¿Fin de la iniciativa de Campus de Excelencia Internacional (CEI)?

Hace un tiempo, hubo en este país una estrategia de universidad, la Estrategia Universidad 2015, aparcada o diluida por la crisis y el cambio de gobierno. Perseguía la modernización de las universidades españolas y, con sus pros y contras, constituyó una importante iniciativa para el sistema universitario.

Dicha estrategia establecía acciones en diferentes ámbito, afectando a las misiones de la Universidad (formación, investigación y tercera misión); a las personas y al fortalecimiento de sus capacidades;  y, finalmente, actuaciones referidas al entorno (universidad-ciudad-territorio, contribución socioeconómica, entornos inclusivos, sostenibles y saludables). Tuvo un desarrollo con subprogramas de diferentes Ministerios. Entre todo esto destaca una iniciativa que ahora llega a su final, la de los Campus de Excelencia Internacional (CEI), cuyos objetivos, básicamente, se pueden agrupar en tres grandes bloques. Primero, la mejora de la calidad docente, la adaptación al EEES y la mejora de la I+D+i, con atención a su internacionalización, y el impulso a los másteres y doctorados de excelencia internacional. Segundo, potenciar la interacción entre el campus y el entorno territorial mediante centros de referencia y excelencia internacional en áreas estratégicas para generar transferencia. Y, tercero, desarrollar entornos de conocimiento, con calidad de vida, sostenibilidad ambiental, atención a los estudiantes, con mejor urbanismo, en definitiva promover el concepto de campus social y didáctico.

En suma, con esta Estrategia se pretendía mejorar la Universidad española y el sistema universitario español de forma que ascendiera posiciones en el ámbito internacional y que contribuyera a cambiar el modelo productivo.

En muchos países, aunque con formatos muy diferentes, han tenido lugar este tipo de iniciativas, en particular en Europa y Asía-Pacífico, por ejemplo, desde la planificación estratégica del sistema universitario de California impulsado por Clark Kerr a las iniciativas en China (proyecto 211 y proyecto 985, en particular), que transformaron esos sistemas universitarios, pasando por las iniciativas de excelencia de Francia o Alemania que precedieron a los CEI españoles.

En España se realizaron tres convocatorias para la selección de proyectos CEI, durante los años 2009, 2010 y 2011. Esto supuso un importante proceso de reflexión estratégica en las universidades con una obligada participación de muchos otros agentes (centros de investigación, hospitales, ayuntamientos, empresas, etc.), cuyo resultado se presentaba en público y se sometía a un proceso de selección con participación de un equipo de expertos internacionales. Después, anualmente, una comisión internacional ha evaluado los proyectos que resultaron elegidos, y que fueron una holgada mayoría.

Se diseñaron proyectos ambiciosos, más en los objetivos que en la financiación solicitada, la cual, a su vez, fue muy superior que la financiación recibida.

Precisamente, la reducida financiación hizo que pronto se desinflaran objetivos y proyectos, pero también contribuyeron los mensajes contradictorios de autoridades políticas sobre la continuidad de la iniciativa, que reflejaron el dudoso convencimiento y la escasa “confirmación en la fe” en ella depositada.

En la elaboración de los proyectos, tras la primera convocatoria, llamó la atención el hecho de que una universidad participara en varios proyectos CEI o la confluencia de universidades distantes, no sólo físicamente, en un mismo proyecto, lo que sin duda añadía gran dificultad a la ya de por sí compleja gestión, con tantas y tan diferentes entidades agregadas. Puesto que resultaron elegidos una gran parte de los proyectos presentados, también se criticó el efecto de «café para todos».

Sin embargo, tanto por los fines perseguidos como por el proceso de reflexión-cooperación emprendido, la iniciativa tenía gran interés y era necesaria por todo el recorrido de mejora potencial existente.

En opinión de responsables y técnicos de los proyectos CEI, que respondieron a la encuesta de valoración de la iniciativa (cuyos resultados se expusieron en la Jornada sobre la iniciativa CEI, organizada por CEI BioTic, Universidad de Granada, 2015), los puntos fuertes de la iniciativa CEI más sobresalientes, siempre en términos generales, son los siguientes: el impacto que han tenido en las relaciones con el entorno y en la promoción de la internacionalización; el interés y pertinencia de los objetivos establecidos en los proyectos, la transformación física de los campus y la contribución a la producción científica. Por otro lado, los grandes déficits, entendidos como la diferencia entre la importancia concedida a determinadas características y el logro o desarrollo alcanzado, tienen que ver principalmente con la financiación y la comunicación de los proyectos CEI (su conocimiento por la sociedad e incluso por la comunidad universitaria, hasta por las comisiones de evaluación que no han conocido los proyectos in situ);  la reducida interacción entre los agentes promotores de los proyectos, la reducida implicación de los agregados, la dificultad tanto en la gobernanza, en general, como en la coordinación entre universidades cuando había varias implicadas, en particular.

Ahora se alcanza el final del horizonte establecido. Por parte de la comisión internacional se evalúan los proyectos CEI seleccionados en la última convocatoria.

Es, pues, momento de hacer balance. ¿Se sacará algún aprendizaje de la iniciativa a pesar de los avatares que ha sufrido? ¿Hay algo aprovechable de todo ello?

Los propios informes anuales de las respectivas Comisiones Internacionales apuntan interesantes enseñanzas.

No se puede afirmar que exista causalidad, sería pretencioso y atrevido (aunque no necesariamente falso), pero sí que al menos es una curiosa casualidad que, en términos generales, las universidades españolas hayan mejorado en los rankings y en particular en el de Shanghái (ver aquí) en el período abarcado por la iniciativa CEI, a pesar de las circunstancias. Seguramente haber tenido un horizonte y un plan/método orientado hacia el mismo, con todo lo que haya que mejorar, ha ayudado a alcanzar esos objetivos de mejora de posiciones que se pretendían.

Desde 2011, salvo la pequeña convocatoria de final de 2015, no ha habido novedad en este ámbito, siempre con la crisis como paraguas, ni tampoco se vislumbra que la haya en el futuro próximo, dado el contexto político del país (por hablar del ámbito estatal), pero la escasez de novedades es trasladable al ámbito autonómico.

Definitivamente sí, hay un rico aprendizaje de todo esto, de lo que se debe y de lo que no se debe hacer en procesos o experiencias como ésta.

De entrada algo claro es la necesidad de tener un horizonte, ahora más perdido que lejano, y de una propuesta para orientarse hacia él. O ¿es que ya se han logrado o han quedado obsoletos los objetivos de partida? La respuesta a esta pregunta es: no. No se han alcanzado, ni han quedado obsoletos tales objetivos en lo fundamental, aunque haya que actualizarlos.

Sin duda, hay mucho que hacer en esa línea de trabajo. Si es necesario un argumento más, recuérdense las recomendaciones que desde el Consejo de la UE se acaban de hacer a España (julio 2016) relativas al Programa Nacional de Reformas. Entre otras cosas, se insiste en la necesidad de mejorar la cualificación, de trabajar en la adecuación a las necesidades laborales para mejorar la empleabilidad de los titulados universitarios españoles, de potenciar la cooperación entre las empresas y las universidades, de mejorar la gobernanza, de la necesidad de más inversión en I+D+i (en particular privada) y de más interacción entre la investigación pública y privada. También hay que avanzar en la coordinación de las políticas de investigación e innovación, con más participación empresarial en las actividades de innovación, y mejorar los sistemas de evaluación de la investigación y de la asignación de fondos.

Son recomendaciones que tienen mucho que ver con el origen de la iniciativa CEI y para las que, de momento, no hay novedad destacable, es decir, no hay propuesta. Esta indefinición no es el escenario más deseable.

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Para saber más sobre la Estrategia Universidad 2015, leer aquí  en Studia XXI.

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