Una modesta proposición para el amejoramiento de nuestro sistema universitario
A pesar del título de este post, «Una modesta proposición para el amejoramiento de nuestro sistema universitario», este artículo no es ninguna mofa o befa o una humorada más sobre cómo reformar nuestra universidad.
Este tema es serio, tanto que pienso que si España quiere ser alguna vez un gran país tendrá que tener una gran universidad. Que no la tiene se sigue de la consulta a cualquier ranking internacional en el que no hay ni una sola universidad española entre las cien mejores del mundo. Sí hay departamentos en esos puestos, pero eso, que bien está, no es suficiente. Por dar una comparación, según el ranking elaborado por la revista Newsweek, España tiene seis hospitales entre los cien mejores del mundo Otros rankings dan resultados similares, por ejemplo, este. Por cierto cinco de esos hospitales son públicos.
Las causas del hecho
Hoy en día hay muchas propuestas para reformar la universidad pública (y el sistema universitario en general). Muchas de ellas contienen elementos que juzgo valiosos. Una de las reflexiones más acertadas en esta línea fue publicada por Martí Parellada no hace mucho en estas mismas páginas. Aquí vamos a tomar un camino diferente que no excluyente. Y es tratar de profundizar en las causas de nuestro atraso universitario. Muchas de estas reflexiones creo que también son válidas para el sistema educativo en su conjunto.
Empecemos estableciendo que España, si bien no es un gran país, sí destaca internacionalmente en muchos ámbitos. Preguntémonos en qué cosas destacamos e inquiramos por qué.
Salud y todo lo demás
Ya hablamos de nuestros hospitales. Y qué decir de la esperanza de vida en la que estamos generalmente en los cinco mejores puestos del mundo (véase aquí un ejemplo).
Deportes
Aquí también andamos en puestos de cabeza, cuartos del mundo según la International Sports Press Association (AIPS). Y de fútbol -nuestro deporte rey- ni hablamos, terceros en la categoría masculina y segundos en la femenina.
Comida
Somos el quinto país del mundo con más estrellas Michelin, y el tercero con más de tres estrellas Michelin.
¿Qué tienen en común la salud, los deportes y la comida? Que nos interesan mucho.
Cualquier español discute sobre esos temas con una finura que impresiona, y ¡ah! no nos importa absolutamente nada que los mejores profesionales en esas actividades ganen unas cantidades que, a veces, yo calificaría de escandalosas. Hablando de estos temas, nadie sería capaz de repetir la consigna que he oído tantas veces con respecto a la enseñanza a saber «como todos damos las mismas horas de clase todos tenemos que cobrar lo mismo».
¿No se aplica ese argumento a la salud, a los deportes o a la comida? Si todos los futbolistas juegan 90 minutos, ¿por qué no ganan todos lo mismo? Es más, a estas alturas le pido humildemente al amable lector que especule, imagine, un equipo de fútbol o un restaurante en el que sólo hay un pequeño número de contratos y cada uno de ellos con bastante letra pequeña con un salario máximo que no llega a los 100.000 euros anuales.
En el estómago de la bestia
He hablado bastante sobre educación y universidad con amigos de fuera de esta, todos universitarios. Y aunque suelen asentir (eso sí con cierta somnolencia) a mis pastorales no logran aprehender un hecho fundamental: a saber, que la educación no es un genérico.
Que si dedicas tres meses a encontrar un coche para sustituir al tuyo deberías dedicar muchos meses a ver qué está pasando con la educación de tus hijos.
Un amigo ingeniero de telecomunicaciones llevó a sus hijos a un colegio porque «está cerca de casa» y los profesores «eran muy amables con nosotros». Descubrió años después que esos profesores no habían enseñado gran cosa a sus hijos, cosa que para más INRI «sospechaba hace tiempo».
Otro me discutió ardorosamente que la Carlos III era una universidad privada por la limpieza de sus instalaciones. Muchos hablan de los “profesores de universidad” como si el serlo otorgara sabiduría innata a todos los integrantes de ese cuerpo, etc., etc., etc., etc. Esta aplicación de clichés poco matizados no solo es una muestra de falta de conocimiento. Lo es también de la falta de interés por el amejoramiento de nuestro sistema universitario, el tema en cuestión.
Modesta proposición (1): eliminar «lo viejo», reconocer «lo bueno»
Todo esto se traslada a una concepción, digamos medieval, de la universidad en la que la actividad primordial de los profesores es “explicar los libros”. Déjenme decirles que los buenos libros no se explican o de nuevo, si un libro necesita ser explicado, debe ser catalogado como malo y ser repudiado y cancelado.
Los profesores deben formar la mente de los alumnos con explicaciones que hagan que las neuronas de los estudiantes crezcan. Y saber trasmitir los aciertos y fallos de nuestro conocimiento presente, así como las posibles soluciones de éstos últimos para lo que es imprescindible hacer investigación. Una investigación que, además, es buen negocio para la sociedad (véase aquí).
No quiero dejar pasar la ocasión de hablar de la meritocracia en la selección del profesorado. Parece que en ciertos ambientes está bien visto despreciar la meritocracia como clasista. Reto a esas personas a proponer un modelo alternativo. Y les demando bondadosamente que apliquen tal modelo a la sanidad, deporte, etc., en resumidas cuentas, a todo lo que nos importa. Que la meritocracia tenga defectos que hay que pulir, véase por ejemplo aquí, no significa que no sea una condición básica para que el sistema universitario funcione.
¿Qué hacer?
Cualquier reforma de la educación y/o de la universidad, por bien intencionada que sea, no va a funcionar hasta que la educación o la universidad no formen parte de nuestras conversaciones habituales.
¿Recuerdan cuando se dejó de pedir «un tinto» en los bares? Repasemos qué ocurrió. Pues que las conversaciones sobre vinos se habían hecho habituales y, al poco, también las visitas a las bodegas más prestigiosas. Una amiga que trabajaba en Barcelona me contaba cómo frecuentaba una tienda de nombre angelical en la que degustaba vinos mientras el propietario le daba una charla sobre los orígenes de este, cómo se había cultivado, madurado, que sabores había que encontrar, etc. Por cierto, en vinos tampoco andamos mal, cuartos del mundo según Forbes.
Así debía ser con la universidad o con el conjunto del sistema universitario. Las noticias sobre nuestros logros, por ahora no muy frecuentes, pero ciertamente existentes, deberían formar parte de los noticieros.
Modesta proposición (2): conversar sobre el amejoramiento del sistema universitario
En las familias y grupos de amigos deberían discutirse con énfasis los principales avances logrados por españoles. ¿Nos imaginamos una conversación cómo «¿Has visto el último artículo de fulano? Demuestra que tal y tal. ¿Cómo está el último número de Science? Pues hay un artículo super interesante sobre esto y lo otro».
El día en que seamos tan finos juzgando los méritos de nuestros académicos como somos juzgando a nuestros cocineros o a nuestros futbolistas, la universidad podrá echar a andar.
Y para que esto ocurra es absolutamente necesario el concurso de la prensa y los otros medios de comunicación, sobre todo públicos, que sustituyan las secciones de famoseo y politiqueo por otras sobre la ciencia. Y luego sí, nuevas leyes y más financiación. Sobre esto último véase el informe de la Fundación CyD. En él se muestra que nuestro gasto por alumno en instituciones de educación superior se halla un 25% por debajo de la media de la OCDE.
Pero déjenme avisarles de que no habría nada más letal para la universidad que más financiación con independencia de los resultados. La rendición de cuentas que en el sector público es el equivalente a la competencia en el sector privado es el otro factor que debe remover de manera rápida a aquellas personas que no estén realizando una buena labor. Aquí de nuevo el ejemplo del deporte bien le iría a la universidad y a la educación en general.
Resumiendo, que… ya es tarde
Los españoles hemos demostrado que cuando nos interesa algo somos capaces de escalar hasta los mejores puestos del mundo. Hasta ahora ese interés se ha centrado en actividades sanitarias y lúdicas. Pero, ahora es necesario que la educación y sobre todo la educación superior entren a formar parte de esas actividades. Y para ello lo más práctico no es empezar por presentar una nueva ley educativa, cosa que en su momento habrá que hacer. Es poner la educación en el lugar central de nuestras vidas. Y, pensando en ella, reflexionar sobre nuestro sistema universitario.
Una vez que hayamos comprendido que Rusia no sólo es poderosa por sus recursos naturales, sino porque puede decirse que inventó el sistema universitario moderno poniendo a un científico prestigioso (Lomonosov) al frente de su primera universidad (1755); que USA, además de sus misiles, submarinos, etc. posee las mejores universidades del mundo y por eso lo domina; y que buena parte del imperio británico estuvo sostenida no sólo por la Royal Navy sino por la educación esmerada de una élite, habremos dado un primer paso absolutamente imprescindible para convertirnos en un gran país, con un gran sistema universitario.
Modesta proposición (3): que lo veamos.
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*Agradezco a Carmen Beviá, Antonio Cabrales y Juan D. Moreno-Ternero sus comentarios sobre una versión preliminar de estas notas. Ninguno de ellos es responsable de las opiniones aquí vertidas.
Muchas gracias por las reflexiones. Mucha razón.
(Y curiosa la palabra «amejoramiento», pensé que era un galicismo) ;-)