Pruebas de Acceso a la Universidad: estas son las verdaderas preguntas.

Las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU), como el resto del sistema educativo, han sufrido una importante sacudida por efecto de la pandemia. Los estudiantes de Bachillerato vieron interrumpida la enseñanza presencial en la última parte del curso 2019-20. Por ello, las pruebas de acceso a la Universidad de 2020 tuvieron que modificarse. Se optó por introducir adaptaciones en el examen para incrementar la optatividad de las preguntas a elegir por cada estudiante. De esta manera se compensaba el efecto de las carencias habidas durante el curso. La compensación pareció funcionar, a tenor de las cifras de aprobados de la PAU que fueron similares, o incluso un poco superiores, a las de cursos anteriores.

En el curso 2020-21 la docencia ha podido planificarse mejor dentro de las posibilidades, pero aun así las EvAU/EBAU de 2021 se han seguido realizando con adaptaciones que incrementan la optatividad,  y puede que esto tenga relación con el alto índice de aprobados de este año. Parece probable –si la situación sanitaria no da más sorpresas–  que las PAU de 2022 vuelvan al sistema anterior a la pandemia. Pero podemos preguntarnos si, aun así, seguirá ascendiendo el número de aprobados.

Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU)

Elaboración propia con datos procedentes del SIIU (Sistema Integrado de Información Universitaria), Ministerio de Universidades.

 

Como se ve en la gráfica, dichas cifras de aprobados se mantienen en ascenso, siendo más altas desde que la Selectividad pasó a llamarse EBAU, EvAU u otras denominaciones [1]  con la entrada en vigor de la LOMCE en 2014. Desde 2017, todos los estudiantes en España realizaron la nueva modalidad de la prueba.

En esta gráfica hemos mostrado las cifras de aprobados de cada año teniendo en cuenta el alumnado presentado a ambas convocatorias (ordinaria y extraordinaria). También se han incorporado todas las modalidades (genérica, mayores de 25 y 45 años y mayores de 40 con experiencia laboral). Si nos restringimos a la modalidad genérica y a la convocatoria ordinaria de junio, que es la opción mayoritaria, las cifras son aún más altas. En algunas comunidades autónomas, son muy cercanas al 100%.

Historia de las pruebas de acceso

En realidad, la cifra de aprobados viene ascendiendo desde que comenzaron las actuales PAU en 1975. Fue en ese año cuando tuvo lugar en España la primera selectividad moderna. Algunas de sus pruebas eran similares a las actuales, aunque otras eran un poco diferentes, como escuchar una conferencia y a continuación resumir su contenido. Desde entonces, las pruebas de acceso han ido evolucionando y también la ponderación de la nota de Bachillerato. Esta ha ido tomando mayor peso y actualmente supone un 60%.

Haciendo un poco de historia, los orígenes de estas pruebas se remontan a la Institución Libre de Enseñanza. Desde finales del siglo XIX promovió profundas reformas en la educación y la cultura en nuestro país. Francisco Giner de los Ríos defendió la implantación de un “examen de ingreso en Facultades”, para así favorecer la igualdad de oportunidades entre el alumnado, puesto que hasta entonces el ingreso de un estudiante en la Universidad dependía sobre todo de la posición socioeconómica de su familia. Giner pretendía de este modo seleccionar a los mejores estudiantes para así reducir su número en las facultades, lo cual repercutiría en una mayor calidad de la enseñanza y de la evaluación. Así pues, este examen se puso en marcha en 1898.

Debido a la inestable situación de la España de entonces, las protestas estudiantiles y de las familias, el examen solo se realizó hasta 1902. En décadas siguientes, el acceso a la Universidad estuvo regulado de distintas maneras por superación de cursos preparatorios, reválidas de Bachillerato, o exámenes específicos de ingreso que establecían algunas facultades. Por tanto, el precedente institucionista sentó las bases de algo que hoy nos parece evidente: que se debe evaluar previamente el nivel de los estudiantes candidatos a entrar en la Universidad.

¿Cuál es el sentido del examen?

Sin embargo, y después de todo este tiempo, las cosas distan bastante de estar claras, y son muchas y difíciles las preguntas… no del examen, sino las que podemos hacernos “sobre” el examen.

Por ejemplo: Ya no se llama oficialmente selectividad, aunque coloquialmente se siga usando este término. ¿Es acaso que ya no “selecciona”?  Dadas las cifras de aprobados, tan cercanas al 100%, parece que su función no es tanto seleccionar a los estudiantes para la universidad como colocarlos en orden según su nota para poder acceder a los estudios elegidos. El bachillerato, en todo caso, también supone una selección previa. Pero desde luego una pregunta obvia es:

¿Cuál es la causa del ascenso en el número de aprobados? ¿Acaso sube el nivel de los estudiantes, o baja el nivel del examen?

Selección del alumnado

Asimismo, tenemos que preguntarnos hasta qué punto es deseable una mayor o menor selección. ¿Es mejor, como propugnaban los institucionistas, reducir el número de estudiantes? ¿Repercute esto en una mejora de la calidad? ¿Es mejor “dejar entrar” a más estudiantes en la universidad, a riesgo de que se produzcan más abandonos en los primeros años? ¿Estamos favoreciendo, por otra parte, la relegación de la Formación Profesional a un segundo plano?

En la actualidad, el numerus clausus o la “nota de corte” para acceder a una facultad es  consecuencia de la limitación de plazas, más que de una voluntad de seleccionar el nivel de los candidatos.

Pero así se llega a paradojas como Grados en Ingeniería que no exigen más que un aprobado en las PAU, al existir más oferta de plazas que demanda.

¿Se debería, incluso en estos casos, exigir a los candidatos un cierto nivel previo? Si no es así, deberán ser los propios estudios de Grado los que hagan quedarse por el camino a buena parte de quienes entraron, con el coste humano y económico que esto supone.

Es innegable que la Universidad, que en un tiempo estuvo reservada a una élite, llega hoy (al menos como oportunidad) a la mayor parte de la sociedad, y su función es fundamental como ascensor social. Pero, ¿y si este ascensor se carga demasiado? Se produce entonces el fenómeno conocido como inflación académica: un título universitario, que hace décadas confería una gran ventaja a su poseedor, hoy es apenas valorado, requiriéndose cualificaciones más y más altas para acceder a los mismos niveles. Aun así, por supuesto, la formación en sí misma sigue siendo deseable siempre.

Es posible preguntarse también por el carácter socialmente justo de la selección del alumnado. La intención es que los criterios selectivos atiendan a factores como la capacidad intelectual y de trabajo de los candidatos a universitarios. Pero la realidad es que estos factores están estadísticamente muy relacionados con el nivel socioeconómico de las familias de origen, con el ambiente cultural al que haya tenido acceso el o la estudiante, e incluso con el Centro en que haya cursado el Bachillerato. Separar estos factores es un arduo trabajo.

Distrito universitario único

Y hay muchas más preguntas en este examen. Podemos preguntarnos quién ha de fijar los criterios y efectuar las PAU. Actualmente en España existe distrito universitario único, lo cual significa que el alumnado puede optar a cualquier universidad, independientemente de dónde haya efectuado el examen de ingreso. Pero las PAU son diferentes en cada comunidad autónoma, y esto se puede interpretar como una fuente de desigualdad en el territorio español.

¿Debería la prueba ser única en todo el Estado y por tanto igual para todos? O, por el contrario, ¿se debería dar más peso a la autonomía universitaria, y que cada Universidad estableciese sus propias pruebas, en lugar de ser las mismas en toda la comunidad autónoma?

En otros lugares del entorno europeo, como en el sistema anglosajón, se concede mucha más importancia al prestigio de determinadas universidades. Estas imponen sus propios criterios de admisión, con exámenes específicos, a menudo incluyendo una valoración del curriculum vitae del candidato. En nuestro país, sin embargo, se suelen considerar otros factores a la hora de elegir universidad. La decisión suele estar basada más en el tipo de estudios o la proximidad geográfica que en el prestigio de una universidad concreta.

¿Cómo debería ser el examen?

Otra gran pregunta que requiere extensa reflexión es la referida a los contenidos que deben incluir las PAU. En los últimos años se aprecia en una parte del profesorado una tendencia a señalar que las pruebas actuales fomentan poco el espíritu crítico o el pensamiento original. En esta pruebas, el alumnado se limita a repetir de un modo mecánico lo estudiado: problemas tipo, temas de desarrollo muy previsibles… Y la polémica está servida cada vez que, en alguna comunidad autónoma, una pregunta de algún examen se aparta un poco del camino.

La cuestión no es baladí, porque el contenido de las PAU tiene un enorme peso en el sistema educativo, tanto hacia atrás como hacia adelante. Hacia atrás, porque prácticamente todo el Bachillerato se puede convertir en un entrenamiento para el examen, y esto dicta tanto los contenidos como el grado de profundidad con que estos se trabajan. Y hacia adelante, porque el alumnado que llega a la Universidad lo hace sobre la base de dicho examen, lo cual moldea fuertemente su forma de pensar y de abordar los propios estudios universitarios.

Así, otras iniciativas y modelos posibles en la enseñanza universitaria chocan frontalmente con las consecuencias de haber cursado un Bachillerato (e incluso una Secundaria) orientado a un tipo de PAU. Cabe contrastar este carácter de nuestros exámenes de ingreso con el de otros países europeos, donde las pruebas están mucho más dirigidas a evaluar la comprensión, el razonamiento o la capacidad de análisis y síntesis.

La eterna pregunta

En fin, nos faltan muchas respuestas para tantas preguntas. A veces nos encontramos tentados de afirmar que el nivel de los estudiantes no está a la altura. Pero quizá debamos relativizar esa afirmación, ya que, curiosamente, es una sensación que parecen tener todas las generaciones. Esto publicaba la revista “El siglo médico” en el año 1900:

“El resultado del examen de ingreso en las Facultades ha sido el de suspender a unos cuantos bachilleres, aprobar a los más por misericordia, y sólo a unos pocos por sus merecimientos […] La mayoría de los bachilleres saben poco, o no saben nada, de las materias que forman parte del bachillerato, y por ende tiene mucha razón de ser el examen de ingreso.”

 


 

Bibliografía: 

 “Los orígenes de la Selectividad en la Universidad española: El examen de ingreso en facultades, 1989-1902”. Á. González de Pablo. Revista Hispania (CSIC), LXI / 1, nº 207 (2001).

 Informe “Datos y cifras del sistema universitario español”, Ministerio de Educación.

 [1] En las distintas comunidades autónomas, las denominaciones actuales son EBAU (Evaluación de Bachillerato para Acceso a la Universidad), EvAU (Evaluación para Acceso a la Universidad), PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad) o PEvAU (Pruebas de Evaluación para Acceso a la Universidad). También se utiliza su equivalente en las otras lenguas del Estado.

 

Comentarios
  1. Carmelo dice: 10/10/2021 a las 19:19

    Gracias por el artículo Neila. Creo que resume muy bien la historia de las PAU en este país, y las preguntas son muy oportunas, no tanto para responderlas sino para reflexionar con ellas. Una de las primeras preguntas es si seguirá ascendiendo el número de aprobados. Nunca entendí que pudiera suspenderse la prueba, así que si llegamos al 100% sería lo óptimo y razonable. Entre otras razones porque no estamos examinando estudiantes, examinamos el sistema educativo. Las PAU han de servir de control de la calidad de la enseñanza y de la evaluación que se practica en ella, especialmente, en el bachillerato. Si el alumnado llega a la PAU con sus calificaciones»infladas» o por contra es calificado con notas bajas cuando deberían ser más altas, esto es o debe ser detectado y corregido, e inspección educativa interesarse por estas «anomalías». Tengo mis dudas que la PAU pueda corregir las desigualdades presentes en el bachillerato, no es ese su cometido. El cometido es el de ordenar la demanda frente a una desigual oferta (otro debate es qué ofertan las universidades, por qué restringen el número de plazas en carreras «elitistas» y abren el número de plazas para otras con un mayor paro). Distrito universitario único, hoy es fuente de desigualdad y de picarescas si no se opta también por PAU única. Otra cuestión es qué ha resultado e incentivado las PAU en las últimas décadas, han convertido los 2°de bachillerato en academias preparatorias para superar las PAU; quien supera el bachillerato debe superar la PAU, debe ser así. Todo lo cual «deslegitima» el objetivo y papel del bachillerato… Es paradójico que se defienda que el bachillerato deba orientar al alumnado hacia toda la oferta formativa (FP, mundo laboral, Universidad, etc.) y, sin embargo, se centra exclusivamente en el acceso a la Universidad (da igual para qué y en qué). Eliminar el COU, visto está, disparató el sentido del actual bachillerato. Y no, no podemos compararnos con lo que hacen otros países, partimos de realidades y premisas muy distintas. Presumo que en otros países bandera tienen en cuenta las consecuencias de sus actos, acciones y decisiones. Aquí nos cuesta.


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