«Go back» sobre el profesorado asociado

La figura del profesorado asociado

Se trata de contratos temporales –aunque se pueden ir renovando durante años– y a tiempo parcial, cuyo salario corresponde exclusivamente a sus horas de clase y tutoría. La idea inicial era llevar a la universidad a profesionales de los distintos campos. Sin embargo, es sabido que las plazas de profesor asociado han terminado siendo soluciones de bajo coste para cubrir necesidades docentes.

Baste un ejemplo: un profesor titular imparte típicamente 8 horas de docencia a la semana. El resto de su jornada laboral se reparte entre: preparación de clases, corrección de exámenes y trabajos, atención al alumnado, investigación, labores de gestión y no poca burocracia. Por supuesto, todo esto se contempla en su retribución.

Ahora supongamos que un departamento universitario tiene la necesidad de cubrir 8 horas semanales de docencia. Estas horas podrían cubrirse con un docente a tiempo completo, aunque también se puede convocar una plaza de profesor asociado de 6 horas semanales, que imparte casi la misma docencia que un titular pero cobrando la cuarta parte. Obviamente, la economía manda a la hora de elegir esta opción. Y así ocurre habitualmente.

La situación ha sido especialmente grave en los años siguientes a 2009 (y sobre todo entre 2012 y 2014) en que comenzó a limitarse cada vez más la tasa de reposición. Es decir, que no se permitía a la Administración Pública convocar suficientes plazas permanentes para reponer las jubilaciones. Sin embargo, el sistema universitario tenía que continuar funcionando y las necesidades docentes seguían existiendo, por lo que contratar profesorado temporal era prácticamente la única forma de hacerlo. Estas limitaciones se han ido eliminando desde hace tres o cuatro años, si bien parece que existe una cierta inercia a seguir contratando profesorado asociado en las mismas condiciones.

Principales problemáticas del profesor asociado

Y es que el profesorado asociado se encarga de labores y responsabilidades que exceden con mucho las horas retribuidas. También prepara clases, atiende a estudiantes, diseña evaluaciones, corrige exámenes y trabajos y lleva sobre sus hombros buena parte –o en ocasiones incluso la totalidad– del peso de muchas asignaturas.

Mucho se ha hablado de la precariedad de este colectivo docente, la cual no se limita a lo económico:

  • Se ha hecho notar que su salario es exiguo y que no perciben trienios ni complementos.
  • No tienen capacidad decisoria sobre qué asignaturas impartir.
  • Tampoco deciden en la organización interna de las asignaturas que les tocan (más allá de la buena voluntad del profesorado de plantilla que le haya correspondido).
  • Al ser docentes externos, no son miembros de los órganos decisorios como Consejos de Departamento o Juntas de Centro.
  • La figura de profesor asociado no forma parte del escalafón universitario ni tiene posibilidades de promoción.
  • Si hacen investigación, es por cuenta propia. Y, desde luego, de forma no remunerada.

En repetidas ocasiones se ha puesto sobre la mesa –y los gobernantes han comenzado a recogerlo– que se está abusando de la figura del profesorado asociado, al igual que ocurría antaño (y aún hogaño) con la figura del becario, dejando totalmente de lado la intención original.

El profesorado asociado: ¿verdadero o falso?

Hasta aquí todo está bastante claro y parece evidente que muchas cosas requieren un ajuste. No obstante, hay algo que no está tan claro: ese escurridizo concepto del «falso» profesorado asociado. A veces se dice que es un «falso asociado» quien necesita de esos ingresos para vivir (a pesar de que “necesitar” es un concepto muy relativo). Pero, ¿es un «verdadero asociado» el que tiene otro trabajo mejor remunerado, sea cual sea éste? Y aún más, hay que plantearse si está justificada, solo porque un profesional tenga otros ingresos, una retribución deficiente de sus servicios como profesor.

La ley establece que el profesorado asociado se reclute entre “especialistas de reconocida competencia que acrediten ejercer su actividad profesional fuera del ámbito académico universitario”. Pero nadie sabe cómo se comprueba esa reconocida competencia. Lo único que las universidades pueden comprobar es que la persona ejerza otro trabajo fuera de la universidad, como si la competencia profesional de alguien dependiera del hecho de tener actualmente otro trabajo.

Tampoco está claro cómo ha de ser ese trabajo: ¿temporal, discontinuo, indefinido? ¿A tiempo completo, a tiempo parcial, y en este caso de cuántas horas? Y, ¿cuán parecida ha de ser esa ocupación profesional a las materias que va a impartir?

Ante esta absoluta indefinición, cada universidad fija sus criterios como buenamente puede, con frecuencia limitándose a comprobar que existe un alta en la Seguridad Social.

Ello da lugar a una infinidad de casos posibles y no es fácil trazar una frontera definida entre lo que responde y lo que no al espíritu de la figura docente original. Voy a poner algunos ejemplos, imaginarios, pero probablemente muy reales.

Casos hipotéticos de profesorado asociado

María, Julián y Paula

  • María es docente en un instituto de secundaria, y por las tardes da clases en la universidad con un contrato de asociada que le llevan renovando doce años. No es que dependa de estos ingresos para vivir, pero sí redondean la economía familiar. Y este año está contenta porque no le han hecho cambiar de asignaturas.
  • Julián es profesor asociado y esto le supone la mitad de sus ingresos. Como perdió su otro trabajo, para poder conservar su plaza de asociado tuvo que darse de alta como autónomo. Pero no le salían las cuentas. Así que siendo autónomo empezó a dar clases particulares, de donde proviene la otra mitad de sus ingresos.
  • A Paula se le acabó la beca de doctorado. Si quiere seguir vinculada a la universidad, una plaza de asociada parece ser su única opción. Tendrá que buscar un trabajo externo que no le ocupe muchas horas, ya que tener dos trabajos, aunque sean a tiempo parcial, y al mismo tiempo terminar el doctorado, parece casi misión imposible.

Luisa y Carlos

  • Luisa se graduó en Economía con buen expediente y ha encontrado trabajo en una empresa de Recursos Humanos. Como le gusta la docencia, ha concursado a una plaza de profesora asociada y la ha ganado. La asignatura de primer curso que debe impartir no tiene mucho que ver con su trabajo actual. Pero es la misma materia que ella estudió en la Facultad, así que seguro que sabrá hacerlo bien.
  • Carlos es ingeniero civil y trabaja en una oficina de proyectos. Imparte dos asignaturas en una Escuela de Ingeniería. Sin embargo, el profesorado titular de su asignatura le indica que debe hacerse cargo de la última hora de los viernes, y que este viernes debe resolver los ejercicios 15 a 20 del tema 2, porque ya hay que pasar al tema 3.

Entonces, ¿cuándo tendrá ocasión Carlos de comunicar al alumnado todas las cuestiones interesantes que surgen en su oficina de proyectos?

En estos ejemplos, ¿estaríamos hablando de “verdaderos” o “falsos” asociados? No olvidemos que todos ellos han ganado su plaza en un concurso público de acuerdo con la ley. Lo que sí se puede afirmar, en la mayoría de los casos, es que existe una divergencia entre la profesión externa de este profesorado y los conocimientos que pueden transmitir a los alumnos.

Difícilmente podrá darse dicha transmisión, si el profesorado asociado ni siquiera puede decidir el contenido de sus propias clases. Quizá alguien pueda imaginar una idílica escena de un abogado, arquitecta, periodista, economista, compartiendo con los estudiantes su saber y experiencia, y estos escuchando atentamente, tomando nota, haciéndole preguntas, y aprendiendo todo lo posible sobre el ejercicio de la profesión. Pero, por desgracia, esta escena pertenece con frecuencia al género de la ficción universitaria. 

El verdadero papel del profesorado asociado

Si queremos averiguar si hay alguna falsedad en todo esto, cabe preguntarse qué sentido tiene contratar a profesionales externos para dar clase, cuando no hay un lugar definido para ellos en nuestros planes de estudio.

La mayor parte de la docencia del profesorado asociado se concentra en materias troncales de primer año, con un elevado número de matriculados, ya que es donde hace falta más “mano de obra”. Es difícil ver en qué medida esta docencia se puede beneficiada de algún modo por la competencia de estos docentes en su profesión externa.

Clases de índole práctica

La ley vigente establece que el profesorado asociado debe “desarrollar tareas docentes a través de las que se aporten sus conocimientos y experiencia profesionales a la universidad”. De acuerdo con ello, se supone que el profesorado asociado debe impartir clases de índole práctica.

Lo que ocurre es que, por algún motivo, en muchos grados las clases “prácticas” (resolución de problemas, ejercicios, supuestos prácticos, etc.) se considera algo complementario, casi de segunda fila, frente a las más importantes clases “teóricas” impartidas por el profesorado de plantilla. Por eso, las clases “prácticas” se suelen asignar a los docentes de categorías inferiores, entre los que se encuentra el profesorado asociado.

Con lo cual este colectivo sí imparte, a menudo, “clases prácticas”. Pero esto no garantiza que el contenido de estas clases se acerque a la práctica profesional real. Ni tampoco se garantiza que tenga que ver con la ocupación externa de ese profesor asociado en concreto, el cual, por cierto, podrá impartir esa asignatura u otras según las necesidades docentes que surjan.

Caso aparte es el profesorado asociado de Ciencias de la Salud, que tiene sus propias condiciones. El papel de los profesionales con experiencia (normalmente vinculados a un hospital) es imprescindible para transmitir los conocimientos prácticos en estos estudios.

La transmisión de la experiencia externa laboral

Por lo demás, en la mayoría de las asignaturas de los grados hay que cumplir un programa bastante apretado, que no deja mucho espacio para hablar de cosas externas. O incluso puede ocurrir que la asignatura impartida sea instrumental o colateral en el grado en cuestión.

Por ejemplo, ¿qué le aporta a un estudiante de Psicología el desempeño como matemático de su profesor de estadística? Sin embargo, la maquinaria administrativa es ciega ante estos matices.

En bastantes casos, la profesión externa es también la docencia, aunque –como marca la ley– fuera de la universidad. Puede ser en un colegio o instituto, en una academia de estudios, o quizá por cuenta propia. De este modo, su experiencia profesional es más bien una experiencia docente, lo cual no está de más. Pero probablemente tampoco es lo que se pretendía, salvo que se trate de áreas específicas relacionadas con la educación.

Añadamos a esto la (demasiado frecuente) fragmentación de las asignaturas de grado, repartidas entre dos, tres, cuatro docentes. Desde el punto de vista del estudiante, ¿les beneficia en algo el hecho de que alguno de esos profesores tenga otro trabajo, si su función va a ser la misma que la del resto del profesorado?

Muchas veces, los estudiantes ni siquiera saben quiénes de sus profesores son asociados. Señal inequívoca de que esta condición no significa mucho en cuanto al papel que desempeñan en las aulas.

Figuras alternativas al profesor asociado

Si la figura del profesorado asociado no se utiliza para lo que está ideada, cabe preguntarse si existen figuras para llevar a cabo las funciones que estos, en realidad, vienen desempeñando.

Profesor ayudante

Una buena parte de las plazas de profesor asociado están ocupadas por personas que optan a la carrera académica. Por ejemplo, investigadores que están realizando su tesis doctoral y que a menudo continúan después de doctorarse, esperando tener opción, algún día, de obtener plaza a tiempo completo.

Aquí hay que señalar que, para los investigadores que están haciendo su doctorado, la ley vigente ya contempla una figura: la de profesor ayudante (no doctor). El ayudante no doctor tiene un contrato a tiempo completo, una docencia reducida, y –al contrario que el asociado– es retribuido tanto por su docencia como por su investigación. Solamente quienes estén haciendo un doctorado pueden optar a estas plazas.

Pero he aquí que las universidades convocan muy pocas plazas de ayudante no doctor. No les compensa. Porque para facilitar su trabajo de investigación, estos ayudantes solo tienen 2 horas de docencia a la semana, mientras que un profesor asociado cuesta mucho menos y da más clases. Así, las plazas de profesorado asociado se han convertido en sustituto de las plazas de profesorado ayudante que no se convocan.

La figura del external lecturer

En el sistema universitario de casi todos los países de nuestro entorno, existe una figura docente de esta índole. En inglés, suele llamarse external lecturer. Pero, si nos fijamos en detalle, su funcionamiento no es igual que el de nuestro profesorado asociado.

  • Suele ser alguien elegido de forma específica para impartir exclusivamente un determinado seminario o práctica, que esté directamente relacionado con su actividad profesional. Puede formar parte (o no) de las materias obligatorias.
  • No tiene por qué ser contratado durante un curso entero, ni mucho menos ser renovado todos los años. Se le remunerará exclusivamente por las sesiones impartidas.
  • No cubre “huecos” o necesidades estructurales en la impartición de las asignaturas de un grado.

Así pues, esta figura no tiene mucho que ver con nuestro actual profesorado asociado. Y las diferencias van más allá del hecho de que el external lecturer necesite o no de la docencia para vivir. Más bien esto es una consecuencia natural del planteamiento anterior.

Conclusiones

El papel del profesorado externo

Es necesario, para el futuro, tener claro cuál va a ser exactamente el papel del profesorado externo por dos razones:

  1. Si estos docentes van a realizar prácticamente las mismas funciones que el profesorado de plantilla, entonces la mayor «falsedad» es que no se les retribuya de manera acorde.
  2. Y si hacen lo mismo que los profesores de plantilla, entonces su ocupación externa tampoco está aportando nada significativo a las aulas.

Quizá el alumnado, y especialmente el de últimos cursos, obtendría mayor provecho de asistir a distintas conferencias, seminarios o cursos prácticos impartidos por personas expertas. No tiene que ser necesariamente la misma persona durante todo el curso, pero sí que trate diferentes materias de interés para los estudios que cursa. Quizá estas actividades proporcionarían al estudiante una visión del desempeño de su futura profesión en la vida, más allá del lápiz y el papel, de la tiza y la pizarra.

El profesorado externo y los planes de estudios

Para ello, sería necesario diseñar la manera de incardinar esas intervenciones externas en el plan de estudios de nuestros grados, de una manera adecuada al actual Espacio Europeo de Educación Superior.

Sin duda, es fundamental que la sabiduría de los profesionales y expertos tenga cabida en las aulas universitarias. También lo es que el alumnado tome contacto con el mundo laboral. Pero de una manera real y efectiva. Y para esto, se requiere una reforma profunda que probablemente trasciende la figura del profesorado asociado –figura que es anterior a la reforma de Bolonia–, para tocar la raíz del planteamiento de nuestros planes de estudios.

Ahora faltará ver cómo se puede afrontar el reto de encontrar la salida a la situación presente, sin perjudicar gravemente a las universidades (cuyo presupuesto no siempre es el que se desearía) ni a los profesionales de la docencia que llevan años dejándose la piel en ello. La actual coyuntura, en que muchos profesionales pueden haber perdido su “otro” trabajo, no lo pone fácil, pero tal vez sirva precisamente de revulsivo para empezar a acometer esta reforma.


Más sobre profesores y estudiantes en universídad.

 

Suscríbete al blog por correo electrónico

Suscripción conforme al RGPD 2016/679.

 

Comentarios
  1. Juan dice: 24/08/2023 a las 10:00

    En este trabajo, abordamos también la problemática del profesor asociado.
    Garcia-Ortega, B., Galan-Cubillo, J., & Marin-Garcia, J. A. (2022). The part-time assistant professor in the Spanish university from an autoethnographic approach. WPOM-Working Papers on Operations Management, 14(1), 62-75. https://doi.org/10.4995/wpom.18031


¿Y tú qué opinas?