La sociedad digital y la empleabilidad: dos grandes retos para las universidades (II)

El otro gran reto de las universidades es la empleabilidad. Paralelamente al desarrollo de la economía digital todos los sistemas universitarios han experimentado una creciente divergencia entre lo que ofrecen y lo que se demanda de forma creciente en la sociedad actual.

De esto no ha escapado ni el sistema universitario anglosajón, que en los últimos años ha visto cómo sus egresados se enfrentan a crecientes problemas para encontrar el tipo de trabajo para el que se les ha formado. Como es sabido,  la “morosidad” en devolver los préstamos para financiar sus estudios ha sido una de sus consecuencias, incluso la propia quiebra del sistema de préstamos universitarios.

Paralelamente, en todo el mundo aparecen crecientes vacantes en el mercado de trabajo sin cubrir. La velocidad del progreso de la economía digital no da tregua. Apenas satisfechas las demandas convencionales nos enfrentamos a un sinfín de nuevos empleos: Internet de las cosas (IoT) -un mercado que los expertos estiman será de “trillion dollars”-, ciudades inteligentes, industria 4.0, Inteligencia artificial, big data, open data, business intelligence, informática cuántica, multidispositivos “weareables”, impresión 3D, drones, realidad aumentada, virtual… Sólo en economía digital y sectores de futuro se estima que en la Unión Europea hay 800.000 puestos vacantes.

El sistema universitario ofrece una gran cantidad de títulos para los que no hay prácticamente demanda o la misma está en un proceso de acelerado descenso.

En el otro extremo, las empresas digitales deben gastar cuantiosos recursos para adaptar la cualificación de muchos de los egresados universitarios a sus necesidades. En Estados Unidos se abrió hace pocos años un debate en torno al hecho de que una parte de los líderes de las grandes empresas tecnológicas no habían concluido sus estudios universitarios. Y en todas partes, mientras que nuestros egresados no se adaptan al mercado, se ponen de moda los “digital nomads” en todos los países.

La sociedad digital (podríamos agregarle conceptualmente la “sociedad del conocimiento”) ha acelerado la obsolescencia de muchos de nuestros títulos.  Nuestro tejido productivo se transforma de forma acelerada, cambiando los sectores de referencia y las empresas; y su operativa convencional (comercio, marketing, análisis de mercados, estrategia de decisiones…) es muy distinta a la de hace pocos años. La innovación ha dejado de ser un activo cómodamente “administrable” en las empresas. De ser una ventajosa fuente de competitividad se ha convertido en muchos casos en el origen de convulsiones disruptivas difíciles de asimilar. El desarrollo del talento y la cualificación del factor trabajo no es ya una cuestión de competitividad para las empresas sino de supervivencia.

Todo esto tendrían que entenderlo muy bien las universidades para tomar conciencia de que usualmente “sus tiempos” y reformas no coinciden con las exigencias de la sociedad de nuestro tiempo.

En ese entorno, la educación online, mucho más flexible (y la generación de valiosas innovaciones ligadas a los MOOCs), está siendo mucho más propensa a aprovechar las “nuevas oportunidades” que las universidades tradicionales. En este contexto la iniciativa de “garantizar” la empleabilidad de Udacity (ver Udacity, trabajo garantizado a los alumnos matriculados) es una muestra de esta capacidad de responder a las nuevas demandas.

Si la iniciativa de “garantizar” la empleabilidad la siguen otras plataformas como Coursera, Edx, o universidades como Stanford, MIT, Harvard (en su oferta online) tendríamos en las universidades una disrupción añadida importante en ciernes. Udacity ha planteado de hecho un enorme reto a las universidades en nuestro mundo digital cambiante: o nos preocupamos por la empleabilidad o las universidades pueden ver ver severamente reducida su demanda en pocos años.

Es fácil imaginarse la derivación futura de un sistema universitario dual, con universidades locales cuyos egresados padecen una alta tasa de paro, por un lado, y con universidades internacionales que garantizan la empleabilidad de sus alumnos (y en el que las empresas obtienen una elevada productividad con su contratación), por otro.

Nuestras universidades deben sobrevivir en un enorme “océano” caracterizado por la existencia de una doble oferta. Por una parte, cursos abiertos online de calidad (como por ejemplo los del MIT en su OpenCourseWare), y por otra, una propuesta cerrada que garantiza la empleabilidad (como los MOOCs de Udacity que han perdido la “O” de Open) y, en ese océano, unos alumnos crecientemente “digitales”. Una tormenta perfecta para el sistema universitario tradicional.

Pese a la pasividad de la mayoría de los gobiernos, esta situación tiene implicaciones importantes para las universidades. La “reinvención” de la universidad presencial no es una opción, hay que adaptarla y hacerla competitiva en el mundo actual. Y ello no sólo porque los recursos digitales disponibles actualmente son de un inmenso valor para los alumnos y  ponen en crisis el modus operandi de la clase convencional.

Son factores como la empleabilidad, el desarrollo del talento y  las exigencias de una economía fuertemente innovadora y disruptiva lo que impone una universidad presencial renovada y que responda a los nuevos retos y necesidades de las empresas.

El “aula invertida” puede ser una “respuesta de urgencia” y conciliable con propuestas como la George KembelAprender haciendo”.  Al respecto afortunadamente hay universidades y centros en España que se están tomando en serio este tipo de innovaciones. Teamlabs en Madrid o Leinn-Valencia, son ejemplos de cómo en nuestro país se introducen este tipo de experiencias llamadas a revolucionar nuestra clase presencial.  Y no bastará con cambiar los métodos de enseñanza, sino propiciar paralelamente una mayor hibridación interdisciplinar y fomentar de forma urgente y prioritaria vocaciones emprendedoras ligadas al potencial de la tecnología y del conocimiento en general.

Como mencioné anteriormente, a finales de los noventa y coincidiendo con el desarrollo inicial de Internet, se acuñó el término de “Nueva Economía”, que se abandonó rápidamente al caer la expectativas de las “punto.com”. Quizás sea importante resucitarlo nuevamente para definir no sólo las exigencias de la economía digital sino de un conjunto de sectores del conocimiento de gran impacto en nuestras vidas (nanotecnología, biotecnología, genoma…). La extensión y complejidad de progreso de la ciencia y la tecnología y sus implicaciones para nuestra sociedad hacen imprescindible que las universidades tomen nuevamente el liderazgo del cambio.

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