El legado de Ken Robinson aplicado a la crisis del Covid-19 en el entorno universitario
«Tenemos que reconocer que el proceso del crecimiento humano no es mecánico, sino orgánico. Y no lo podemos predecir, lo único que se puede hacer, como un campesino, es crear las condiciones bajo las que empezará a florecer».
Esta reflexión, que comparto absolutamente, pertenece al educador recientemente fallecido Ken Robinson. Me parece oportuno empezar con esta idea, porque como formadores debemos asumir con humildad cuál puede ser nuestro papel en el desarrollo formativo de nuestros alumnos en la universidad y reconocer que, al final, ellos son, no sólo los protagonistas, sino los verdaderos responsables de su aprendizaje. Aun así, si no se dispone de condiciones óptimas obtener buenos frutos se hace casi imposible.
Para mí, éste se puede considerar el foco clave para orientar el paradigma educativo y formativo, más allá de otros elementos que deben ser considerados, y que hacen hincapié en el marco regulador o en la orientación de carácter económico y social que queremos alcanzar como sociedad.
También decía Sir Ken Robinson que no necesitamos una evolución, sino una revolución de la educación. Sabemos por la historia que las revoluciones son siempre difíciles. Suelen dejar vencedores y vencidos, y sobre todo modifican de forma significativa el estatus quo.
El efecto de la pandemia en la formación de los estudiantes
Esta pandemia ha llegado para revolucionar muchos aspectos formativos, y es claramente el catalizador necesario para cambiar roles, estructuras y modus operandi que hasta ahora hemos creído inamovibles. Esto es especialmente interesante en el mundo universitario en particular, donde los cambios son lentos y tienen siempre grandes obturadores.
Sin embargo, ahora mismo, el debate político parece recaer en cuáles son los mecanismos para asegurar la asistencia a las clases, o quién y cómo se decidirá decretar el cierre de una facultad o de una escuela. Palabras como «ratios», «horarios», «termómetros» y evidentemente «mascarillas» están siendo inoculadas en el lenguaje diario. Y es comprensible que así sea.
Pese a ello, no podemos perder de vista que los argumentos deberían ser más profundos y de mayor calado, teniendo muy presente la responsabilidad y la experiencia de los académicos, pues esta revolución educativa y formativa, en dos ejes de trabajo relacionados pero divergentes, necesita que generemos las condiciones necesarias para que la pandemia no hunda el sistema para las generaciones venideras. Y no parece que sea éste, el debate que está sobre la mesa, probablemente debido a que la urgencia lo condiciona todo.
Hay que enfatizar que establecer estos condicionantes no es en vano, porque ante el reto del coronavirus y su afección al sistema educativo y formativo, necesitamos dilucidar los referentes que nos permiten un análisis multi-prismático y profundo de lo que tenemos delante. Referentes como Ken Robinson y otros que, como él, nos conectan con el eje central del proceso de aprendizaje.
Herramientas tecnológicas y otros cambios en la nueva docencia
Volviendo a su reflexión, con la que iniciaba este artículo, es significativo que las herramientas tecnológicas docentes que tenemos al alcance, facilitan tres aspectos coherentes con la misma:
- La autonomía del estudiante.
- Una flexibilidad en los caminos curriculares.
- La personalización de los aprendizajes.
Seguramente, si sabemos sacar provecho de estas bondades y de muchas otras, el cambio de modelo pedagógico en el ámbito formativo universitario es factible. Además, permitirá incrementar la calidad de la enseñanza y mejorar resultados.
Sin embargo, en paralelo, requiere un incremento inicial de dedicación del docente, que deberá ser bien recompensado. Además del apoyo robusto y bien dimensionado de los institutos de ciencias de la educación (ICE) y aquellos órganos que faciliten su formación permanente. Todos coincidiremos, sin embargo, en que a corto plazo esto no es fácil.
A medida que van pasando los meses y prevemos que esta situación va para largo, empezamos a asumir que muchos de los cambios que hemos incorporado de forma abrupta en el pasado curso académico, han venido para quedarse. Citaré algunos de los más destacados:
- Incorporar elementos audiovisuales en los materiales docentes, así como los recursos digitales de las bibliotecas.
- Transformar los hilos argumentales para integrar los conceptos curriculares a las sesiones.
- Generar nuevas formas de motivación de los estudiantes.
- Incorporar herramientas para el teletrabajo tanto autónomo como en equipo.
- Asegurar una evaluación continua realista y cuantificable.
- Concebir un seguimiento efectivamente individualizado del proceso de aprendizaje, etc.
Hacia una transformación del modelo formativo
En resumen, hemos iniciado una reconversión del modelo formativo hacia un formato híbrido en la educación superior. Y deberemos seguir trabajando en esta línea de revisión pedagógica y entender que el modelo docente expositivo hasta ahora dominante, en un contexto no presencial, es complicado. Y efectivamente, no es sólo cuestión de incorporar medios tecnológicos sino de cambio de modelo y de liderazgo docente. Estos son los retos, pero también las oportunidades que tenemos delante y que en pocas semanas tendremos que empezar a encarar para que la próxima cosecha siga dando buenos frutos.
En recuerdo a Ken Robinson, un referente que nos ha dejado posiblemente en uno de los momentos más importantes en el mundo educativo, y cuyo legado seguirá estando muy presente.
Que el pensamiento de Robinson, ha calado muy hondo en lo que pensamos que la educación significa enseñar a pensar y desarrollar los talentos de los educandos. Muy difícil de implementar, no solo por el conservadorismo de los profesores, sino por las propias esturcturas académica, sobre todo en Universidades Masivas. No obstante, no imposible.
Es extraordinario, como las ideas de Robinson, se alinean con los postulados y escritos de los dirigentes reformistas del 18 (Argentina) . Por supuesto sin las herramientas tecnológicas de este mundo surrealista.
Felicito a la autora.
Saludos
Blog Miradas Políticas y otros enfoq
Comparto la reflexión, y muy bueno como homenaje a Ken Robinson
Te felicito por tu artículo con el que estoy muy de acuerdo.
Sin embargo, creo que todavía hay que ir más allá, mucho más allá.
Hay que responder con honradez, sentido crítico y ausencia de apriorismo a la pregunta. ¿Qué debería ser la Universidad?
Me temo que hoy día su función haya quedado tristemente reducida a «formación para el empleo»; bueno, para el tipo de empleo teórico que había hasta hace nada. Con esta visión tan pobre nos €mpobr€c€mos todos en todos los sentidos de la palabra.
Si la calidad de los profesores se mide (al peso) por el nº de publicaciones y citas recibidas no nos extrañemos de que haya desmotivación. Solo hay un camino de regeneración: «el radical compromiso con la verdad de las cosas, el rigor intelectual». Si la Universidad (perdón, poliversidad por la fragmentación de sus enseñanzas) se pone al servicio del Mercado, se abandonarán inexorablemente las disciplinas no rentables a corto plazo; consecuencia: declive de la civilización.
A pesar de lo cual, no hay que tirar la toalla ya que aún queda un «resto» de profesores y alumnos «quijotes» que no pactan con la mediocridad universitaria generalizada y se desmarcan de esa gran masa de estudiantes y profesores incapaces de analizar críticamente lo que «se aprenden» para los exámenes o lo que enseñan.
Necesitamos una Fiscalía Anticorrupción Académica que denuncie, e impida, presentar como conocimiento contrastado lo que, en muchos casos, no pasan de ser contenidos ideológico-mediáticos.
JF
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Larga vida en sus palabras y enseñanzas a Ken Robinson.
Pienso en el optimismo desenfrenado de Ken y en esta oportunidad que nos ofrece Ariadna Llorens (¡gracias!) para recordarlo o recuperarlo en un contexto que vuelve a reclamar nuestra atención en una tarea que comienza cada día. La diferencia de este y de los próximos días es que evidencia que seguimos sin estar preparados para las exigencias del nuevo día. Esto siempre fue así, solo que ahora tenemos la oportunidad de percibirlo o de hacérselo saber y ver a los que confunden retos con rutinas. La universidad es lo que hacemos, no es otra cosa. Podemos añadir que es lo que nos dejan hacer, o lo que podemos hacer, aunque el resultado sea el mismo. Lo que hace posible las sociedades humanas está cambiando a velocidades «inhumanas»; soy incapaz de prever qué haremos ante ello; sin embargo, seguir formando para una sociedad que, en rigor, es insostenible nos coloca en un serio dilema moral. Innovar en el cómo enseñar es primordial; sin embargo, debemos decidir sin más demora el para qué y el qué «enseñar» (mostrar/facilitar). Presiento que el futuro es hoy y que no hemos hecho lo suficiente (universidad pública).