Ser universitario, una vocación intelectual
¿Qué significa ser universitario?
Escribo esta columna desde Madrid, transitando el veranillo de San Miguel.
Madrid acaso sea una de las ciudades universitarias más importantes del mundo. Preguntarse por el significado de la condición universitaria en una ciudad que concentra cientos de miles de estudiantes entre sus 19 sedes (6 públicas y 13 privadas), parece una cuestión relevante.
Vamos a examinar tres posibles respuestas a la pregunta que nos convoca:
- Ser universitario significa dedicar algunos años de la vida (presumiblemente durante la juventud… pero ¿qué significa ser joven?) a prepararse para una fructífera trayectoria profesional.
- Ser universitario significa participar de un selecto club de personas ilustres e ilustradas, al tiempo que se gana en experiencias de afecto y amistad.
- Ser universitario significa empezar a recorrer cierto camino de formación integral cuya expresión acabará siendo una puesta en valor de toda nuestra capacidad intelectual.
1. La empleabilidad es una consecuencia deseable, no el fin de la Universidad
Justo es reconocer que la primera respuesta que damos a nuestra pregunta acaso sea la que tal vez con mayor facilidad se encuentre hoy en nuestra sociedad.
La asociación entre “ser universitario” y “ser joven” es evidente en múltiples campañas de marketing que anuncian prometedoras experiencias (¿educativas?) en sitios estupendos a través de la mirada luminosa de una persona que todavía no cuenta más allá de los veinte.
“Prepararte para el mundo del trabajo” o “hablar mucho (¡o solo!) de business” son otras de las formas habituales en las que el mundo universitario sale por estos días al encuentro de su potencial cliente.
Pero ¿es ésta una buena forma de enfocar la cuestión del significado de ser universitario?
Nadie que quiera verdaderamente el bien de los alumnos podrá negar que la preparación profesional es una de las tareas que la Universidad ha de cumplir, y muy bien. Ya lo decía Ortega hace casi una centuria, cuando se dirigía a los estudiantes de la Federación Universitaria Escolar de la otrora Universidad Central de Madrid. No vamos a repetir aquí sus persuasivas aserciones.
Sí queremos señalar, en cambio, que la afirmación de lo deseable de una consecuencia no equivale a la determinación correcta de una finalidad. Es deseable, por ejemplo, que al ir al cine a ver una película ésta resulte de nuestro agrado. Pero que la película nos guste no es la finalidad de ir al cine. Vamos al cine, si se me permite la expresión, por amor al arte.
Análogamente, digamos que es deseable que tras ir a la Universidad estemos en buena posición de conseguir un empleo, y de ser posible bien remunerado. Pero esto, que nadie en su sano juicio podría desestimar, no alcanza para dar con la finalidad de la acción de ir a la Universidad.
¿Cuál es la finalidad, entonces, de la vida universitaria, si ésta ha de mirar más allá de nuestra preparación para el éxito profesional?
2. La Universidad cobra sentido cuando se proyecta más allá de sí misma
Hemos de dar un paso más. ¿Qué significa ser universitario? Si la respuesta a nuestra pregunta no estriba en el aseguramiento de las expectativas de empleabilidad, acaso debamos rastrearla en el gesto original por antonomasia: vamos a retornar al origen.
La Universidad nace en la Edad Media europea como un proyecto de notable envergadura cultural. ¿Qué movía a los primeros universitarios a peregrinar desde sus respectivos lugares de residencia hacia los nacientes centros de irradiación del saber? ¿Por qué habría uno de arriesgar literalmente la vida en los caminos de Europa para tomar contacto con un reputado maestro que impartía una determinada doctrina? Debe de haber sido muy grande el atractivo que movía a los primeros universitarios para que éstos deseasen pasar a formar parte de una estirpe tan singular.
Si lo miramos desde nuestra contemporaneidad, también podemos reconocer en el paso de ir a la Universidad un legítimo deseo de ganar en prestigio o reconocimiento social. Después de todo, ¿qué hay de malo en querer diferenciarse? Acaso no sirva para garantizarme un empleo, pero desde luego podré lucir algún día el color correspondiente de una muceta y, si me esfuerzo lo suficiente, hasta de un elegante birrete. Saber siempre sabe bien.
La Universidad es un sitio fascinante. Los que formamos parte de ella somos unos auténticos privilegiados. Nos dedicamos a lo que nos apasiona verdaderamente, y lo hacemos rodeados de personas que comparten nuestra pasión o alguna muy parecida.
La Universidad es, también, un lugar propicio para el nacimiento de bellísimas amistades. Ayuntamiento de maestros y escolares, gremio de peregrinos buscadores de la verdad, algo bien consistente nos regala la muchas veces centenaria institución universitaria al momento de admitirnos entre las filas de sus bienaventurados miembros.
¿Será, pues, esta la respuesta a la pregunta por el significado de ser universitario? ¿Hemos de afirmar, por tanto, que ser universitario significa ser distinguido con el don de una cierta dedicación al estudio, por amor al saber?
A diferencia de la primera alternativa de respuesta, creo que aquí sí damos con una parte de la verdad. Pero digo “una parte”, apenas, pues es de justicia también reconocer que si hay Universidad es porque existe un mundo extrauniversitario al que aquella debe mirar si no quiere abismarse en la tentación de una asfixiante -por irrelevante, aunque tierna- pose autorreferencial.
3. Abrirse a la totalidad de la realidad: una provocación para nuestra inteligencia
Entonces ¿qué significa ser universitario?
Los seres humanos tenemos una curiosa inclinación a hacernos preguntas. Algunas de nuestras preguntas son de fácil respuesta; otras resultan un tanto más arduas. Sean cuales fueren nuestras preguntas, los universitarios nos caracterizamos no tanto por el hecho de tenerlas -pues, al fin y al cabo, son parte de la urdimbre de todo corazón humano- sino por nuestro modo de tratarlas.
¿Existe un modo universitario de salir a la palestra del preguntar intrínseco al ser humano?
Me gustaría proponer que sí. Y que dicho modo nos da la pauta de lo que significa ser universitario.
Ser universitario es una vocación intelectual porque la Universidad quiere provocar a nuestra inteligencia a abrirse a la totalidad de la realidad.
“El hombre es el nivel de la naturaleza en que ésta toma conciencia de sí misma, es el nivel de la realidad en el que ésta comienza a adquirir conciencia de sí, es decir, comienza a convertirse en razón”, expone Luigi Giussani en el tercer capítulo de El sentido religioso. La experiencia universitaria es significativa si contribuye al ensanchamiento de nuestra capacidad racional, o intelectiva: si nos promueve a un conocimiento más complejo del universo de lo real, que abarca por cierto a la persona humana en toda su integridad.
El modo universitario de tratar las preguntas del hombre no es mediante la consagración de la duda. En tales casos, tal como expresa Emmanuel Lévinas, “el hombre se complace en su libertad y no se compromete definitivamente con ninguna verdad. Transforma su poder de duda en una falta de convicción”.
El modo universitario de tratar las preguntas del hombre tampoco es mediante el recurso a la opinión. Está muy bien tener opiniones, pero eso no constituye conocimiento en el sentido estricto del término. La distinción entre doxa y episteme de la filosofía griega es suficientemente ilustrativa al respecto.
El modo universitario de tratar las preguntas del hombre es, en suma, el camino del saber. Nuestra vocación intelectual -como significado de nuestra condición universitaria- consiste en aspirar a un conocimiento cierto de aquello que afirmamos o negamos; de aquello que decimos o callamos.
En este sentido, todo universitario que se precie de tal está llamado a reconocer en sí una vocación personal a ser de un modo propio un verdadero intelectual. Esto no significa que todo universitario haya de consagrarse al trabajo de las ideas, al ejercicio reflexivo, filosofante, escriturístico (perdón por el neologismo) o profesoral. Pero lo que sí significa -o a mi humilde entender quiere significar- es que todos los que por la Universidad pasamos estamos llamados a proyectar sobre los trabajos y los días de nuestra vida una cierta forma mentis capaz de iluminar los filamentos esenciales de la situación que nos ocupa, de las preguntas que hacemos, de los obstáculos que enfrentamos, de los objetivos que tenemos.
¿Y todo esto para qué?
Ser universitario, como la expresión de una forma de vocación personal, es también un intento de respuesta.
Todos los días cientos de miles de personas acuden a las 19 universidades madrileñas para… ¿buscarse la vida? ¿Aprobar una asignatura? ¿Cobrar una nómina? ¿Pasar tiempo fuera de casa? ¿Esperar a que algo cambie?
Si el don de nuestra vocación es verdadero ha de haber algo en su dinamismo que resulte de una incomparable radicalidad.
¿Cuál es la medida de una experiencia auténticamente universitaria?
Ya lo sabían los medievales, de la pluma atribuida por Juan de Salisbury a Bernardo de Chartres, que recoge siglos más tarde Newton, y hoy me permito repetir:
“Somos como enanos encaramados sobre hombros de gigantes”.
Gracias a ellos vemos más lejos y proseguimos la marcha, custodiando y cultivando el depósito de nuestra cultura, para que los que vengan después de nosotros también puedan alegrarse de saber que estamos bien hechos, que la realidad es cognoscible, que el porvenir no está clausurado, que -al decir de Pascal- el hombre sobrepasa infinitamente al hombre. Razón por la cual desde hace casi mil años algunos -pocos, siempre privilegiados- podemos reconocer un rasgo saliente de la verdad de nuestra vida en la expresión “ser universitario”.
Una óptima entrada para el comienzo de curso, muchas gracias: «Dicebat Bernardus Carnotensis nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes».
¡Me ha encantado! es una síntesis preciosa, enérgica y coherente de lo que es ser universitario. Yo estoy a años luz de expresarme como Martín Tami, pero ha puesto en pie justo lo que siempre he pensado de este mundillo. Hay frases para enmarcar y a algún responsable/gestor universitario, tatuársela en un sitio visible….
Muchas gracias, María-Teresa y J.J., por vuestras generosas lecturas.
Me alegra que os haya gustado. Ojalá podamos seguir compartiendo reflexiones.
Un cordial saludo,
Martín.
[…] significa ser universitario? No vamos a repetir aquí nuestras intuiciones al respecto. Más bien quisiéramos apuntar dos condiciones básicas que pueden ayudar a preservar el corazón […]
[…] Esas encuestas, por lo menos en su estado actual, parecen referirse más a cuestiones de orden y concierto y no tanto a si una asignatura y su profesor han conseguido remover la mente y el alma de los estudiantes, o si se prefiere así, si han cultivado el deseo y el amor por el conocimiento. […]