Tendiendo puentes entre el mundo académico y el empleo

Durante las últimas semanas, al leer artículos sobre educación universitaria, me he estado fijando en las palabras que más se repetían. Las palabras formación, docencia, investigación, internacionalización y financiación se sitúan en el top 5. Sin embargo, ha sido la palabra empleabilidad la que más ha llamado mi atención.

El término empleabilidad ha entrado en los últimos tiempos a formar parte de la jerga universitaria y se ha instaurado con fuerza.

La Real Academia Española lo define como el “conjunto de aptitudes y actitudes que permiten a una persona conseguir y conservar un empleo”. Es decir, es un término que habla de las capacidades necesarias para comenzar a desarrollar una actividad profesional y progresar en ella; por ello, la empleabilidad es una responsabilidad compartida entre estudiantes, universidades, gobiernos y empresas.

En los momentos actuales, la brecha entre la universidad y el mercado laboral es una de las grandes cuestiones que afectan a los estudiantes debido, entre otros factores, a los efectos de la crisis económica, la competencia laboral, las exigencias de las empresas que cada vez demandan perfiles más cualificados y la importancia de la innovación. Hay estudios en nuestro país sobre empleabilidad que analizan el alcance de esta cuestión y su efecto sobre el empleo.

En términos generales, los estudios subrayan que un mayor nivel de formación incrementa las posibilidades de acceder a un empleo.

Así pues, según el estudio de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (FCyD, 2014), la tasa de desempleo entre los titulados universitarios es del 13,4% mientras que en el resto de la población se sitúa en el 21,8%. Por contra, nos encontramos también con datos que señalan que en el año 2013 la tasa de desempleo entre los titulados universitarios españoles se situó en torno al 15% frente al 5,8% de la media europea (FCyD, 2014).

Como puede observarse estos datos son dos caras de la misma moneda. Lo que está claro es que todavía hay que avanzar en mejorar la preparación que deben tener nuestros estudiantes para el acceso al mundo laboral. Por todo ello, cabe preguntarse ¿qué podemos hacer desde las universidades para facilitar a nuestros estudiantes la transición entre el mundo académico y el profesional?

El punto de inflexión que supone el acceso al mercado laboral requiere hablar de ideas sencillas, pero tremendamente prácticas. La mejor manera de encontrar un trabajo debe planificarse con tiempo e incluso me atrevería a decir que debe hacerse desde el inicio de los estudios universitarios. Los idiomas y la habilidad informática son elementos mencionados de manera recurrente y que van más allá de su propio concepto, ya que presuponen valores como inquietud, capacidad de comunicación y de desenvoltura.

La mayoría de universidades tienen definidas acciones concretas para mejorar la empleabilidad de los egresados, como son en el diseño de metodologías educativas, las prácticas en empresas y los centros de orientación al empleo. Sin embargo, existen otras acciones menos habituales en las universidades españolas y que también pueden ayudar a mejorar la empleabilidad de los egresados, como por ejemplo, la incorporación de estudiantes en grupos docentes junto a los profesores, la potenciación de la figura del mentor, el fomento de lugares que ayudan a encontrar empleo, el impulso de las lanzaderas de empleo y la creación de «Comités Consultivos» por titulación. Estos últimos estarían integrados por profesionales activos que trabajarían junto con las coordinaciones académicas de las titulaciones, de manera que facilitarían incorporar en las aulas y con rapidez, los cambios que se van produciendo en el mercado laboral. Es decir, permitiría a cada titulación hacer los ajustes necesarios en línea con la realidad del mercado laboral.

Actualmente es habitual la presencia de estudiantes en labores de gestión y, en algunas titulaciones, también en grupos de investigación, pero las universidades todavía no han apostado por una mayor implicación de los estudiantes en grupos docentes, lo que les permitiría también desarrollar las habilidades de comunicación y de trabajo en equipo, aspectos que favorecen la empleabilidad.

La figura del mentor, habitual en otros países, guía a los estudiantes tanto en el mundo académico como en el momento de enfrentarse al mundo laboral, impulsando y estimulando la creatividad y el emprendimiento.

Un mentor universitario, tiene un papel fundamental en la elaboración de la carta de presentación y del curriculum vitae del estudiante, incidiendo en sus habilidades y en sus competencias.

Los estudiantes tienen que estar activos y tener presencia en los lugares que van a permitirles encontrar un empleo; destacamos, entre otros, los centros de orientación al empleo de las universidades, los servicios públicos de empleo, los portales de empleo, las webs corporativas de las empresas y los colegios profesionales. Por otra parte, algunas de las formas que se está revelando como de las más eficaces para encontrar empleo son las redes sociales (preparando un perfil profesional o una marca personal) y las redes informales (construyendo una networking o red de contactos). Otra forma de participar en la red es a través de la creación de un blog o de un personal branding que permita compartir noticias, reflexiones o artículos de interés, con el objetivo final de aportar contenidos de calidad.

Otra acción interesante son la puesta en marcha, por parte de algunas universidades, de las lanzaderas de empleo, dirigidas a la planificación de actividades que permitan mejorar la empleabilidad. Las lanzaderas funcionan a través del trabajo en equipo para desarrollar y fortalecer las competencias de sus integrantes. Utilizan, entre otros, el coaching y la inteligencia emocional, así como el entrenamiento para procesos de selección y la elaboración de mapas de empleabilidad.

Puesto que la empleabilidad es un indicador de calidad para las universidades ¿no deberíamos asumir de manera más proactiva nuestra responsabilidad?

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