¿Qué pueden hacer las universidades contra los cisnes negros?

Desde hace unos años se ha dado en llamar «cisnes negros» a acontecimientos muy poco probables, y por ende difícilmente previsibles, que causan un gran impacto en la salud, la sociedad o la economía.

Hasta que a principios del siglo XVIII llegó a Inglaterra un cargamento de cisnes negros procedente de Australia, en Eurasia y América se creía que tales especímenes no existían.

Han sido, son o pueden ser cisnes negros la gripe española, terremotos, tsunamis, accidentes nucleares o caídas persistentes del sistema eléctrico o de Internet. También pueden serlo explosiones en un polígono químico, atentados o guerras (no todas: algunas son previsibles o incluso están programadas). O grandes incendios forestales, estallidos de burbujas financieras o inmobiliarias… Y, por supuesto, epidemias como las que nos ha sobrecogido ahora mismo.

Un cisne negro puede afectar a todo el planeta o, pongamos por caso, a un municipio o a un polígono industrial. Para una empresa manufacturera puede ser un cisne negro el cese de actividad de su única proveedora de un componente clave.

Por su propia naturaleza, no es posible predecir qué será y cuándo aparecerá un cisne negro. Pero sí se puede actuar para reducir, por una parte, la probabilidad de que surja y, por otra, la gravedad de sus efectos. Todo ello, mediante la detección precoz y la disponibilidad de recursos y protocolos para actuar rápida y eficazmente cuando el cisne negro nos ataca.

Por causas que no cabe analizar aquí, los cisnes negros cada vez son más frecuentes. Y, por añadidura, gracias a la globalización y a implantaciones imprudentes del just-in-time, sus consecuencias pueden alcanzarnos aunque tengan un origen muy distante.

¿Cómo encaran las instituciones a los cisnes negros?

El cisne negro que ahora nos aqueja y muchos otros anteriores han puesto de manifiesto que las instituciones, desde las internacionales a las locales, generalmente no están preparadas para encarar retos de este tipo.

Para hacer frente a los cisnes negros son necesarios conocimientos, personal especializado y recursos materiales. Todo ello, desde luego, requiere mucho dinero. Pero este dinero debe verse como una inversión que permite ahorrar costes futuros, de mucha mayor magnitud que la del coste necesario para evitarlos o atenuarlos.

El virólogo Adolfo García-Sastre, por ejemplo, ha dicho que los gobiernos “deben invertir contra las pandemias lo mismo que gastan en defensa. Para hacer la guerra con otros países o defendernos se gasta mucho dinero en armamento, tanques, torpedos, mísiles, que al final no se usan, pero se consideran necesarios en caso de que haya un ataque”.

En plena crisis del covid-19, no parece aventurado suponer que existe la sensibilidad social necesaria para dedicar recursos a protegerse contra los cisnes negros. Incluso a costa de aumentar los ingresos fiscales o de reducir gastos superfluos, si los hubiere.

En la crisis presente, las universidades han contribuido a paliar sus efectos con su esfuerzo para mantener la actividad docente en condiciones inéditas y muy difíciles. También con la aportación de conocimientos médicos y biológicos o la elaboración interdisciplinaria de modelos matemáticos para predecir la evolución de la epidemia. Algunos grupos de investigación están trabajando intensamente para conseguir una vacuna o tratamientos efectivos contra la plaga.

El pronóstico

Ahora bien, para disponer de una égida que nos proteja, en la medida posible, de futuros cisnes negros se necesita un pronóstico, que a priori podemos asegurar que no será completo, sobre:

  • ¿Qué tipos de cisnes negros nos pueden atacar?
  • ¿Con qué consecuencias?
  • ¿Qué recursos necesitaremos para hacerles frente, dónde y en qué cantidades?: Equipos de detección y de diagnóstico, medicinas, desinfectantes, material de protección (frente a bacterias, virus, gases, fuego…), depósitos de alimentos y de agua potable, elementos prefabricados para construcción rápida, ataúdes, hornos crematorios, material móvil, ambulancias, equipos de extinción de incendios, capacidad hospitalaria, capacidad industrial disponible, equipos humanos entrenados para las diversas eventualidades que se puedan presentar…

A partir de dicho pronóstico, se debería elaborar un programa de actuación, con el correspondiente plan de financiación y los protocolos de actuación para los diversos escenarios previstos.

Eliminando las fronteras entre disciplinas y especialidades

Para ello, se requiere una visión sistémica, que no se puede conseguir desde ninguna disciplina en particular. En Cataluña hemos visto, por ejemplo, que un profesional de la medicina que se define a sí mismo como “un infectólogo con una visión de salud pública” dice haber llegado a conclusiones distintas que las de un “epidemiólogo especialista en infecciones”.

Hay que superar las fronteras entre especialidades. El análisis y la prevención de estos riesgos requieren el concurso de conocimientos sobre medicina, biología, economía, sociología, comunicación, redes sociales, química, geología, matemáticas, estadística, derecho, cadena de suministro, logística humanitaria, ingeniería civil, telecomunicaciones, redes energéticas, edificación o seguridad, entre tal vez muchos otros.

Cuando en el Reino Unido empezaban a prepararse para lo que sería la II Guerra Mundial comprendieron que el inminente conflicto plantearía retos inéditos. Decidieron abordarlos mediante equipos científicos pluridisciplinarios, que dieron lugar a la llamada investigación operativa. De estos equipos, el más célebre fue el conocido como Blackett’s circus. Integraba tres fisiólogos, un astrofísico, un agrimensor, un físico generalista, dos matemáticos y un oficial del ejército. El propio Blackett era un físico eminente que obtuvo pocos años más tarde el premio Nobel.

¿Cómo luchar contra los cisnes negros?

Se trataría de reunir todo el conocimiento pertinente disponible, que en buena parte se encuentra en las universidades. Pero no solo en ellas. Las administraciones y algunas empresas y organizaciones no gubernamentales disponen también de conocimientos, informaciones y experiencias indispensables para prevenir nuevos cisnes negros.

En una entrevista reciente en torno a la pandemia, el profesor Joan Benach reflexiona sobre el contraste entre la insistencia sobre la necesidad de estudios con enfoques multidisciplinarios y la escasez de estudios que puedan considerarse integrales. Y, en relación con lo que cabe hacer en el marco de una post-crisis dice que “es necesario con urgencia crear y desarrollar grupos de análisis y experiencias (think tanks) potentes que hagan propuestas estratégicas y tácticas”.

Por ahí se podría empezar. Con la creación de un grupo de trabajo, articulado desde el Ministerio, y con la participación de las universidades públicas, para elaborar un proyecto de trabajo transdisciplinario para el desarrollo de un plan de prevención contra los futuros cisnes negros. En dicho grupo de trabajo, deberían figurar también representantes de las administraciones y de las entidades pertinentes. Hay que prepararse ya. Recuérdese que durante mucho tiempo se creyó que los cisnes negros no existían. Pero ahora circulan habitualmente por nuestros parques y jardines.

Suscríbete al blog por correo electrónico

Suscripción conforme al RGPD 2016/679.

 

Comentarios
  1. José M. Carrascosa dice: 15/04/2020 a las 09:24

    Estoy completamente de acuerdo con el autor en la necesidad de la investigación y la formación multidisciplinar e interdisciplinar, la cual no está reñida con la formación clásica super especializada de vanguardia. La UAM, junto con la UC3M y la UAB hemos impulsado recientemente la implantación de un Grado en Ciencias de curriculum abierto con el fin de que los estudiantes generen su propio curriculum formativo con saberes de todas las ciencias. También se ha promovido otro grado todavía más multidisciplinar en Ciencias y Humanidades. Las resistencias internas y externas a esta visión han sido enormes. El Grado en Ciencias comenzará, pandemia mediante, el próximo curso. El otro tendrá que esperar dado que la agencia catalana de evaluación no ha sido capaz de entender su propósito. Para los que no creen en esto les aconsejo que exploren la web de Stanford University, por ejemplo, y comprueben que no existe una Facultad de Ciencias, sino una de Ciencias y Humanidades, y que entre los programas de estudio que llevan a cabo hay uno que se denomina Ciencia, Tecnología y Sociedad.
    En cualquier caso, los cisnes negros no son tan imprevisibles como creemos, simplemente vivimos de espaldas a la catástrofe que nuestro modo de vida está creando. No sé si hay que rearmarse para luchar contra los cisnes negros, o mejor cambiar el modo de vida que evite su aparición. Ya sé que esto último es más difícil y requiere pensar mucho más, y multidisciplinarmente.
    Gracias por el artículo.
    José Mª Carrascosa
    Decano de la Facultad de Ciencias, UAM

  2. Manuel García Rubio dice: 15/04/2020 a las 15:40

    Este articulo me parece muy concreto respecto de los llamados «cisnes negros». La concreción es una habilidad que, desgraciadamente no es frecuente y afecta mucho a los políticos que nos han gobernado desde hace muchos años. Creo que, respecto a la crisis actual del Covid19, se podía haber previsto ya algunos la predecían pero la respuesta política es tan lenta que, por ello, no siempre aciertan. Para eso creo que el actual gobierno no esta actuando solo con criterios políticos sino también con criterios técnicos. Sin el equipo actual de técnicos, el Gobierno no podría haber actuado como lo esta haciendo.


¿Y tú qué opinas?