Mi propósito para el nuevo año (y los debates sobre la universidad española)
Ahora que comienza el 2016, como tanta gente, me he planteado ciertos propósitos que espero poder cumplir de forma constante: hacer ejercicio y comer más saludable. Sin embargo, mi experiencia me dice que estos objetivos tienen la misma duración que la flor de pascua (Euphorbia pulcherrima) que todos los años me regala mi amigo Javier, el del invernadero: unos días. Y es que para esos objetivos hay que sudar o dejar de comer. Como alternativa he pensado algo más intelectual y que requiera menos esfuerzo. Así que mi propósito para este año es no mezclar temas diferentes en los debates sobre la universidad española. Mejor sería no tener que debatirlos, pero, como propósito, eso me parece excesivo y poco realista.
Este año seguro que en algún momento tendré que opinar o debatir sobre El Sistema Universitario Español y, más concretamente, sobre gobernanza, financiación, autonomía o becas. Para no mezclar, pretendo tener presente en todo momento qué es responsabilidad de quién.
Para el gran tema, debo recordar que el Sistema Universitario Español está coordinado por la legislación del Parlamento de España y las decisiones del Gobierno de España. Pero no debo olvidar que la educación es una competencia del Estado que organiza y gestiona las Comunidades Autónomas, y que se desarrolla en unas instituciones que tienen reconocida su autonomía por la Constitución. Es decir, que tenemos 3 responsables legislativos y 3 ejecutivos, para cada universidad. Los dos primeros niveles (España y Comunidades Autónomas) son conocidos y similares en estructuras y funcionamiento, pero las instituciones universitarias tienen cierta autonomía que les permite organizarse internamente de forma diferente. Así que cuando analice un problema debo identificar en cuál de estos niveles de decisión estaría la solución. Además, no debo olvidar nunca que en España hay universidades públicas y privadas y que su forma de financiación y gestión es completamente diferente.
Por ello, cuando analice un problema debo identificar claramente si me refiero a las universidades públicas o privadas.
Para el tema de la gobernanza de la universidad debo recordar que es un tema casi exclusivo de las universidades públicas: elecciones o selecciones de rectores, decanos, gerentes… También debo recordar que el actual sistema de gobernanza está regulado por las decisiones tomadas por el Estado (España y Comunidades Autónomas) y las propias universidades públicas, en las decisiones tomadas en su normativa. Asimismo, debo tener presente que no hay un único agente que haya tomado todas las decisiones que configuran hoy cómo se gobiernan las universidades públicas y que un solo actor de forma independiente no podrá mejorar la situación. También debo recordar que en esos tres niveles se hace y deshace la gobernanza de las universidades públicas, que un nivel puede querer reforzar la capacidad de decisión de los rectores y otro impedirlo por la vía del hecho o del derecho.
Analizar cómo se están tomando hoy las decisiones y qué decisiones se toman, me ayudará.
En el tema de la financiación de la universidad española también debo recordar que se trata de la financiación de las universidades públicas españolas. Puede ayudarme tener presente que las preguntas fundamentales son: ¿cuánto dinero tiene que aparecer en los presupuestos de las CCAA (no del Gobierno de España, que casi no tiene) para transferir a las universidades públicas? ¿Cuánto dinero tienen que poner los estudiantes para pagar su matrícula en una universidad pública? ¿Cómo deben las CCAA controlar el gasto de las universidades? El esquema de responsabilidad es el mismo a los anteriores. En este caso pueden darse situaciones de falta de coordinación aparente que simplemente son fruto de las decisiones que toma cada responsable en su ámbito de responsabilidad: por ejemplo, las enormes diferencias en los precios de matrícula entre CCAA.
Y no debo olvidar que el precio de la matrícula sigue siendo un problema de las universidades públicas, en tanto no se implante un sistema de cheque escolar con el que cada estudiante vaya a la universidad que quiera.
Sobre la autonomía debo recordar, en primer lugar, que está directamente ligada a la gobernanza (capacidad formal para tomar decisiones) y a la financiación (capacidad real para aplicar las decisiones que quieren tomarse). Pero, en segundo lugar, debo tener presente que, lejos de ser un principio regulador de la flexibilidad de instituciones que tienen como función generar conocimiento y formar para el futuro, se convierte habitualmente en arma arrojadiza: ¿no quieres autonomía?, pues arréglatelas; ¿quieres controlarme?, pues te fastidias que soy una institución autónoma. Una vez más no debo olvidar que es un tema fundamentalmente de las universidades públicas.
Por último, en el tema de las becas debo recordar que es un dinero que todos los ciudadanos ponemos a disposición de los estudiantes que no tienen recursos económicos suficientes, para que puedan estudiar. Aquí debo además no olvidar que no es un tema de política universitaria sino de política general, de modelo de sociedad. Debo recordarme machaconamente que no me gusta que ninguna persona con capacidad y ganas tenga que dejar de estudiar (en la universidad o donde sea) por falta de recursos económicos. No es un tema de la universidad. Es un tema de todos.
Sé que si consigo cumplir mi propósito no voy a perder peso ni mejorar mi salud, que es lo importante, pero puede que me enrede menos en algunos debates y eso es ya es suficiente. En ocasiones hay que ser posibilista.
Es difícil estar en desacuerdo con la parte «formal» de este artículo: dura lex sed lex. Pero debo disentir de lo que subyace, ya que creo que el sistema universitario en su conjunto (gobernanza, autonomía, financiación…), es un asunto de todos, independientemente de su régimen legal. Si asumimos con resignación lo aquí expuesto, estaremos abocados al fracaso, porque de alguna forma reconoceremos que estamos dispuestos a soportar los continuos cambios de criterio, fruto muchas veces de motivos difícilmente comprensibles, y los bandazos que esos cambios producen, y que dependen «simplemente» del gobierno de turno (y ni siquiera de distinto signo político que el anterior; hemos tenido experiencias al respecto).
Aunque resulte ya un tópico, es preciso un pacto de estado, que todos debemos reclamar, y que asegure un modelo duradero y a la vez flexible para algo tan vital para una sociedad como es su sistema educativo, y no sólo en su tramo superior. Sólo asi estaremos seguros de estar construyendo un futuro que de verdad lo sea.
Saludos.
Juan Carlos