El lugar de las «Humanidades» en la universidad

Recientemente, el ministro japonés de Educación, Hakubun Shimomura, envió una carta a todas las universidades nacionales del Japón urgiéndolas a adoptar ‘medidas activas para abolir las Facultades de Ciencias Sociales y Humanidades o bien convertirlas en áreas que sirvan mejor a las necesidades de la sociedad’ (ver aquí).  En otros lugares del mundo se siente también la presión que ejercen las necesidades de mejorar el tejido productivo y asentar el crecimiento económico mediante el refuerzo de la formación y los estudios científicos y tecnológicos. Las víctimas de estos procesos suelen ser los estudios humanísticos.

En España, vemos cómo se reduce la presencia de estos estudios en la educación Secundaria (en la que las lenguas clásicas han casi desaparecido); vemos también como, con muy pocas excepciones, en nuestros grados científicos y tecnológicos (e incluso, en parte, en nuestros estudios de Ciencias Sociales) las humanidades desaparecen o retroceden y, como consecuencia, los grados en Humanidades declinan y la autoestima de sus profesores y de sus estudiantes se ve a menudo socavada. En un estudio sobre la evolución de los graduados en nuestro país (entre 1991 y 2005) se constata que ‘el número de graduados de titulaciones pertenecientes a la ramas de enseñanzas de Ciencias Sociales y Jurídicas, Ciencias Experimentales y Enseñanzas Técnicas ha experimentado un fuerte crecimiento desde 1990 (62,9%, 70,4% y 199,5%, respectivamente). En una posición intermedia se sitúan los graduados en el área de Ciencias de la Salud, con un incremento del 36,5% entre el año 1990 y el año 2005. Finalmente, en los años considerados, el número de graduados en carreras de Humanidades ha disminuido un 8,4%’.

Se trata de una mala noticia para la universidad española y me temo que también para la sociedad española. Una sociedad más articulada, mejor ordenada, requiere sin duda mayores cotas de bienestar, pero ello no puede alcanzarse con estudiantes que ignoren su pasado, su patrimonio cultural, que carezcan de la capacidad de análisis crítico y que, si se me permite la frivolidad, crean que el gótico es un estilo de vestir contemporáneo o que Aristóteles es el nombre de un jugador griego de baloncesto.

El currículum de los graduados del futuro requiere altas dosis de apertura de miras y de sensibilidad para enfrentarse a los retos de una sociedad global, lo que no puede alcanzarse sin los conocimientos y las competencias que otorgan la filosofía, la literatura, la historia y el arte.

Las mejores universidades del mundo así lo han comprendido. Pondré solo dos ejemplos. El MIT, la institución que forma en Boston algunos de los mejores ingenieros del mundo, y la Universidad que aparece en todos los rankings como la mejor universidad tecnológica del mundo, dice lo siguiente respecto de las Humanidades (y las Ciencias Sociales): ‘Las disciplinas de las humanidades, las artes y las ciencias sociales en el MIT son centrales para la misión de la institución encargada de suministrar a todos los estudiantes de grado los conocimientos, las competencias y las perspectivas que constituyen contribuciones imperecederas para la nación y el mundo. Todos los estudiantes de grado del MIT destinan una parte sustancial de su tiempo a materias como la literatura, los idiomas, la economía, la música y la historia. De hecho, todo estudiante de grado en el MIT cursa un mínimo de ocho de tales materias, cerca del 25% del total de sus créditos’.

Preguntémonos ahora cuántas materias de Humanidades y Ciencias Sociales se cursan en nuestros grados de Ingeniería y veremos cuán lejos estamos de la situación del MIT.

El segundo ejemplo procede también de una de las mejores universidades americanas, de la costa oeste en este caso, la Universidad de Stanford. El curso 2016-2017, esta Universidad va a poner en marcha un nuevo programa ‘Humanities Core’, integrado por un conjunto de cursos y seminarios destinados a proporcionar a los estudiantes un acceso guiado y estructurado a las humanidades. Ello permitirá a los estudiantes de Stanford lograr, si lo desean, un minor en Humanidades, acreditado en su expediente académico. Habrá diversos itinerarios, según las diversas tradiciones culturales del mundo y se ofrecerán cursos como ‘Introducción a la Filosofía’ o ‘Introducción a las Artes Visuales: Historia del Arte Occidental desde el Renacimiento hasta el presente’.

Tal vez no sea tarde en España para plantearnos, los gobiernos y las Universidades, estrategias como éstas. La contribución de las culturas hispánicas al patrimonio de la humanidad es inmensa. Contamos con, en el año del cuarto centenario de su muerte, escritores como Cervantes, pensadores como Ramon Llull, en el séptimo centenario de su muerte, pintores como Velázquez, Goya o Picasso y nuestra contribución a la historia pasa por la colonización de la América hispana, un proceso que, con sus luces y sus sombras, sigue siendo objeto de estudio en todos los departamentos de historia del mundo. Sería una pena desaprovecharlo.

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