Los principios de eficiencia y eficacia como fundamento de cualquier consideración económica sobre el grado en España
Fuente: Cuaderno de Trabajo 7 de Studia XXI, “Consideraciones sobre el grado universitario en España“.
El debate actual sobre la conveniencia o no de modificar la estructura de las enseñanzas universitarias en España nos lleva a pensar en algunas reflexiones vinculadas básicamente con la relación entre calidad y duración de los estudios. Hablar de calidad es un concepto amplio, ambicioso y transversal que requiere hablar, entre otros, de autonomía universitaria, empleabilidad, innovación, transparencia, financiación y rendición de cuentas. No obstante, en esta parte del documento vamos a centrarnos en las consecuencias económicas que puede suponer el cambio de una estructura de los estudios universitarios a otra diferente. Más concretamente empezamos por plantear la importancia que los principios de eficacia y eficiencia tienen en cualquier consideración económica sobre el cambio de duración del modelo educativo universitario.
El concepto básico y de partida, cuando se habla de los aspectos económicos en las universidades, es el de financiación; financiación que debe ser suficiente para prestar los servicios de las universidades tanto a sus estudiantes como al resto de la sociedad.
La propia limitación de los recursos financieros requiere que la suficiencia financiera se analice conjuntamente con la eficiencia en su utilización, sin olvidar la necesaria equidad en su distribución. La financiación de las universidades debe ser adecuada para responder a los objetivos que se definan, teniendo en cuenta que debe existir una estabilidad financiera que permita a las universidades conocer los recursos disponibles a medio plazo (lo que se ha llamado planes plurianuales), así como también un mecanismo de ajuste que ayude a mejorar la calidad.
Hace años que los términos eficacia y eficiencia han entrado a formar parte del lenguaje universitario. La eficacia se refiere a la capacidad para lograr las metas propuestas, mientras que la eficiencia se entiende como el uso racional de los medios para alcanzar un objetivo predeterminado. Es decir, mientras que la eficacia se centra en la capacidad para alcanzar un objetivo y su nivel de consecución, la eficiencia se centra en la utilización más adecuada de los recursos.
Los objetivos de las universidades están vinculados a las misiones de las universidades, es decir, la formación, la investigación y la transferencia de tecnología, y el impacto cultural, social y económico de su actividad. No existen formas totalmente consensuadas y aceptadas para medir la actividad de estas misiones, ya que los servicios y valores que ofrecen las universidades son de naturaleza intangible. Sin embargo, pueden utilizarse subrogados que ayuden a su aproximación y que permitan analizar el nivel de eficacia y eficiencia alcanzado.
En la parte vinculada a la docencia/formación el hecho de que la educación universitaria esté concebida no solamente para estudiantes que han finalizado sus estudios de secundaria sino también para la educación a lo largo de toda la vida, plantea, entre otras cosas, que las universidades tengan que mejorar la eficiencia de los fondos de que disponen. Centrándonos en el debate sobre la duración de los estudios reglados, básicamente consideramos que la mejor manera de medir la eficacia y eficiencia universitaria, en lo referente a la actividad docente, lo es a través de los egresados, de su inserción laboral y del tipo de empleo que consiguen. El hecho de pasar de un modelo 4+1 a un modelo 3+1-2, supone un cambio respecto a la situación actual en cuanto a su eficacia y eficiencia, ya que el subrogado mencionado considera también el tipo de empleo, lo que evidentemente cambiará si los estudios pasan a ser de 3 años para el grado y 1-2 para el máster. En cualquier caso, y con el objetivo de mejorar los indicadores de eficacia y eficiencia, hace falta que las universidades mejoren los esfuerzos por asegurar una mejor empleabilidad de sus egresados a través de la introducción de nuevos mecanismos como, por ejemplo, plataformas de empleo, comités formados por académicos y profesionales o alguna otra iniciativa que ayude a facilitar el enlace entre la universidad y el empleo.
No obstante, es difícil saber cuál va a ser el efecto real que el cambio en la duración de los estudios va a tener sobre la eficacia y la eficiencia desde la cláusula ceteris paribus, ya que en los próximos años los cambios esperados en la docencia van a ser muy relevantes, entre ellos, destacamos una mayor digitalización, la introducción de cursos masivos y abiertos, y probablemente un cambio en el concepto de campus que tenemos en la actualidad, que puede evolucionar en un sentido más transnacional. Todos ellos tendrán un efecto real sobre la eficacia y eficiencia universitaria que difícilmente pueden ser analizados de forma individual.
Los cambios en la duración del modelo educativo probablemente no tendrán un efecto muy relevante en la medida de la eficacia y eficiencia en el terreno de la investigación/ avance en el conocimiento ya que la forma de aproximarnos a ellos y de medir sus logros habitualmente se realiza por medio de la producción científica, los índices de impacto de las publicaciones y el promedio de citas recibidas. Estos indicadores, que demuestran los resultados alcanzados en la investigación universitaria, y que están bastante consensuados, se mantendrán siempre y cuando un cambio en la duración del modelo educativo no altere significativamente el papel que la investigación tiene dentro de las funciones de los profesores universitarios.
Los conceptos eficacia y eficiencia se sitúan en primera línea también en la gestión universitaria. Los mecanismos de control del gasto tienen que dar entrada a nuevas técnicas de gestión, nuevos sistemas de información, nuevos sistemas de evaluación de la gestión, así como nuevos modelos organizativos, sin obviar las reformas necesarias en los gobiernos universitarios. Los modelos de generación de información interna deben conseguir una reasignación más adecuada de los recursos y mejorar los niveles de eficiencia.
En la actualidad, muchas universidades están implantando sistemas de contabilidad analítica para conocer los costes reales de los servicios ofertados. Sin embargo, desde el punto de vista económico de eficacia y eficiencia, las universidades no deben utilizar datos reales sino datos estándares por titulaciones y por servicios, con el objetivo que no enmascarar posibles ineficiencias en la gestión de los recursos (y también de sacar a la luz eficiencias conseguidas).
Detectar las eficiencias/ineficiencias del sistema universitario no reporta únicamente beneficios internos para las universidades, sino que también reporta grandes beneficios para la sociedad, ya que supone que se está en condiciones de poder ofrecer unos indicadores de gestión que permiten a la sociedad conocer la evolución en el tiempo y el efecto de las decisiones que van tomando las universidades.