2ª lección: impacto científico, presencia en «rankings» y correlación con «campus de excelencia»

En un artículo anterior (ver aquí) argumentaba sobre la importancia del impacto científico en el posicionamiento de las universidades en los diferentes rankings globales. La siguiente figura lo ilustra gráficamente: empleando datos del Scimago Institutions Rankings (SIR) sobre número de publicaciones e impacto normalizado promedio, se puede disponer de información acerca de todas las universidades del mundo que tienen una mínima producción científica (2.413 en el ranking SIR de 2013). Sobre éstas, al identificar universidades situadas en los diferentes rankings por encima de posiciones 500, 400, 300, 200 y 100, se observa claramente cómo su distribución es naturalmente gradual, con mucha mejor definición en los primeros lugares que en los últimos (como ya se comentó, la incertidumbre en la posición en los rankings se incrementa mucho a medida que ésta aumenta). Es decir, el impacto total (producto del impacto medio por número de publicaciones) resulta ser una buena medida tanto para evaluar las probabilidades de pertenecer a uno de los rankings globales como para clasificar a las universidades investigadoras.

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Naturalmente, la primera razón para que sea así es que, con apreciables diferencias entre ellos, todos los rankings valoran con un peso elevado los resultados de investigación, cada uno a su modo.

De hecho, no existe, ni creo que llegue a existir (ni probablemente sea recomendable el intento), una propuesta de medida de un eventual nivel de calidad o excelencia global de una universidad.

Frente a la dificultad intrínseca de “medir” globalmente una institución tan compleja en sus funciones para con la sociedad, defiendo que la medida objetiva de la producción científica (con sus sesgos y limitaciones) resulta ser la mejor aproximación.

¿Existe alguna evidencia que pueda dar cierto soporte a esta afirmación? En los últimos años, el único gran proyecto que ha revitalizado al sistema universitario español, y sin contar con apenas inversión económica, ha sido el de los Campus de Excelencia Internacional. No entraré ahora en su descripción o análisis. Sólo me detendré en el aspecto que me interesa señalar: se han tratado de proyectos de agregación estratégica con planes de actuación en todos los ámbitos de la actividad universitaria, con particular énfasis en los de impacto social y/o territorial y con apartados significativos relacionados con la actividad docente. Es decir, proyectos globales y no exclusivamente de actividad o proyección científica. Y, evaluados por pares (una comisión internacional de expertos) y no basados en parámetros. El mismo gráfico anterior nos puede servir para identificar la relación subyacente entre los proyectos de excelencia de universidades y su impacto científico y/o su posición en rankings. Es lo que ilustra la siguiente figura:

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En esta ocasión, solo se remarca a las universidades españolas, con un color en función de su calificación como proyecto de campus de excelencia (CEI o CEIR) y en qué convocatoria fue otorgada (en proyectos «multicampus», se identifican únicamente las universidades coordinadoras).

El gráfico muestra claramente como, entre las 52 universidades con producción suficiente para figurar en SIR-2013 (todas las públicas y 3 privadas), de los 16 CEI reconocidos, 13 se encuentran por encima de la zona de impacto total 8.700 y que en esta zona no hay ninguna universidad española que no sea CEI. En la zona intermedia, entre el impacto 4.500 y 8.700, se concentran los CEIR identificados en la primera y segunda convocatorias. Prácticamente no hay ninguna universidad con impacto superior a 4.500 que no lidere un CEI o un CEIR. De algún modo, esta identificación CEI-CEIR con impacto global (y, en definitiva, con presencia en rankings) se perdió en la tercera convocatoria, como también se aprecia en la figura.

Uno de los lugares comunes alrededor del programa de Campus de Excelencia es que, finalmente, se extendió demasiado. Es bien sabido que el programa español se inspiró en los de Francia y Alemania. Pues bien, un análisis de los resultados de estos programas también es ilustrativo: de los 127 centros de educación superior franceses que aparecen en SIR-2013 o en alguno de los rankings globales, 51 se ven afectados por alguna de las convocatorias del programa de excelencia; entre los 17 mejor colocados en rankings y en impacto, 16 son campus de excelencia y el que falta se ha presentado en la última convocatoria. En cuanto a Alemania, del total de 74 universidades que aparecen en SIR-2013, 45 participan del programa de excelencia, con un grado de implicación/éxito que, de nuevo, correlaciona con la posición en rankings.

En definitiva, con todas las limitaciones de los rankings globales, el posicionamiento de las universidades en éstos correlaciona con la excelencia de sus proyectos.

 

¿Y tú qué opinas?