La Universidad «Complutónoma» de Madrid y la Universitat «Autotécnica» de Calatuña, entre las 100 primeras del mundo

Algunos de los rankings universitarios más conocidos, como el Academic Ranking of World Universities (ARWU), comúnmente denominado Ranking de Shanghai, se publican cada verano, cuando en nuestro país los medios de comunicación tienen en general menos que contar y menos con quien contar. Quizá por eso todos los años se repite por estas fechas la misma cantinela y casi el mismo titular: ninguna universidad española entre las cien primeras; o las doscientas, según nos vaya cada año. Se trata de un hecho cierto y negativo, sin duda, pero mal presentado y escasamente argumentado, porque ni se dice toda la verdad ni se analiza con seriedad cómo poner remedio a la parte de verdad que se nos cuenta y que, por supuesto, nos gustaría mejorar.

Hay otros hechos que son tan verdad como el de que no tengamos universidades entre la élite que dibujan los rankings más conocidos, y sobre los que apenas se habla:

  • El último ranking “Times Higher Education” de universidades de menos de 50 años, sitúa a cuatro españolas entres las 100 mejores del mundo, con solo cinco países por delante de España. Es más, si nos vamos a las 150 primeras, hay en total 16 universidades españolas entre ellas.
  • Son 11 las universidades españolas las que se encuentran entre las 500 primeras del citado Ranking de Shanghai. Esto supone que más de un 20% de nuestras universidades públicas está entre el 2-3 % de las mejores universidades del mundo, de acuerdo con este ranking.
  • Probablemente ninguna universidad española estaría entre las quinientas primeras del mundo en cuanto a la relación presupuesto/número de estudiantes. La Universidad de Harvard, la primera del Ranking de Shanghai, tiene algo más de 20.000 alumnos, con un presupuesto que supera los 4.000 millones de euros y una dotación financiera que ronda los treinta mil. La Universidad Complutense de Madrid, la de mayor presupuesto entre las españolas, tiene más de 70.000 alumnos en centros propios, un presupuesto de algo más de quinientos millones de euros y una deuda importante que tiene que ir enjugando año a año. Comparar la relación presupuesto/número de estudiantes de ambas universidades es como comparar el presupuesto del Real Madrid, de más de 600 millones de euros, con el del Granada, de segunda división, que en la temporada pasada fue de unos 26 millones. Menos mal que los socios del Granada, ni siquiera los más fanáticos, no le exigen a su equipo no ya ganar la Copa de Europa sino siquiera disputarla.

Podría seguir con otros datos positivos sobre nuestras universidades, igualmente ciertos y parciales que el no tener ninguna universidad entre el primer centenar, pero creo que ni unos ni otros aportan nada especialmente valioso en sí mismos. Me interesa más, creo que nos interesa a todos más, pasar de posiciones a reflexiones. Nuestro sistema universitario es la apuesta de nuestro país, aunque sin una planificación expresa, bien es cierto, por tener una amplia cobertura universitaria geográfica y de perfil homogéneo, sin apenas especialización ni singularización en el marco de la excelencia. Es el sistema que quisimos o, en todo caso, el que nos dimos. Esto ha hecho que tengamos buenas universidades públicas, aunque ninguna excepcional en sus indicadores, algo en lo que han tenido mucha más influencia las decisiones políticas en los planos estatal, autonómico y local que las de los gobiernos universitarios. Personalmente prefiero este escenario que tener una o dos universidades entre las cien primeras y diez o veinte malas.

Parece más interesante y recomendable pasar de posiciones a reflexiones. 

Todos queremos una Universidad mejor, pero no todos entendemos lo mismo por “mejorar nuestra universidad”. Si se uniesen las universidades Complutense y Autónoma de Madrid o la Autónoma y Politécnica de Cataluña, las universidades resultantes, a las que podríamos llamar, respectivamente, Complutónoma y Autotécnica, se situarían entre las cien o ciento cincuenta primeras del mundo, sin hacerlas apreciablemente mejores que sus predecesoras, ni en calidad docente ni investigadora. Desde luego, y al menos durante un tiempo, probablemente empeorarían por las dificultades organizativas y de gestión que conllevarían los procesos de fusión. Es lo que ha ocurrido con la actual Universidade de Lisboa, que en el año 2013 resultó de fusionar la universidad homónima y la Universidade Técnica de Lisboa. Solo por ello, la Universidade de Lisboa resultante ascendió casi doscientos puestos en el Ranking de Shanghai, situándose desde 2014 hasta la fecha entre las 200 mejores universidades del mundo. Y ello a pesar de que en estos años el sistema universitario luso ha sufrido el impacto de la crisis económica como pocos sistemas universitarios en Europa. Es más, me constan las dificultades que el Gobierno de esta universidad ha tenido y tiene para llevar adelante una fusión que vaya más allá de una mera agregación. Como he dicho, en España podríamos tener varias de nuestras universidades entre las 200 mejores del mundo e incluso alguna entre las cien primeras si hiciésemos lo propio. ¿Sería entonces mejor nuestro sistema universitario? ¿Cambiaría el discurso de los medios de comunicación y la percepción social sobre la calidad de la universidad española? Si creen que sí, hagámoslo, pero si piensan que esta no es la forma de mejorar nuestro sistema universitario, dejémonos de demagogias y pongámonos a trabajar en serio.

Loa análisis sobre las mejores universidades del mundo, como el de Salmi (2009), ponen de manifiesto que las universidades que ocupan los primeros lugares en estos rankings presentan una muy alta concentración de talento, poseen una abundante financiación y tienen una gobernanza que les da flexibilidad y gran autonomía para la toma de decisiones. El límite superior en la calidad de una universidad siempre lo marcará la propia valía de sus recursos humanos, en particular de su personal docente e investigador. Por ello, y sin ir más lejos, si una universidad no dispone de recursos para formar, captar y retener el mejor talento, nada podrá hacer para situarse entre las mejores. Por otra parte, tener recursos es una condición necesaria pero insuficiente. Parte del dinero puede malgastarse si no se dispone de un gobierno ágil y con gran autonomía para la toma de decisiones y con conocimiento y competencia , para que las decisiones sean acertadas.

Tenemos que cambiar la gobernanza de las universidades y los procesos para la incorporación y retención del mejor talento académico y aumentar sensiblemente los recursos que aportamos a nuestras universidades públicas en base a criterios de calidad y según sus resultados.

No es algo que se pueda hacer de un día para otro, por eso no podemos seguir esperando. Lo mejor es que contamos con buenas universidades, por lo que los cambios, aún profundos, no han de hacerse a vida o muerte o con bulldozer. Tenemos la mejor Universidad de nuestra historia y las personas mejor formadas y capaces, tanto las que educan, como las que investigan, y también quienes en ella se forman. Pero también es cierto que no debemos cometer el error de pensar que nuestra universidad está permanentemente en su mejor momento y dejarnos ir sin mayor cuestionamiento sobre en qué podemos mejorar y cómo. Con las universidades ocurre igual que lo que Somerset Maugham afirmaba de las personas: «Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor momento».

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Comentarios
  1. Ana de Miguel dice: 20/09/2017 a las 11:04

    Genial artículo. De acuerdo con el de principio a fin.

  2. Antonio Cuerda Riezu (CU Derecho Penal - Universidad Rey Juan Carlos dice: 20/09/2017 a las 12:35

    De acuerdo contigo en la fusión (y no mera agregación) de Universidades no públicas, sino del Sector Público.
    Pero cada vez que oigo la cantinela de dar aún más autonomía, flexibilidad y agilidad a las Universidades, me pongo a temblar. Pienso en mi Universidad, la Rey Juan Carlos, en la que las leyes parecen un rumor pendiente de confirmación. Aquí tenemos, por obra y gracia del dedo del Rector, anterior y actual, 273 profesores visitantes, que por lo tanto no han pasado por la (hipotética) criba de un concurso. Por no hablar de tribunales para profesores funcionarios, que están compuestos por miembros que pertencen a especialidades distintas a la plaza que sale a concurso, y que lógicamente son todo menos enemigos del concursante de la casa. Todo sea por la otra cantinela: la de la promoción del profesorado de dentro. Un saludo.


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