Los universitarios ante la transformación digital

Algunas reflexiones al hilo del tránsito de una educación presencial a la modalidad online

Los hábitos y opiniones de los universitarios durante la pandemia, especialmente en el momento clave del confinamiento, corroboran algunos de los aspectos más problemáticos de la juventud señalados en los últimos años, incluido el debate sobre el uso de las nuevas tecnologías, tanto en el estudio como en el tiempo libre.

Tendemos a separar a los universitarios del resto de jóvenes, como si sufrieran menos sus problemas. Pero en realidad, si la juventud puede verse como el espejo de la sociedad adulta, la universitaria en particular refleja las preocupaciones y defectos de aquella, comenzando por el lado más dramático, la falta de sentido de la vida.

Uno de cada diez universitarios españoles ha tenido pensamientos suicidas en el primer año de carrera. El 31,4% de los universitarios de primer año sufre algún trastorno mental, mayoritariamente depresión o trastorno de ansiedad.

Este dato, sintoniza con el aumento de suicidios en menores en un 50% en todo el mundo en las tres últimas décadas. Se calcula que cada año se quitan la vida más de cien mil. En España supone la segunda causa de muerte no natural en la franja de 15 a 29 años. A partir de 2017 la cifra sufre un leve repunte. Más preocupante que la cifra en sí es el importante número de intentos y las ideaciones. Considerando estos elementos, el argumento que sostenemos es que cualquier reflexión acerca de la transformación digital de la universidad ha de ser puesta en un contexto interpretativo más amplio: el de la situación psicosocial de la juventud.

 

El complicado tránsito hacia una modalidad de enseñanza online

Todavía faltan por completar los estudios sobre cómo ha influido la pandemia en la vida de los jóvenes. Durante el confinamiento el sentimiento vital de los universitarios españoles tiraba a la baja –un promedio inferior a seis en una escala de diez puntos–. La tristeza y la ansiedad no mostraban diferencias significativas por curso o por género. Un pequeño botón de muestra.

En un Trabajo de Fin de Grado realizado durante el curso 2020-21 en la Universidad de Salamanca, la mitad de los 52 alumnos entrevistados por la autora, de edades comprendidas entre 20 y 24 años, admitió haber pensado alguna vez que sería mejor dejar de vivir1. En otro estudio realizado con universitarios españoles, encontramos que un 90% de estudiantes prefiere la enseñanza presencial frente a la virtual (obligada por la pandemia de la COVID-19), lo cual es un indicador claro de que el joven percibe que necesita estar en contacto con los iguales para un buen desarrollo psicológico.

Durante la pandemia, más de la mitad de los estudiantes sufrió experiencias vitales cercanas (personas enfermas y fallecidos). Pero, además, en el citado estudio se muestra cómo el paso de una universidad presencial al formato online es muy complicado.

Así, el alumnado que durante la pandemia tuvo que emigrar de la clase presencial a la online percibió que la universidad, en general, no estaba preparada, y comparando ambas modalidades, afirmó que se les prepara peor (el 74% considera que su rendimiento fue inferior durante la pandemia).

En cuanto a su futuro laboral, más de la mitad (52,7%) consideró que tendrá dificultades para encontrar trabajo, y que posiblemente tendrá que salir a buscarlo fuera de España. Así, la juventud universitaria, en general, percibe un futuro muy incierto, lo cual genera incertidumbre y cuestionamiento vital. Con todo, el estudio concluye que las instituciones educativas universitarias no contemplan la educación de una forma integral, ya que estas no los preparan, ni acompañan, en estas situaciones vitales, señalando así un importante déficit en la formación superior.

Ahondado en tal descripción del alumnado universitario, un estudiante de primer curso puede ver subjetivamente su futuro como una montaña infinita, puesto que, a medida que pasan los años, es necesario sumar más títulos no ya para lograr un trabajo, sino para mantenerse “en la cola del empleo”, expresión usada por los teóricos del capital humano para épocas de vacas flacas. Tiempos, que, en el caso de España, se han cronificado.

En este panorama, que podemos calificar de desconcierto o desorientación generalizada en todo el sector juvenil, las nuevas tecnologías pueden aumentar o mitigar los efectos negativos. Pero, dada la caracterización del sistema educativo en particular, todo parece apuntar a que la influencia es poco positiva en el momento actual. Está comprobado, por ejemplo, que un número elevado de horas dedicado a las pantallas –sobre todo en el móvil–, potencia la ansiedad, depresión y fantasías suicidas. La falta de alfabetización sanitaria hace que muchos jóvenes, adolescentes y universitarios duerman menos de lo aconsejable, coman mal, lean pocos libros por voluntad propia o consuman alcohol de forma perjudicial.

Sin ir más lejos, el confinamiento no fue aprovechado para leer por los universitarios españoles. En la segunda encuesta citada, el 69,7% confesó haber leído un solo libro o ninguno. Pero, de media, habían visto 13,4 horas de series o películas a la carta –solo 5 horas de informativos–. La mayor parte de los jóvenes entre 15 y 24 años –un 60%– consume alcohol habitualmente el fin de semana. El 20% entre uno y dos litros, según algunos estudios. Esta tendencia ha sido observada desde hace años en los más jóvenes. El consumo “violento” de alcohol –atracón, binge drinking– no es exclusivo de los botellones adolescentes, sino que afecta también al estudiantado universitario.

 

Ventajas e inconvenientes de la enseñanza online

A partir del complicado recorrido que ha supuesto el tránsito hacia una modalidad online, sería conveniente plantear algunas reflexiones.

Es preciso señalar que la transformación digital de la universidad abarca más aspectos que la propia digitalización de la enseñanza, tal y como se ha puesto de manifiesto en distintas contribuciones de este cuaderno.

En segundo lugar, también cabría considerar que las perspectivas a las que se ha hecho referencia anteriormente han de ser contextualizadas en un proceso de cambio y adaptación llevado a cabo con urgencia, lo que no nos permite evaluar cómo habrían sido esas percepciones en un contexto distinto al de una pandemia mundial.

La enseñanza virtual que cuenta con indudables ventajas (posibilidades de reciclaje, abaratamiento de costes para alumnos que vivan en zonas donde no haya universidades próximas, menores costes de infraestructuras para las universidades, etc.), también está mostrando algunos de sus peligros, como por ejemplo, una menor socialización del joven o la exigencia de una mayor autonomía en el alumnado para poder llevar el ritmo de estudio, lo cual, en general, no suele ser fácil al comienzo de la vida universitaria, lo que redundaría en un posterior fracaso académico.

Solo aquellas universidades muy especializadas en la enseñanza online y que tienen muy adaptado su sistema docente a esta modalidad pueden asegurar que el alumnado que se matricule se pueda formar en tiempo y contenidos de una forma similar a las universidades presenciales.

En el caso de España, se observa que son varias las universidades privadas las que están ofreciendo esta posibilidad, pero a costa de altos precios de matrícula (en comparación con las universidades públicas), por lo que este contexto puede estar provocando un factor más de brecha social, ya que no todo el alumnado puede costear dichos estudios con calidad.

En segundo lugar, no podemos olvidarnos del profesorado universitario, al cual se le ha sobrecargado de trabajo durante este tránsito, generando en ellos un elevado estrés añadido. A la gran carga burocrática que actualmente tiene que atender, habría que sumar todo el reciclaje que debe realizar si tiene que pasarse a un entorno virtual, tal y como están realizando muchas universidades en diferentes grados, máster y doctorado, que quizás han visto también un objetivo añadido de incrementar la demanda y no tanto de aumentar la calidad de la enseñanza.

No cabe duda de que, para el profesorado universitario, algunas de las consecuencias de la transformación digital pueden resultar beneficiosas: menores costes de desplazamiento, disponibilidad de repositorios virtuales que apoyen la labor docente, eliminación de procesos antes laboriosos, etc.

Sin embargo, lo que habría que preguntarse es si la universidad está preparada para abordar procesos de este tipo, algo que la pandemia ha dejado en evidencia –sin minusvalorar los importantes esfuerzos que se han realizado–.

La enseñanza online minimiza la convivencia entre el alumnado y de este con el profesorado, por lo que la dimensión clásica de universidad, generadora de debates académicos, de ideas, de crítica social y personal, queda claramente perjudicada. Las actuales herramientas tecnológicas, unidas a las capacidades humanas de implementarlas en entornos naturales, todavía no han conseguido canalizar adecuadamente los procesos de interacción (humana, simbólica) que han de producirse en la enseñanza-aprendizaje universitarios. A eso habría que sumar la percepción negativa del estudiantado universitario acerca de tales cambios; una dimensión que habrá de ser tenida muy en cuenta en cualquier reflexión a propósito de la transformación digital de la universidad en general, y de la enseñanza en particular. Este último aspecto es crucial.

Cualquier proceso de transformación digital que no cuente e implique directamente al alumnado universitario estará, en todo caso, abocado al fracaso.

 

El bienestar de los estudiantes: punto de partida y de llegada de la transformación digital

La conclusión de estas reflexiones parece evidente: el bienestar de los estudiantes habría de servir como punto de partida y de llegada de cualquier proceso de transformación digital, incluso a la hora de decidir no profundizar en tales procesos, cuando dicho bienestar pueda verse comprometido.

En nuestra opinión, las instituciones universitarias deberían preocuparse más por el bienestar de sus estudiantes. Los servicios de atención psicológica son insuficientes. En el caso del suicidio, por poner un ejemplo, no basta con un plan de activación coordinado de protocolos, sino que deberían poner en marcha estrategias de prevención.

Así como cada centro universitario realiza controles de salud de sus trabajadores, debería realizarse un diagnóstico del bienestar de los estudiantes anualmente, con seguimiento contrastado para los mismos sujetos, al menos a través de cuestionarios específicos que incidan en los aspectos señalados en este artículo: hábitos de alimentación, ejercicio físico, estudio, consumo de sustancias psicoactivas, ocio, etc. A partir de tales datos podrían implementarse talleres de formación atractivos que mejoren los conocimientos en alfabetización sanitaria y, en general, en el concepto individual y colectivo del bienestar. Todo ello en conexión con el empleo de nuevas tecnologías, sean o no propias del ámbito universitario.

Debemos tener en cuenta que los objetivos declarados en los estatutos de las universidades y en los organismos internacionales insisten en la conciencia social y en la sostenibilidad. Debe, pues, buscarse la manera de incentivar curricular y extracurricularmente ambos aspectos, por ejemplo, promoviendo concursos de ideas para mejorar la justicia social en las localidades donde se ubican los centros, trabajando con las asociaciones de vecinos la transferencia de conocimientos, aumentando la convivencia con personas mayores o promoviendo prácticas en contextos rurales. Para establecer este tipo de redes asociativas que redundan en el bienestar personal y social del estudiantado universitario y de la sociedad en su conjunto las nuevas tecnologías podrían desempeñar un papel importante. Lamentablemente, las reflexiones a propósito de los procesos de la transformación digital suelen ir por otros derroteros.


Fuente: Cuaderno de Trabajo #12 de Studia XXI, Transformación Digital de las universidades. Hacia un futuro postpandemia

 

  1. Violeta Tarancón, B. (2020). Prevención de la conducta suicida en estudiantes de la Universidad de Salamanca (Trabajo de Fin de Grado de Criminología, USAL, España).
 

Comentarios
  1. Pablo dice: 01/08/2024 a las 23:50

    El artículo parte de varias premisas erróneas. Podéis consultar fuentes públicas de educación online y la edad media de los alumnos y se cae la mitad del artículo.
    Por lo que respecta a los precios de las universidades online públicas y privadas encontraréis de todo…en fin…que poco rigor…


¿Y tú qué opinas?