¿Vale la pena estudiar un doble grado o un grado abierto?

Todavía hoy, varios años de la puesta en funcionamiento del EEES, observamos un constante crecimiento de los dobles grados y un interesante debate acerca de los grados abiertos. Esto ocurre en gran medida, debido a la falta de un mapa racional de titulaciones de grado y máster en el sistema universitario español.

La universidad debe reflexionar, desde la exigencia de la calidad docente, sobre esta nueva realidad que ha venido para quedarse, pero que no está exenta de notables riesgos en su aplicación práctica.

Dobles grados: luces y sombras

En la última década, la oferta universitaria de dobles grados se ha multiplicado por cuatro. Algunos de ellos, bien estructurados, presentan una notable calidad en relación a la inserción laboral de sus titulados. Otros muchos, parecen fruto de la irreflexiva suma de dos grados únicos tradicionales que responde a una estrategia competitiva de las universidades y poco tiene que ver con la aplicación y respeto de los criterios de calidad académica.

Convendría que las administraciones competentes, así como también las universidades y sus estudiantes, fuesen conscientes de que los dobles grados, como también ocurre con los únicos, presentan luces y sombras.

Algunos dobles grados, fruto de los conocimientos “diversificados” que incorporan, pueden aportar hipotéticas ventajas competitivas en orden al acceso al mercado laboral de los titulados. Otros, sin embargo, dada la superficialidad con la que abordan las diferentes disciplinas que integran el plan de estudios, pueden acabar por penalizar la inserción en el mercado de trabajo de sus estudiantes. Estos, deslumbrados por los fuegos artificiales del marketing, decidieron cursarlos sin una adecuada reflexión previa.

Los dobles grados, no son ni mejores ni peores que los grados únicos. Convendría no olvidar que el elemento nuclear que demandan las empresas reside en la especialización de su personal. Una especialización a la que se puede llegar con un doble grado, de formación genérica y más transversal como con el seguimiento de un grado único. Ambos casos, requerirán de una formación complementaria, especializada, por la vía de los estudios de postgrado o master.

Grados abiertos: un aprendizaje a la carta que requiere sentido común

En los últimos años, algunas universidades han optado por implantar grados flexibles vinculados con el denominado “aprendizaje a la carta”. En ocasiones, se plantean como grados de indagación, titulaciones que cuentan con un primer curso de “orientación” interdisciplinar, que permite al alumnado escoger más tarde su “grado de destino”. También encontramos grados que están conformados por módulos de formación trasversal o que incorporan la posibilidad de cursar una formación extra complementaria en materias tales como el liderazgo, la informática o las técnicas de negociación. Los grados abiertos, tras un primer curso preparatorio, permiten a los alumnos asumir el protagonismo configurando su propio currículum de forma absolutamente libre y en función de sus particulares intereses, bien formativos o de ocupación laboral.

Al igual que hemos señalado respecto a los dobles grados, las diferentes manifestaciones del aprendizaje a la carta no son ni mejores ni peores, per se, que los grados clásicos. Todo dependerá de la seriedad, basada en criterios de calidad, con la que se diseñen en el caso concreto. En el momento actual, parece que ha llegado la hora de experimentar, con cautela, algunos grados abiertos en los que, por ejemplo, los estudios Ciencias y Humanidades puedan enriquecerse de forma recíproca.

¿La formación de los alumnos o el interés de las universidades?

Antes que nada, convendría poner orden en la actual oferta de grados universitarios únicos. A día de hoy, existe una oferta absolutamente desmesurada y que, en no pocos casos, responde tan solo a la simple competitividad, incluso territorial, entre universidades.

Una vez trazado el mapa de grados únicos guiado por la lógica y el sentido común, deberían analizar cuántos y cuáles deben ser los dobles grados en el marco de nuestro sistema universitario. En esta línea, parece una buena idea optar no tanto por su cantidad, como por su calidad. Los dobles grados no pueden ser el resultado final de “cortar y pegar” lo que han sido y son, en verdad, dos grados únicos.

No olvidemos que esta situación en muchos casos termina por ofrecer al alumnado una formación muy poco profunda y de pinceladas excesivamente generales.

Desde la perspectiva del fomento del aprendizaje a la carta, parece conveniente explorar mediante pruebas piloto relativas a los diferentes ámbitos de conocimiento de cada institución, las posibilidades reales de implantar, con éxito, la puesta en marcha en nuestras universidades de algunos grados abiertos. Se debería tener en cuenta la infrafinanciación estructural de la universidad pública española, cuáles son sus instalaciones actuales y estructuras docentes y, por descontado, la composición, en número y categoría, de las plantillas de personal docente e investigador. Obviar estos condicionantes no parece la mejor de las opciones si queremos que los grados abiertos sean, en la práctica, algo más que una gran idea teórica.

Para reflexionar

El papel, como acontece con los dobles grados, lo aguanta todo.  El diseño de cualquier modalidad de titulación universitaria debe enfrentarse, si queremos ser serios, desde el conocimiento de aquella realidad en que dicha titulación deberá implementada. Así lo requiere y merece un sistema universitario que se precie, el esfuerzo diario del PDI y del PAS de las universidades y, por supuesto, la exigencia ética de no “vender humo” y expectativas falsas al estudiantado universitario y sus familias.

 

Comentarios
  1. BAHAMONDE FALCON LUIS dice: 26/10/2020 a las 09:32

    Entiendo que es un comentario valiente,procedente de una persona que cree en la verdadera Universidad, abierta, y con una mirada menos superficial de todo aquello que es necesario tener en cuenta, y lo que es inne3cesario para conseguir que nuestra Universidad ofrezca a nuestros jóvenes títulos de acuerdo con las necesidades reales de ocupación de un trabajo digno y de calidad.

  2. Carmelo dice: 26/10/2020 a las 09:56

    Dos cuestiones que no suelen salir en este tipo de debates necesarios (gracias Noemí), cuando hablamos de dobles grados o de grados abiertos (estos últimos creo que son el futuro de muchos grados), en qué tipo de estudiantes estamos pensando. Los dobles grados responde y «favorece» solo a estudiantes con un buen capital cultural y económico que respalde esa travesía (hay estudiantes que siendo excelentes no podrían embarcarse por el sobrecoste que ello supone) y los grados abiertos, en el panorama y contexto actual de universidades públicas donde seguimos buscando la fórmula para acoger «adecuadamente» a «todo» el alumnado que nos llega, este (un importante número), sin motivo claro, vocación, proyecto o meta y con las deficiencias propias de haber pasado por un bachillerato «memorístico» y con una pronunciada inmadurez… La segunda cuestión es que no se dan datos del éxito académico (ni de abandono), ni de inserción laboral de esos dobles grados.

  3. EFREN BARRERA dice: 26/10/2020 a las 11:54

    Gracias por tu escrito. Cuestiona y mueve!. Por observación, algunos dobles grados son silos; se presentan y corren (se imparten) como dos elementos diferentes, sin complementación y sin demostrarle al estudiante sus ventajas académicas en la transversalidad.

  4. Antoni Elias Fusté dice: 26/10/2020 a las 12:07

    Excelente reflexión. Enhorabuena !

  5. gregorio dice: 27/10/2020 a las 11:42

    Es cierto lo que comenta Carmelo, hay excelentes estudiantes con notas sobresalientes pero por cuestiones económicas no pueden seguir sus estudios de doble grado , no están a su alcance, en este caso el estado debería apoyar con becas integrales a los mejores alumnos de escasos recursos.

  6. Luis Rivera dice: 29/10/2020 a las 19:43

    Una cuestión interesante que se podría analizar es la demanda de los diversos estudios. Podríamos considerar como variable proxi las notas de entrada a los diferentes dobles grados y analizar después las tasas de éxito de los estudios y el grado de inserción laboral. De esta forma, podríamos estudiar la ventaja de elegir una doble titulación.

  7. Juan M. Dodero dice: 12/05/2021 a las 11:09

    En no pocas ocasiones, los dobles grados sirven a unos propósitos torticeros de crear cohortes elitistas de alumnos separados del resto a través de notas de corte muy alta en el acceso a la Universidad. Lo que es tan criticado en las enseñanzas medias, se consigue habitualmente en la Universidad a través de los dobles grados. ¿Esto es algo beneficioso para el alumno? ¿para la Universidad? ¿para los profesores?

  8. Carmelo dice: 30/11/2022 a las 11:31

    Que las notas de corte sean altas (o bajas) depende de cómo se conjuguen/relacionen las siguientes realidades: nº de plazas de nuevo ingreso que se oferten y nº de solicitudes de plazas presentadas. La nota de admisión a cualquier grado o doble grado en este país está establecida en el aprobado (de 5 a 14 puntos). Si en un doble grado (cabe pensar que propuesto para atraer a un mayor nº de estudiantes que si esos mismos grados se ofrecieran por separados) establecemos 20 plazas, su nota de corte (o de admisión) será muy superior a si ofrecemos 100 plazas. En otras palabras, la nota de corte no la «pone» el centro ofertante pero sí la condiciona. Qué consigues reduciendo el nº de plazas ofertadas (en los dobles grados suelen ser pocas las plazas ofrecidas): no solo aumentar la nota de corte sino contar con un alumnado -en el aula- que no necesite de un profesorado estresado y preocupado por que su alumnado aprenda, al menos, «lo más importante». Un alumnado con una nota de corte igual o cercana al sobresaliente (de 9 a 14 puntos), en su mayoría, necesita de un profesorado colaborador en el proceso de aprendizaje de un alumnado bastante más autónomo y autoexigente.


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