De «fundraising» y financiación privada en la universidad: hablamos de futuro

Con gran éxito de ponentes y asistentes se han celebrado el 4 y 5 de mayo de 2017, nada más y nada menos, que las IV Jornadas para la promoción del mecenazgo universitario en la sede de la Fundación Barrié  en Vigo, promovidas por la Conferencia de Consejos Sociales, el Consello Social de de la Universidade de Vigo y la Reitoría de dicha Universidad. Sirva este post para trasmitir mi más sincera enhorabuena a todos los organizadores y promotores de este evento.

Este tipo de iniciativas es una buena señal de la tan necesaria modernización de nuestras universidades europeas y, especialmente, las nuestras, aunque sigue quedando un largo camino por recorrer. No obstante, levanto una punta de lanza porque algunas universidades españolas, no sólo privadas sino también públicas, están avanzando en esta senda del llamado fundraising. Y es que los que dirigen nuestras universidades deben saber de captación de fondos y deben creer en la necesidad de integrar esta estrategia que difícilmente se improvisa -según todos los expertos- dentro de la estrategia conjunta de la institución para ser competitivos en el mercado global de la Educación Superior en el que estamos inmersos y del que ninguna universidad (y su comunidad universitaria) puede “escapar” en el mundo actual.

Los que dirigen nuestras universidades deben saber de captación de fondos para ser competitivos en el mercado global de la Educación Superior.

En cuanto a los recursos financieros, no revelo ningún gran secreto cuando descubro a partir de los Informes que elabora la CRUE sobre La Universidad Española en Cifras que, en el caso de nuestras universidades públicas, la estructura de la financiación neta  -la parte de la tarta que corresponde a financiación de origen público, privado y patrimonial- ha variado considerablemente en el periodo de la crisis económica y que esta variación ha sido “a favor” del  peso de la financiación privada, que ha pasado de representar un 18,06% en 2008 frente a un 22,20% en 2014. Este cambio “silencioso” en la estructura financiera de cada una de nuestras universidades, sin duda, ha venido condicionado por dos factores principales que dependen de las decisiones de las autoridades educativas de cada Comunidad Autónoma: la fuerte reducción de la subvención nominativa durante algunos años y el mayor aporte de los estudiantes y sus familias como consecuencia de la subida de los precios de matrículas, tanto en el grado como en el posgrado, en media para el conjunto de España, aunque con diferencias.

Universidades, filántropos y políticos habrán de coordinarse en los procesos de financiación privada de las universidades.

Una de las cuestiones abiertas que se formulaban en las líneas principales de las IV Jornadas era la referente a cómo universidades, filántropos y políticos habían de coordinarse en los procesos de financiación privada de las universidades. Sin embargo, la pregunta más simple que me formulaba escuchando atentamente las discusiones y debates, dentro y fuera de la sede de la Fundación Barrié, es si lo que debemos cambiar en los próximos años dentro de la financiación de origen privado es la forma de atraer fondos que provienen de filantropía y el mecenazgo, y de otros organizaciones privadas, y si es necesario que las aportaciones que están haciendo los estudiantes y sus familias se “contengan” como consecuencia de una reformulación de la política de precios de matrícula. El compromiso social con la universidad, incluido el económico, debe hacer que las empresas y la industria, junto con los antiguos alumnos, donantes y otros sectores del ámbito privado confíen en nuestras universidades de forma que seamos capaces de captar nuevos fondos necesarios para complementar la todavía importante financiación pública (que ascendía a un 77% en 2014), lo que demostrará ese verdadero salto de la subsistencia a la excelencia, también en el campo de la financiación.

Suscríbete al blog por correo electrónico

Suscripción conforme al RGPD 2016/679.

 

Comentarios
  1. Pello Salaburu dice: 16/05/2017 a las 10:16

    No puedo estar más de acuerdo con lo que plantea Carmen. El mecenazgo de las universidades, la búsqueda de fondos en empresas y particulares, debe ser cada vez más importante, si queremos que nuestras universidades puedan competir formando buenos profesionales, realizando investigaciones punteras y divulgando conocimiento. Estamos muy retrasados en ese tema. En general, en toda Europa. No creo equivocarme si digo que la Universidad de Harvard, ella solita, obtiene con este sistema tanto o más que el conjunto de las universidades europeas: solo en 2015 obtuvo más de mil millones de dólares. Tiene en sus cuentas unos ahorros de más de 35.000 millones, a una distancia sideral de Yale, la segunda, que «solo» tiene unos 25.000 millones.
    Pero me temo que comenzar a trabajar en serio con este sistema implica un cambio profundo de mentalidad y de cultura universitaria:
    – Los estudiantes no deben pensar que esto es una especie de privatización de la universidad, ni deben imaginar que si existen empresas o filántropos dispuestos a soltar fondos lo hacen con el objetivo no confesado de vampirizar un servicio público.
    – La Administración y los Consejos Sociales deben dejar de ponerse nerviosos cuando las universidades presentan a fin de año algunos remanentes, porque al final un «endowment» (el capital conseguido con estos fondos) no deja de ser sino un gigantesco remanente. Usado, por cierto, como índice de medida de calidad universitaria en otras partes del mundo, mientras que aquí sucede al contrario, pues se entiende más bien como muestra de incapacidad de ejecución de gasto por parte de los responsable universitarios.
    – Se requiere un cambio sustancial en el tratamiento fiscal de estos fondos por parte del donante.
    – Se requiere un cambio de perspectiva sobre lo que supone la universidad por parte de los responsables políticos: la universidad no es un agente que se limita a gastar, sino un motor de actividad económica y social fundamental a medio plazo.
    – Se requiere, en fin, algo tan sencillo como complejo: que la sociedad confíe en su universidad y esté orgullosa de ella. Con todos los mecanismos de control y ración de cuentas que sean necesarios, pero se debe confiar en la universidad.
    Mucho me temo que son demasiadas cosas.


¿Y tú qué opinas?