¿Son los equipos de fútbol comparables a un departamento universitario?
Adelantando un poco la respuesta, les diré que hay muchas similitudes entre un equipo de fútbol y un departamento universitario. Déjenme que se las exhiba.
En los equipos de fútbol hay dos personas que gestionan el club al más alto nivel y dirigen su política. El presidente y el entrenador principal. El primero es el encargado de las finanzas y, en consulta con el segundo, de hacer los fichajes pertinentes. La labor del segundo es gestionar los aspectos deportivos. Ambos tienen un número de subordinados que les auxilian en estas tareas (gerentes, entrenadores físicos, etc.).
En un departamento hay un director de departamento, que está sujeto en ciertas áreas al decano de su facultad, al rector de su universidad y naturalmente al ministerio de educación de su comunidad y de su país. Éstos últimos producen el marco legislativo en el que el director de departamento ha de moverse, a veces, dificultosamente…
No creo que un presidente de un equipo de fútbol se halle sujeto a tantas regulaciones como un departamento, pero «haberlas haylas»…
Hay un subdirector (o varios) en el que se delegan algunas tareas y un consejo reducido en donde se discuten los fichajes que se propondrán al consejo de departamento. Las decisiones de promoción a titular y catedrático se dejan en manos de los ya titulares y catedráticos respectivamente. Un comité rotatorio emite un informe, se vota y se acabó. Como ven, equipos de fútbol y departamentos universitarios comparten tareas comunes.
La importancia de la competencia
Algunos amigos suelen embromarme comentando la regalada vida que debo haber tenido como funcionario durante todos mis años en activo. Déjenme decirles algo. Los departamentos de la universidad pública tendrían una vida poco boyante si no fuera por las becas, becas que se consiguen competitivamente convenciendo a unos señores anónimos (muchas veces extranjeros), que juzgan los méritos de los presuntos becados.
Por una parte, están las becas del ministerio -los de Generación de Conocimiento que pagan nuestros gastos de investigación y otras como las Juan de la Cierva, Ramon y Cajal, ATRAE, la extinta María Zambrano que son para fichajes- las de la propia universidad -cátedras especiales para atraer talento senior, las autonómicas -Icrea, Gent, Ikerbasque- las europeas -ERC- y las de instituciones privadas como el banco de Santander.
Si el amable lector tiene a bien ver nuestra plantilla, comprobará la cantidad de becas que financian parcialmente bastantes de nuestros puestos de trabajo.
Y ¿por qué esto es importante? Pues verá.
Las becas compran personal administrativo adicional, personas que hacen trabajos rutinarios (correcciones de test, vigilancias) o no tanto (ayudantes de investigación). Además, dejan un porcentaje de dinero en el departamento con el que éste puede recompensar a los mejores investigadores con rebajas docentes y hasta con algún dinerito. Es un círculo virtuoso. O infernal.
Eres bueno, consigues muchas becas, tus profes están contentos y tienen tiempo para publicar bien lo cual les da acceso a más fondos.
Ahora esto ya se va pareciendo más a un club de fútbol ¿no? Por cierto, esa competencia por el talento se ha generalizado a los hospitales españoles, seis de los cuales están entre los cien mejores del mundo.
Para terminar esta oda a la competencia les invito a que imaginen un mundo donde todos los equipos de fútbol ganan la liga, todos los tenistas Wimbledon y todos los cocineros reciben tres estrellas Michelin… O todavía mejor, uno en el que los equipos de fútbol sólo disponen de cuatro o cinco formas de contratación con salarios fijados por una escala donde la diferencia entre el mejor y el peor pagado es como de cinco a uno… Imagine…y tiemble después de haber reído… Aunque, no está de más apuntar que un grado alto de competencia no siempre resulta en la eficiencia, ya que puede promover el sabotaje.
La desigualdad de los equipos de fútbol
En España a nadie le importa la desigualdad tremenda que hay entre los equipos de fútbol en donde los presupuestos de los clubs más ricos de primera división pueden ser casi diez veces mayores que los de los más pobres.
¿Por qué? Porque esa desigualdad le trae diversión. Pero una desigualdad excesiva puede generar aburrimiento, porque el resultado es el anticipado. Por eso en algunos deportes se establecen mecanismos para igualar a los contendientes como el draft en el baloncesto y el futbol americanos.
Al español en todo lo que le divierte (deportes, música, gastronomía) poco le importa la desigualdad.
Pero amigo, si hablamos de otras cosas…, no se puede consentir que un profesor universitario gane dos veces lo que otro… Resultado, España es el país con equipos de fútbol que más veces han ganado la Champions, el cuarto que ha ganado más títulos masculinos y femeninos de Grand Slam; el segundo (masculino) y el cuarto (femenino) mejor equipo del mundo de baloncesto; el quinto país del mundo con más estrellas Michelin; y hasta nuestra selección nacional de fútbol es la que más campeonatos de Europa ha ganado (por ahora ex aequo con Alemania).
Pero no conseguimos que una universidad española aparezca entre las cien mejores del mundo… y nuestro futuro se juega en el campo de la educación no sobre una cancha de deportes.
Es verdad que, como comentaba antes, hay muchos elementos competitivos que ya se han introducido en la universidad española, pero hace falta algo mucho más arriesgado (y costoso). Las universidades americanas y europeas de primera fila están repletas de talento español. ¿Qué tal un plan de atracción de ese talento? No soy quién para diseñar ese plan, aunque me gustaría que, como el exitoso ICREA, revertiera en los departamentos universitarios ya existentes y no en nuevos institutos o departamentos. Pero esa es otra historia.
La publicidad
Como me dice un amigo, la cocina en España se ha situado a un altísimo nivel sin ningún tipo de ayuda pública. Eso se logró -aparte del talento y el trabajo duro de nuestros cocineros- gracias a que la prensa publicitó el trabajo de una generación de chefs que era reconocida internacionalmente (estrellas Michelin).
Yo creo que esa experiencia no es totalmente replicable en la universidad, ya que montar una ídem es muchísimo más costoso que montar un restaurante. Pero ayudaría mucho si en vez de tanto influencer, nuestros mejores científicos aparecieran regularmente en los medios de comunicación explicando sus descubrimientos. Pero para eso hay que seleccionar y enterarse de lo que es un mérito académico y lo que no lo es. Aquí va una primera aproximación a ello.
No son méritos académicos
- Visitas a universidades prestigiosas. Ya que la visita pudo ser turística.
- Cargos académicos como rector, decano, vice ídems, director de una escuela de verano, etc. Tales cargos no tienen nada que ver con la ocupación principal de un académico, a saber, la producción y difusión de nuevos conocimientos. De hecho, son sustitutos de esa actividad.
- Premios que no sean el Nobel o similar. Podría tratarse de amiguismo, o pertenencia a ciertos círculos.
- Publicaciones internacionales de libros o artículos. Mucho cuidado con publicaciones en inglés de una revista o editorial cuya sede está en… Albacete.
Que me perdonen los albaceteños, pero es que ese caso ocurrió exactamente así y me pareció un buen ejemplo. Podría haber dicho cualquier otra ciudad española.
Sí son méritos académicos
- Pertenecer un departamento entre los mejores del mundo de acuerdo con un ranking internacional.
- Publicar libros o artículos en editoriales o revistas prestigiosas.
¿Cómo ver si las publicaciones de alguien son relevantes?
Pues antes de nada pregúntenle por sus tres mejores publicaciones. Vayan a SSCI y si las revistas tienen un impacto menor que uno, empiecen a sospechar. Pero cuidado con las otras. Hay maneras de incrementar falazmente el impacto de una revista por lo que un impacto muy alto no significa automáticamente que estamos frente a una buena revista. Mire el comité editorial y si no hay alguien de una universidad puntera también ponga en cuarentena esa publicación. Respecto a los libros mire que institución está detrás. Hay 75.000 casas editoriales en los EE. UU., por lo que un libro publicado allí no es necesariamente una buena señal. Y mira a qué departamento pertenece o está asociada tal editorial y tal individuo…
Y no olvide que los mejores jugadores están en su casi totalidad en los mejores equipos de fútbol.
Agradezco a Carmen Beviá, Juan de Dios Moreno-Ternero y Antonio Cabrales sus comentarios a una versión preliminar de este trabajo. Todos los errores y omisiones son de mi exclusiva responsabilidad.
Comparto gran parte de las ideas que aquí se presentan sobre la necesidad de potenciar la calidad de los clubes de fútbol académicos españoles, aunque hay algunos puntos harto matizables:
– Por favor, dejen de usar «beca» para referirse a financiación de alto nivel para desarrollar líneas de investigación («las becas del ministerio -los de Generación de Conocimiento» o las «ERC») o contratos laborales de muy variada naturaleza («otras como las Juan de la Cierva, Ramon y Cajal, ATRAE, la extinta María Zambrano que son para fichajes», ICREA, etc.). Esta terminología quedó periclitada hace décadas y su uso actual a veces está asociada a dinámicas malsanas de poder que todavía afectan a la universidad española.
– Considerar que no son méritos académicos los premios más allá de «el Nobel o similar» está al mismo nivel que considerar internacional publicaciones en inglés de una revista o editorial cuya sede está en Albacete. Seamos serios y evitemos los reduccionismos ridículos.
– Estoy completamente a favor de que hay que potenciar nuestros departamentos para que sean de entre los mejores del mundo. Pero ¿qué ránking o ránkings internacionales usaríamos si los tomamos como vara de medir? Porque los existentes son, como mínimo, inútiles y, como máximo, auténticas basuras.
[…] Durante siglos la carrera académica se construyó alrededor de una personalidad que hacía crecer a sus apadrinados, en lo que se llamaba su “escuela”. Para evitar las frecuentes acusaciones de endogamia surgieron contrapesos, pues no era infrecuente adivinar que alguna cátedra convocada sería para alguno de sus miembros. Hace 25 años, cuando trabajaba en la Universidad de Salamanca, era popular la siguiente (auto)crítica: el Papa Juan Pablo II decide jubilarse (como ocurriría años después a Benedicto XVI) y tras unos meses de recogimiento decide aumentar su actividad llamando a la Universidad (se supone que Pontificia) para ofrecer sus servicios como profesor de teología. En conversación con el Decano, al que recuerda su trayectoria e infalibilidad, recibe un portazo porque ya tienen a un joven prometedor con contrato y le quieren consolidar. Es lo que hay. […]