir que el alumnado no quiera hacer trampas. Debemos preguntarnos, entonces, ¿por qué hacen trampas algunos estudiantes, más allá de la cuestión de la integridad o el honor?

Las causas subyacentes del fraude en los exámenes

Una respuesta que suele darse a esta pregunta es la “ley del mínimo esfuerzo” que a menudo gobierna el comportamiento. Esto no ocurre solo con los estudiantes, sino también con muchas personas de todos los ámbitos. Hay que reconocer que, a veces, desarrollar los medios para hacer trampas en un examen cuesta no poco esfuerzo y tiempo (que podría estar mejor empleado).

Pero el problema no es tan simple. Y tampoco debemos pensar que se limita a los “malos estudiantes”. Por mi parte, he conocido a alumnos que tenían una profunda comprensión de la materia pero que sentían, al mismo tiempo, un cierto rechazo a la memorización de datos, fórmulas o textos, lo cual puede llevar a la tentación de utilizar esta información cuando no está permitido.

Repensar la evaluación de los aprendizajes

Estas situaciones nos llevan directamente a revisar las formas de evaluar. En este momento, muchos docentes están desplazando su forma de evaluar hacia los exámenes “a libro abierto”. Seguramente no es posible –ni conveniente– desterrar totalmente el uso de la memoria, pero sí utilizarla de forma más equilibrada junto con otras facetas. Así, estos tipos de evaluación fomentan habilidades como sintetizar, analizar, relacionar ideas, y saber aplicar la información.

Tengamos también en cuenta que la forma de evaluar determina en gran medida cómo se organizan las clases y el estudio. Con ello, las evaluaciones no basadas exclusivamente en la memorización facilitan que las clases se dediquen a fomentar las mencionadas habilidades, que serán muy necesarias en la práctica de cualquier profesión.

Es cierto que estas formas de evaluar no excluyen que un estudiante pueda plagiar el trabajo de un compañero, pero esto suele ser más fácil de detectar.

La adopción de nuevas formas de evaluar, y por tanto de plantear la enseñanza y aprendizaje, puede suponer un choque contra la inercia tanto del profesorado como del alumnado, como comentábamos hace algún tiempo. Hagamos, pues, de la necesidad virtud, y tomemos impulso en estas circunstancias adversas para vencer esa inercia y buscar vías de mejora.

Aprender para saber

Si seguimos indagando en las causas por los que los alumnos cometen fraude en los exámenes, puede que el asunto vaya aún más allá. ¿Aprecia el alumnado el valor de aprender para saber? ¿Considera el alumnado que lo que aprende le va a ser útil? Si así fuera, no querría perder la ocasión que se le brinda de adquirir y demostrar esos conocimientos.

Habría que preguntarse qué es lo más importante y valorado: el saber adquirido, o la calificación o título que se obtiene gracias a dicho saber. La “titulitis” que impera en la sociedad actual no ayuda, ya que a veces parece que lo único importante es colgar un título en la pared o en el currículum. Esto tiene profundas implicaciones sociales que seguramente trascienden el ámbito universitario.

Tampoco ayuda el testimonio de algunos egresados, que encuentran un desajuste entre los contenidos que estudiaron y los que necesitan en su práctica profesional. Aunque obviamente esto dependerá del terreno en que se desarrolle la actividad. Y es cierto que el aprendizaje en las aulas debe formar al futuro profesional, pero no es menos cierto que la educación universitaria debe proporcionar una base de conocimientos que no puede limitarse solamente a la práctica. Correspondería a la Formación Profesional –a la que tan poca atención se presta– cubrir esa necesidad.

Así, el sistema universitario tiene la difícil misión de encontrar el punto de equilibrio: no caer en el puro practicismo, ni tampoco en el exceso de información teórica sin aparente aplicación.

El antídoto contra el fraude en los exámenes: los profesores y profesoras

En manos del profesorado está transmitir al alumnado cuál es la relevancia y utilidad de la materia que se imparte, conectándola con la realidad, para que el estudiante comprenda su sentido y sepa valorarla. En manos de todos está también colaborar para que el alumnado aprecie la valiosa oportunidad a la que tiene acceso, y que le abre las puertas de los conocimientos anteriores permitiéndole subir a hombros de los gigantes. Intentar aprobar los exámenes de cualquier manera es menospreciar este privilegio, que el alumnado se ha ganado con su esfuerzo y que la sociedad proporciona con el suyo.

En un mundo en que la información sobreabunda, es fundamental que la persona con formación universitaria adquiera las formas de pensar propias de su disciplina, y que sepa discernir, reconocer las ideas válidas y utilizar bien los conocimientos. El sistema ha de facilitar que el alumnado eduque su pensamiento, su razonamiento y su espíritu crítico. Y eso… no se puede “copiar”.

 

Comentarios
  1. Pedro José Paúl Escolano dice: 17/03/2021 a las 14:05

    Tengo la impresión de que la fuente fundamental de fraude en los exámenes a distancia -casi imposible en los presenciales- es el recibir ayuda de otros compañeros, a veces formando grupos que se reparten las contestaciones o, en el límite, contratando a un profesional (profesorado de academias en el caso de asignaturas de matemáticas en los primeros cursos). En estos casos uno descubre, además, que lo realmente «honorable» es el prestar ayuda al compañero.

  2. Andrea dice: 17/03/2021 a las 19:51

    Totalmente de acuerdo en que no tienen mucho sentido los exámenes consistentes en pura repetición de ideas y menos online. Pero, aunque la autora lo ha matizado, me preocupa la línea de pensamiento que incide una y otra vez en que la memoria no es importante y que la información ya la tenemos y solo hay que buscarla… no es que sea una afirmación completamente falsa, pero efectivamente corremos el riesgo de pretender desvirtuar la universidad y convertirla en una FP con otro nombre (en vez de darle la importancia que se merece a la FP de verdad).
    La solución definitiva para que los alumnos no se copien vendrá de la mano de que los profesores sean muy estrictos con este tema… pero me ha faltado un “y, sobre todo, que los alumnos que llegan a las universidades, ya adultos, se comporten como tal y no se les tenga que estar recordando lo que es el mínimo básico”. La complejidad de un examen con apuntes y materiales no es algo que estén acostumbrados a asumir los universitarios

  3. Ulises Rojas S. dice: 18/03/2021 a las 14:24

    Que si es verdad el hecho de la necesidad que tenemos los docentes de desarrollar competencias mas allá de la memorización de contenidos,como por ejemplo buscar y aplicar los conocimientos en contextos determinados, teóricos y/o práctico; debemos entender que la necesidad de la memorización existe para algunos contenidos.Pero aquí lo esencial, en relación con el artículo in comento, es lo relacionado con la moral y la ética que se debe formar en el estudiante y que como ciudadano, ha de desenvolverse con estos patrones luego en la sociedad. En ese sentido, un exámen debe brindar oportunidades al estudiante de demostrar el haber adquirido todas estas diferentes competencias, necesarias para su desarrollo personal como profesional competente y como ciudadano, en donde el fraude sea lo único no permitido.

  4. Neila Campos dice: 18/03/2021 a las 14:34

    Muchas gracias por las aportaciones.

    Pedro, supongo que todo el mundo sabe que se forman «grupos» para hacer los exámenes… y aun así se siguen poniendo exámenes tipo «test» para hacer online. Si el ejercicio es un desarrollo escrito, el plagio entre compañeros se nota, pero si es de tipo test, por ejemplo, es imposible.

    Y lo que dices, que «lo realmente «honorable» es el prestar ayuda al compañero»… es una buena apreciación, ya que es una cuestión de escala de valores. Los alumnos de EEUU de la anécdota del principio no copiaban porque no estaba en su escala de valores. Lo mismo sería extrapolable a otros comportamientos sociales como evadir impuestos, transgredir las normas de tráfico, etc. Es muy importante la percepción que tiene tu comunidad de lo que es «aceptable» e incluso «deseable» hacer.

    Andrea, «La complejidad de un examen con apuntes y materiales no es algo que estén acostumbrados a asumir los universitarios». Tienes toda la razón. Creo que ese tipo de ejercicio debería empezar a trabajarse desde Bachillerato, Secundaria, y por qué no, Primaria. Saber utilizar la información. Conozco profesores de ESO que dejan al alumno usar en el examen su propio cuaderno, lo cual fomenta haber hecho buenos resúmenes, etc. y me parece muy positivo.

    Y sí, la memoria es importante, claro, pero no la memoria «a secas» sin entender lo que hacemos… Normalmente comprender algo, relacionarlo con otras cosas, utilizarlo en ejemplos prácticos, etc. es lo que nos permite retenerlo en la memoria.

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