Lo barato sale caro: ¿hay que reducir el precio de las matrículas universitarias?

Observo con preocupación el movimiento en favor de una rebaja del precio de las matriculas universitarias. No me sorprende que haya colectivos de estudiantes que puedan pedirlo. Tampoco me provoca especial asombro la actitud entre condescendiente y cómplice de un Ministerio de Educación que se coloca en el papel del espectador amable que sabe que no correrá a su cuenta el coste de la invitación.

Me llama más la atención el fervor con el que, a veces, responsables universitarios y de las administraciones educativas autonómicas, celebran juntos el “logro” de una congelación o rebaja de los precios de las matrículas. Y, aunque lo comprenda, lo que me inquieta es pensar que la CRUE pueda secundar una medida de ese tipo y no quiero dejar, por ello, de pedir a mis colegas un poco más de reflexión y, si fuese preciso, de determinación.

Ya habrán adivinado que no estoy de acuerdo con esa tendencia que parece ir abriéndose paso hacia una política de rebaja de los precios de las matrículas de las enseñanzas universitarias.

Se me podrán invocar un montón de argumentos que no es mi intención desoír: que los precios han subido, en algunos casos muy significativamente, en los años de crisis y recortes. Pero eso no quiere decir necesariamente que haya que revertirlos justamente cuando ha mejorado la situación. Que el precio de las matrículas no está precisamente entre los más bajos de los sistemas universitarios de nuestro entorno europeo. Pero cuidado con que no vayan a pillarnos con el paso cambiado. Que la rebaja de precios de las matrículas es un modo de favorecer el acceso a la educación. Pero para eso ya está (o debería estar) el sistema de becas.

Me podrán decir que el precio de las matrículas es elevado. Pero, puestos a comparar, no estoy seguro de que sea muy superior, por ejemplo, al gasto en telefonía móvil de un joven medio español. Que supone una barrera a la entrada en la universidad para los niveles de rentas más bajas. Pero para esos las verdaderas barreras están en otros componentes, como los relacionados con la residencia, los desplazamientos o el coste de oportunidad (la pérdida de ingresos alternativos) de realizar los estudios universitarios. Y en todo caso, lo que me gustaría que alguien me llegase a explicar es quién y cómo se hará cargo de ese recorte de recaudación y, a ser posible, cuándo (para saber que podré pagar antes de pedir la consumición), porque tengo la sospecha de que los tiempos no resultan muy favorables para aumentos sustanciales en la financiación pública de la Educación Superior.

Lo que yo me pregunto, en cambio, es si lo barato sale caro, porque la propuesta de reducción de los precios de las matrículas me parece un ejemplo paradigmático del tipo de medidas que, de modo seguramente bienintencionado, conducen justamente a lo contrario de lo que aparentemente persiguen; y me recuerda el caso, de hace ya unos cuantos años en que, por no atreverse a subir el precio de los sellos del servicio público de correos, lo que se consiguió fue que proliferasen todo tipo de mensajerías privadas.

Hay dos razones principales, entre algunas otras, por las que esa propuesta me parece un error. La primera de ellas es que, en un marco de insuficiencia de la financiación, detraer recursos sin garantías de contrapartidas supone un serio riesgo de deterioro de la calidad y del funcionamiento de la universidad pública que, a la larga, podría conducir a la más profunda de las inequidades: a una radical e indeseable segmentación entre una universidad privada para quiénes la puedan pagar y una universidad pública para quiénes no puedan hacerlo.

Detraer recursos sin garantías de contrapartidas, a la larga, podría conducir a la más profunda de las inequidades.

La segunda razón remite también a un problema de equidad en la apropiación pública o privada de los beneficios derivados de la educación. Son evidentes las razones teóricas para la financiación pública de la educación, basadas en la existencia de externalidades positivas que contribuyen al crecimiento económico y al bienestar social, y benefician al conjunto de la sociedad. Pero hay también una apropiación privada de los beneficios de la educación, que justificaría que los beneficiarios individuales contribuyesen a sufragar o a devolver, al menos parcialmente, el coste de unas enseñanzas financiadas por la sociedad que les permitirán acceder en el futuro a mayores niveles salariales y de renta. Por si esto requiriese de alguna ejemplificación: ¿lo que proponemos es la gratuidad de un máster, de odontología, por ejemplo, que permitirá a los futuros titulados aplicar elevadas tarifas en los implantes a los miembros de la sociedad que les ha financiado los estudios?

No, no creo que la solución esté en bajar el precio de las matrículas sino en potenciar el sistema de becas y diseñar un adecuado sistema de préstamos (que, por cierto, habría que preguntarse por qué no han funcionado en España). Las becas sí pueden responder a los principios de equidad que no se alcanzan con la bajada de los precios de las matrículas. Reforzar las becas resulta indispensable cuando nuestro sistema es débil y notoriamente insuficiente, cuando se sitúan por debajo de otros sistemas universitarios con los que nos hemos de comparar y han sufrido un retroceso en los últimos años. Un sistema de becas bien diseñado debería, además, atender principalmente a cubrir el coste de oportunidad de realizar estudios (“becas salario”) para las rentas más bajas y podría constituir un poderoso instrumento de movilidad y de fomento de la competencia universitaria.

Bajar las matrículas puede concitar momentáneos aplausos, pero temo que tenga el efecto de lo que, a veces, ocurre con las gangas: que lo barato acabe resultando muy caro.

 

 

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Comentarios
  1. Teodoro Luque dice: 07/07/2017 a las 09:32

    Interesante, pertinente, adecuada y acertada reflexión.
    Por otro lado, en las decisiones que se toman a respecto y todo el debate que generan siempre se habla de precio, ¿no habría que hablar también de valor?

  2. Juan Hernández Armenteros dice: 07/07/2017 a las 12:10

    La igualdad de oportunidades para el acceso y la permanencia a la enseñanza universitaria requiere de una política de financiación que trascienda la política de precios a pagar por los servicios docentes. Como señala el profesor Juan Vázquez, son los costes complementarios al precio de la enseñanza los que realmente impiden la materialización objetiva de la igualdad de oportunidades, siendo preciso aumentar las raquíticas dotaciones que en la actualidad registran las diferentes ayudas al estudio a las que pueden acceder los estudiantes beneficiarios de la condición de becario del Ministerio de Educación. Generalizar de manera lineal la bonificación del precio de la matricula universitaria atendiendo a que el alumno ha aprobado una determinada cantidad de créditos académicos no redunda en la eficiencia del Sistema, ni en la equidad contributiva de los demandantes de los servicios educativos. La aplicación de normas de progreso y permanencia en los estudios inicialmente elegidos y en el Sistema Universitario Público considero más adecuado para la mejora de los resultados académicos que la bonificación del precio de la matrícula. En cuanto a la equidad contributiva, la aplicación de una política de precios diferenciada según el nivel de renta de la unidad familiar del demandante de los servicios docentes universitarios, también, la considero más progresista y más igualitaria que la aplicación indiscriminada de bonificaciones a los precios de las enseñanzas universitarias. Por último, y no menos importante, está el posible empobrecimiento que estas medidas de rebajas generalizadas de precios universitarios pueden producir en las adelgazadas arcas de las universidades públicas.

  3. Carmen Pérez Esparrells dice: 07/07/2017 a las 13:46

    Magnifica reflexión de un gran conocedor del tema y de la universidad y en la que coincido al 100%. La pregunta siguiente sería si, en el mejor de los casos, se compensa la caída en la “recaudación” por la bajada en los precios de matrícula por parte de los gobiernos autonómicos, ¿de qué otra partida de gasto de los presupuestos de las Comunidades Autónomas se van a detraer los recursos para “dárselos” a las universidades y que puedan seguir prestando el servicio público de la enseñanza universitaria en las mismas condiciones?

  4. Juan A. Vázquez dice: 07/07/2017 a las 18:38

    Gracias por vuestros comentarios!!

  5. José vidal dice: 07/07/2017 a las 23:34

    Pues yo, en estas filípicas, lo que vengo observando es mucha opinion y pocos datos, un amplio número de artículos es este blog defienden «hay que hacerlo así» sin much objetividad: no digo que no puedan tener razón, más bien mi queja es: ¿que evidencia experimental tenemos sobre las consecuencias de aplicar un sistema de becas frente a la financiación pública universal y completa, incluso con un sueldo vital mínimo a los estudiantes? ¿Se han analizado datos de otros países, o se aportan referencias a artículos que lo hacen? Porque a la hora de la verdad, como académicos tan solo podemos analizar los efectos de una medida política con datos, y luego en la intimidad que cada cual decida con información objetiva. Menos opinión y más datos! Lo demás es como hablar de football.

  6. Rafael Lopez-Meseguer dice: 08/07/2017 a las 19:27

    Estimado José,

    No puedo estar de acuerdo con tu comentario. Yo, sin embargo, lo que vengo observando es la minusvaloración continua de la opinion y de los juicios de valor cuando, de facto y, paradójicamente, son un elemento esencial de las politicas públicas (Habermas lo demostró muy bien). Sobre la discusión de hay que hacerlo así, lo primero que hay que aclarar es que modelo de hay que hacerlo así es o bien mejor, más democrático, o mas ajustado a la necesidad de las personas, por ejemplo. Si digo esto es precisamente porque las areas humanísticas vienen a ser continuamente apartadas de la discusión (también académica). Es una situación contradictoria y, a mi juicio, poco deseable. El juicio de valor, la evidencia, y la evaluación, son todas importantes y, como participante y defensor de este foro, me alegro de que todas elles estén presentes!

  7. José Vidal dice: 08/07/2017 a las 21:40

    Estimado Rafael,
    Gracias por contestar. Nada mas lejos de mi intención que excluir a las humanidades del debate. Pero cuando uno habla de políticas (el policy anglosajon), los efectos colaterales imprevisibles a menudo disparan en el pie de quien implementa la acción política. Los especialistas en ciencias sociales sabemos bastante de ello, y poco o nada del debate tiene un fundamento real sin saber antes las relaciones causa-efecto, y a menudo hay datos que pueden aclarar o al menos dar pistas del tamaños de estos efectos. Coincido contigo en la relevancia del debate humanístico, pero en mi opinion, es un debate que debe desarrrollarse a partir del análsis empírico, no antes o al margen del mismo. Mi crítica se refiere a esto. Uno puede tener una opinion personal de cualquier tema, pero pontificar es un asunto diferente. Como dice el dicho anglosajón: «In God we trust, others bring data».

  8. Antonio Ruiz de Elvira dice: 10/07/2017 a las 16:35

    Hay que añadir un argumento de peso: En un sistema capitalista como este en el que estamos,
    el valor de cualquier cosa o servicio se mide por el precio que se paga por ella/el. Un precio de 400
    euros por asgnatura, con 6 asignaturas por año resulta en 2400 euros lo que dividido por 12 meses
    da 200 euros al mes o 6 eros al dia: Sin valor. Ese -sin valor- es en lo que la sociedad española
    estima a la universidad: Una m… . Cualquier otra cosa de pais tiene, a los ojos sociales, mucho
    mas valor que una educacion universitaria. Si las familias tuviesen que destinar 20.000 euros al
    año para pagar la universidad de cada hijo, la universidad se convertiria en algo muy valorado,
    las personas tendrian que ahorrar como lo hacen en los EEUU para la universidad de sus hijos.
    En cuanto a que ms o menos jovenes -acudiesen, que no estudiasen- en la universidad, es algo
    indiferente. Un titulo universitario sirve hoy dia para colocarse de camarero o vendedor en unos
    grandes almacenes, y para poco mas, pues ese esl valor que la sociedad concede a la
    educacion universitaria.


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