Colaboración universidad-empresa, sí, pero ¿bajo qué condiciones?
Tras la pausa de las vacaciones, aunque no siempre real (siempre hay algún paper que terminar o hacer un resubmit), empezamos un nuevo curso con energías renovadas y el entusiasmo de, un año más, seguir formando a futuros profesionales, desarrollando nuevas investigaciones y trasladando los resultados fruto de esta investigación al sector productivo. Estas son, de hecho, las funciones del profesorado docente investigador (PDI), si bien es cierto que en este listado deberíamos añadir también todas aquellas tareas de gestión que, en mayor o menor medida, tenemos asignadas.
Precisamente el post de hoy trata sobre esta triple función del PDI. En un estudio publicado recientemente en la revista R&D Management[1], abordo esta cuestión, haciendo especial hincapié en las motivaciones que el PDI tenemos para valorizar y comercializar los resultados de los proyectos de investigación en los que trabajamos.
A fecha de hoy, sería impensable imaginar una universidad sin una oficina de transferencia de resultados de investigación (OTRI). También sería difícil imaginar una universidad que no esté vinculada a un parque científico o una que no proporcione servicios de incubación para el desarrollo de ideas empresariales. En efecto, desde los años 90 las universidades españolas se han ido aprovisionando de todo un conjunto de infraestructuras y servicios avanzados con el objetivo de facilitar esta transferencia de conocimiento y tecnología (en adelante, TCT) y poder así, cumplir con su tercera misión.
En este contexto de TCT, si volvemos otra vez a la figura del investigador académico (el PDI), nos podemos plantear la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las motivaciones del investigador académico para involucrarse en dichas actividades? Si bien los servicios de apoyo son necesarios, la actitud e implicación del investigador juega un papel importante en la medida que condiciona su desempeño en este rol de transferencia.
Dado el papel estratégico que juegan las universidades en la contribución al desarrollo social y económico de una región, resulta indispensable investigar este aspecto, con el objetivo último de ayudar a las universidades a diseñar políticas e incentivos que les permita mejorar su desempeño en el desarrollo de la tercera misión.
En base a la literatura existente sobre motivaciones (si bien escasa en su aplicación concreta en el ámbito universitario), podemos distinguir dos tipos de motivación: la intrínseca y la extrínseca. En el primer caso, nos estamos refiriendo al placer que supone el trabajo por sí mismo, es decir, el deseo del investigador por contribuir en el avance de la ciencia, proporcionar soluciones al mercado, intercambiar conocimiento, etc. En el caso de las motivaciones extrínsecas nos referimos al deseo de adquirir prestigio, visibilidad, reputación, así como a posibles incentivos personales y/o profesionales que se puedan percibir derivados de la comercialización de la tecnología (incluyendo aquí los monetarios). Otros aspectos, fuera ya del ámbito de las motivaciones, pero que sin duda modelan la predisposición del investigador por involucrarse en actividades de TCT son aquellos relacionados con el entorno, entendiendo como tal la cultura y normativa de la propia universidad, así como los servicios de apoyo (OTRI, parque científico, incubadora) que la universidad pone a disposición de sus investigadores.
En el estudio que mencionaba anteriormente, aparte de ahondar en las tipologías de motivaciones, la pregunta de investigación que nos hacíamos era: ¿qué impulsa a un PDI a involucrarse en contratos universidad-empresa? Cierto es que las actividades de TCT pueden materializarse de muchas formas, pero para el caso de estudio, se consideró que este indicador reflejaba una de las principales actividades en que empresa y universidad colaboran para proporcionar conocimientos significativos con aplicaciones prácticas.
¿Qué podemos concluir? La aplicación de un cuestionario sobre una muestra de 250 profesores de la Universidad Politècnica de Catalunya (UPC), nos revela tres aspectos interesantes. En primer lugar, el PDI que participa en actividades de TCT es porque realmente siente disfrute en dichas actividades. Es lo que algunos autores denominan como “el gusto por la ciencia”. En segundo lugar, las motivaciones extrínsecas parecen no estar lo suficientemente desarrolladas, es decir, el sistema de incentivos actual no premia de manera especial a quienes deciden participar en actividades de transferencia. Tanto en los procesos de acreditación del profesorado como en los rankings universitarios, las publicaciones académicas en revistas de impacto parecen ser el mérito que acapara mayor atención. De forma similar, la carga docente del PDI muchas veces suele determinarse en función de la producción científica, en la que, otra vez, los artículos en revistas JCR juegan un papel fundamental. Si bien la difusión de la investigación por medio de revistas especializadas es necesaria, ya que crea debate entre la comunidad científica, deberíamos plantearnos evaluar cómo dichas publicaciones han impacto en la sociedad, más allá de las citas recibidas. Quizás en este análisis, nos llevaríamos alguna que otra sorpresa… pero este tema lo dejo para el próximo post. Lo que sí creo necesario remarcar aquí es la importancia de “conectar” con el sector productivo, y que quizás todavía no hemos sabido valorar adecuadamente al PDI que apuesta por esta forma de transferir conocimiento. No es que una opción sea mejor que la otra, sino al contrario, ambas deberían complementarse y reforzarse mutuamente.
Por último, una cultura y entorno de trabajo que favorezca la valorización de los resultados de investigación son indispensables. Parece un tópico pero la realidad es que esta “obviedad” parece no ser tan obvia. Si bien existen mecanismos de fomento de las actividades de TCT, los procedimientos internos parecen actuar como inhibidores, dificultando el establecimiento de convenios universidad-empresa. No hay una fórmula mágica. Cada universidad responde a una realidad específica, por lo que cada centro debe elaborar su propio plan, y asegurar que dicho plan esté alineado con sus valores y visión estratégica.
En conclusión, si una de las funciones indiscutibles de las universidades es la de acercar los resultados de la investigación a la sociedad, parece pues necesario diseñar un esquema de incentivos que motive al PDI a involucrarse en dichas actividades. La triple misión de la universidad, implica también que el PDI debe poder desarrollarse en estas tres dimensiones. Sin embargo, la estructura que rige el sistema universitario actual no está del todo preparada para facilitar esta triple actuación.
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[1] Olaya Escobar, E. S., Berbegal‐Mirabent, J., Alegre, I., & Duarte Velasco, O. G. (2017). Researchers’ willingness to engage in knowledge and technology transfer activities: an exploration of the underlying motivations. R&D anagement.http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/radm.12263/full