Las encuestas de opinión y el profesorado universitario

No es atrevido decir que uno de los temas clásicos de conversación en nuestras universidades es el que gira en torno a las asignaturas que se cursan y los profesores que las imparten. Y si eso es así, y seguramente lo viene siendo desde tiempos universitarios inmemoriales, será porque se trata de un asunto importante para  la comunidad universitaria y la formación que allí acontece.

Desde hace años, la mayoría de las universidades han formalizado esa información conversacional, entre otras cosas, a través de encuestas de opinión. Cuando los estudiantes finalizan sus asignaturas reciben esas encuestas y tienen la oportunidad de valorar cómo ha ido la cosa en cada caso y qué les ha parecido la actuación de todos y cada uno de sus profesores.

Desde luego que no hay nada de malo en que las universidades se muevan para obtener y tratar la información que puedan aportar esas encuestas, pero no está de más poner encima de la mesa algunos asuntos que podrían alterar su principal motivo, suponiendo que este sea el de mejorar la formación universitaria o, mejor dicho, el de cultivar el espíritu universitario de las mejores maneras posibles.

Aunque pueda haber muchos más, a continuación se presentan tres asuntos que conllevan esas encuestas de opinión y que podrían ir en detrimento de la formación universitaria, o cuando menos, hacerle un flaco favor.

1. Las encuestas de opinión como reflejo de las asignaturas y del profesorado

Aunque no haya un modelo homologado o universal (pues esas encuestas se gestan en cada universidad) se puede afirmar que la mayoría de ellas guardan un considerable parecido. Grosso modo: se plantean ítems que hay que puntuar del uno a lo que sea y que se refieren a si se ha cumplido o no. Los ítems son variados y están relacionados con el plan docente, si se han facilitado los recursos necesarios, si las dinámicas y actividades de clase han sido adecuadas y el clima de aula acogedor, si el profesorado ha estado disponible y cosas por el estilo. Y en no pocas ocasiones, se incluyen espacios en blanco para que los estudiantes escriban los aspectos positivos y los negativos o a mejorar, sí, se les supone esa potestad.

¿Beneficio o perjuicio?

Qué duda cabe de que ese tipo de cuestiones son necesarias y beneficiosas para el buen funcionamiento de una asignatura. No obstante, se podría pensar en si un mismo modelo de encuesta calza en cualquier asignatura de una universidad, en esa del grado de medicina y en aquella otra del de educación primaria, o incluso en todas las asignaturas de un mismo plan de estudios. Cuesta entender que los resultados de esas encuestas sean el reflejo logrado, completo y profundo de una asignatura y el quehacer de su profesor. Podría ser un error el considerar que con eso andamos servidos.

Habría que preguntarse si cuando uno guarda un admirable recuerdo de una asignatura y de su profesor, lo hace solo por el tipo de cuestiones que aparecen en esas encuestas de opinión.

Dicho de otra manera, si uno se llevará a la tumba campus virtuales perfectamente organizados y climas de aula caribeños, o auténticas aventuras en busca de conocimientos que no siempre se dan en condiciones atmosféricas favorables y que enseñan a espabilarse y a estar a las duras y a las maduras. Esto es precisamente lo que uno se encuentra cuando ejerce una profesión y vive en sociedad. Existe la posibilidad de incluir ítems en esas encuestas de opinión que permitan valorar si se ha vivido algo transformador, además de algo organizado al servicio del estudiante.

2. Las encuestas sin coste, valorizadas y como atadura

Los resultados de las encuestas de las que se viene hablando tienen una larga tradición de ser, por lo menos en la universidad pública, a coste cero. A saber: un profesor llamado x puede morir de éxito año tras año, otro profesor llamado y puede obtener unos pésimos resultados ad infinitum y que no pase nada en ningún caso. Cuando a una encuesta, como a tantas otras cosas, se la toma por el pito del sereno tiende a perder valor y público. Resulta normal que buena parte de los estudiantes no crean en esas encuestas de opinión y decidan no cumplimentarlas al ver que sus valoraciones cuentan como un cero a la izquierda.

Sin embargo, y aunque esa tradición perdura, durante los últimos años se están tomando algunas medidas. Se propone que los resultados de esas encuestas de opinión cuenten en lo que podría llamarse el pack de la actuación docente del profesorado. Se les da valor y reconocimiento para que se puedan obtener pequeños, algunos dirían ridículos, beneficios laborales y económicos. El profesorado universitario es invitado a obtener buenos resultados en las encuestas de opinión de sus estudiantes.

Así las cosas, un profesor puede entender que, a la hora de preparar e impartir una asignatura, lo más rentable es centrar la mirada en las cuestiones que se incorporan en esas encuestas de opinión.

Es más, incluso puede caer en la tentación de alargarlos como un chicle y llevarlos hasta el extremo en el que las líneas de la formación universitaria se desdibujan, hasta el punto en el que se confunde al profesor con un showman, la mamá, un amigo o el secretario personal de los estudiantes, hasta el extremo de confundir la comunidad de profesores y estudiantes con un conjunto de proveedores que deben ser serviciales y clientes que deben quedar satisfechos. Sí, algunas de esas encuestas de opinión se han llamado directamente encuestas de satisfacción, con todo lo que eso conlleva.

3. Las encuestas de opinión sin contrapartida aliada

Las encuestas de opinión de las que se está hablando no suelen tener una contrapartida aliada. Las universidades no parecen contar con las voces que se podrían unir a las de los estudiantes para alcanzar los fines de la formación universitaria o, por qué no decirlo, para contrarrestar fines asumidos hace tiempo, pero que deberían ser puestos en tela de juicio. Se está hablando del profesorado y se está diciendo que a este no se le ofrece la oportunidad de rellenar encuestas sobre cómo han ido las asignaturas y la actuación de los estudiantes en relación con ellas. En fin, que al profesorado no se le da opción de compensar lo que reciben.

Sería bueno, además de justo, que el profesorado también pudiera decir la suya de una manera formal y no tan solo en conversaciones privadas entre colegas y familiares o en reuniones en las que alguien levanta la liebre. Siempre que lo haga con la mente fría y limpieza de corazón, debería tener el derecho a dejar constancia de cómo considera que ha ido el desarrollo de las asignaturas y la actuación de los estudiantes. Y estos últimos, el de conocer dichas consideraciones.

Y no se está hablando de valorarlos en tanto que estudiantes, para eso ya está la evaluación individual, sino como universitarios, como representantes de la universidad. A cada grupo de estudiantes le iría bien conocer si durante la asignatura se ha dignificado el espíritu universitario y recibir las felicitaciones que sean necesarias; o si, por ejemplo, la atención, participación, responsabilidad o buena educación se han enturbiado con sesiones de WhatsApp e Instagram, navegadas por internet, ausencias e impuntualidades, bocadillos, copy and paste del ChatGPT o lindezas similares.

 A modo de conclusión

Las encuestas de opinión de los estudiantes sobre el desarrollo de las asignaturas y la actuación del profesorado que las imparte no parece ser una mala idea. Sin embargo, aquí se han tratado de señalar, bajo un humilde punto de vista, algunas de sus posibles incorrecciones, concretamente tres.

Esas encuestas, por lo menos en su estado actual, parecen referirse más a cuestiones de orden y concierto y no tanto a si una asignatura y su profesor han conseguido remover la mente y el alma de los estudiantes, o si se prefiere así, si han cultivado el deseo y el amor por el conocimiento.

También deberían controlarse los posibles efectos contraproducentes del hecho de revalorizar esas encuestas, entre los que destacan el diseñar una asignatura a gusto del consumidor. Y, por último, se ha planteado el contar con la valoración formal del profesorado sobre sus estudiantes en relación con las asignaturas. Si opinan unos que opinen todos, entre otras cosas, porque es cuestión de todos que las asignaturas y sus profesores sean lo que deben ser, una auténtica maravilla.

 

Comentarios
  1. Neila Campos dice: 26/09/2024 a las 13:03

    Gracias por el artículo. Las encuestas las elabora cada universidad, así que estaría muy bien ver las diferentes cosas que se preguntan en cada una, ya que puede haber diferencias.

    A mí me gusta ver las opiniones de los estudiantes, no solamente los items que se puntúan de 1 a 5, sino especialmente el espacio que se les da para comentarios libres. Entre las opiniones puede haber de todo, pero muchas sí que ayudan a mejorar. Me han ayudado sobre todo en los años en que he tenido una asignatura nueva.

    En efecto, a veces es una pena que no participen más. Por aquí la Universidad de Cantabria intenta fomentar la participación con distintas medidas, por ejemplo, los estudiantes que completen las encuestas entran en un sorteo de bonos para actividades culturales o deportivas.

    Por otra parte, en la UC sí tenemos una contrapartida: los profesores también hacemos un informe sobre cómo ha ido la asignatura. Y por otra parte, al recibir las opiniones del alumnado, tenemos la opción de hacer un informe de réplica. Esto es importante porque a veces hay que puntualizar algo sobre aspectos que los estudiantes hayan comentado, y está bien que se escuche a ambas partes que pueden dar versiones complementarias.

  2. Fernando dice: 28/09/2024 a las 16:37

    Gracias por el artículo. Francisco Esteban es uno de los mejores especialistas en Pedagogía universitaria.

  3. Josep Clotet Erra dice: 28/09/2024 a las 22:16

    El Dr. Francisco Esteban como siempre dando en el clavo universitario…

  4. Francisco Esteban dice: 30/09/2024 a las 12:40

    Estimados/da,
    Muchas gracias por vuestros comentarios y apreciaciones.
    Un abrazo

  5. Yolanda Blasco dice: 30/09/2024 a las 15:07

    Francisco, gracias por tu post. Comparto mucho de lo que dices y sería fantástico poder valorar cada curso también por el profesorado. No es lo mismo un primero que el master, ni tampoco una asignatura obligatoria que otra optativa. Y sería fantástico que en esto de dignificar el espíritu universitario nos incluyéramos l@s profesor@s que debemos adecuarnos a los nuevos tiempos. Es un reto que yo quiero mantener vivo hasta la jubilación :)
    Gracias!


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