Alianzas «Universidades Europeas» en la encrucijada (II): riesgos e incertidumbres

En la primera parte de esta entrada los autores han puesto de manifiesto los logros y las oportunidades de la iniciativa  «Universidades Europeas«. En esta segunda entrada nos alertan sobre algunos riesgos e incertidumbres que se deberán gestionar en el futuro.

Principales riesgos: sistémicos e institucionales

Dos riesgos sistémicos

El primero de ellos tiene que ver con el proceso de selección, que tiende a premiar la continuidad de las alianzas existentes y deja poco espacio para las nuevas.

En 2022 la financiación de las alianzas aprobadas en 2019 se extendió de 3 a 4 años (y se condicionó a dos años más); se autorizaron apenas cuatro alianzas nuevas.  En la convocatoria más reciente, cuyos resultados se conocerán en julio 2023, se prevé extender la financiación  a cuatro años (y condicionalmente a dos años más) a la gran mayoría de las 24 alianzas aprobadas en 2020; se contempla, además, la aprobación de apenas algunas nuevas (probablemente de 3 a 5).

Con este plan, el presupuesto permitiría aprobar alrededor de 12 nuevas alianzas en la convocatoria de 2024 (la última en el marco del actual programa ERASMUS+), logrando el número anunciado de 60 alianzas «Universidades Europeas». Esta cifra supone tres  veces más de lo que contemplaban el Presidente Macron en su discurso de la Sorbona y los Jefes de Gobierno y de Estado en la Cumbre Social de Gotemburgo en 2017.

Si bien esta cifra muestra una proporción bastante débil de universidades en búsqueda de fondos por su modernización, todo parece indicar que la carrera en busca del estatus de Universidad Europea será reñida.

El segundo riesgo sistémico es el de desagregar algunos sistemas de educación superior, al crear varias categorías de instituciones.

En una de las categorías entrarían las que están, y las que no están o no caben, en una alianza Universidad Europea; en otra, las que tienen, o no, subvenciones nacionales que les permitan financiar las transformaciones necesarias. El riesgo es que la nueva orientación de la Agenda Europea para la Educación Superior, la Investigación y la Innovación podría provocar el retroceso de bastantes instituciones, categorías de instituciones y posiblemente algunos sistemas nacionales de Educación Superior.

Además, para esquivar que se deshaga la coherencia interna de ciertas instituciones o sistemas de Educación Superior, es fundamental que la cooperación transfronteriza vaya de la mano con los intereses del entorno más cercano, ya que la rendición de cuentas por parte de las universidades quedará principalmente a nivel local y/o nacional.

Tres riesgos institucionales

El principal riesgo potencial de unirse a una alianza Universidad Europea se puede ver en la reorientación de las inversiones de los socios hacia este tipo específico de cooperación europea.  Requiere un fuerte crecimiento de las tareas administrativas, financieras y académicas (sin aumento correlativo de los recursos humanos), en vez de invertir en cooperaciones más “ligeras” en educación, investigación e innovación, con impacto más directo en el desarrollo del territorio y de la comunidad local.

Este riesgo se puede mitigar alineando las prioridades de la alianza con las de sus universidades socias, pero resulta difícil en el caso contrario, por ejemplo, cuando en algunos países la normativa impide hacer los cambios necesarios.

Otro riesgo podría ser la falta de involucración de amplias franjas de la comunidad universitaria en el esfuerzo colectivo necesario. Por ello, es fundamental que, en cada universidad socia, la alianza esté respaldada desde el más alto nivel de gobernanza institucional (Rector, Decanos, Directores de áreas, programas y servicios) y no solamente desde el servicio de relaciones internacionales como en las etapas anteriores de ERASMUS.

Una falta de involucración de los distintos colectivos (profesores e investigadores, personal de administración y servicios) a todos los niveles puede llevar al fracaso de algunas universidades y, por ende, de ciertas alianzas.

Finalmente, podría suceder que en algunos países no se produjeran en la normativa y la financiación universitarias los cambios necesarios para que las universidades nacionales pudieran cooperar tan efectivamente como las de otros países, por falta de visión, recursos o flexibilidad.

Universidades de tales países podrían encontrarse relegadas en roles secundarios con respecto a las de países donde se fomenta más la innovación y la diferenciación.

Las grandes y crecientes diferencias en el respaldo financiero que ciertos países (aunque no todos) reservan a sus universidades que son socias de una alianza, crean un terreno de oportunidades muy desiguales, tanto dentro de las alianzas como entre ellas (informe citado del Parlamento europeo). Otro riesgo derivado es el desasosiego de aquellas universidades pequeñas y regionales que nunca van a alcanzar la integración en una alianza.

¿Cuál será a medio plazo el futuro de la iniciativa «Universidades Europeas», post 2024?

La observación principal es que existe mucha incertidumbre acerca de las orientaciones futuras de la iniciativa.

Las agendas de transformación coordinada de las universidades en el marco de las alianzas se rigen por visiones de medio-largo plazo, cuando la financiación europea está garantizada para apenas 4 años y además existen bastantes dudas acerca de las futuras prioridades de la política universitaria europea.

En este contexto, lo más importante será observar cómo evoluciona la Estrategia Europa para las Universidades, esbozada en la Comunicación de la Comisión Europea del 18 de enero de 2022.  Será espeicalmente relevante el desarrollo de la Iniciativa Europa para la Excelencia, en sintonía con la nueva agenda por el Espacio Europeo de Investigacion (ERA – European Research Area).

Esta iniciativa podría apoyar el objetivo inicial de que las alianzas «Universidades Europeas» contribuyan más a la innovación, la inclusión, la sostenibilidad y la competitividad de Europa en el mundo. Las alianzas más ambiciosas podrían aprovechar esta nueva oportunidad, mientras muchas otras seguirían enfocadas en cooperaciones y transformaciones de menor importancia.

Tres retos (+1) y tres escenarios de futuro (+1)

Sostenibilidad, gobernanza y diversidad

En el actual contexto de incertidumbre, los retos principales serían la sostenibilidad financiera, que depende no solo de la disponibilidad de recursos totales suficientes, sino también de su distribución equitativa entre las universidades socias (algo que parece menos garantizada que nunca); la gobernanza de las alianzas, confrontada a la complejidad y la inestabilidad de las estructuras de liderazgo institucional, a la incompatibilidad básica de las normativas nacionales y a la falta de una figura jurídica europea adaptada a las alianzas; y la diversidad lingüística de Europa, que podría verse amenazada por el giro hacia el monolingüismo de las alianzas en la cooperación.

A esto añadiríamos como cuarto reto, a nuestro modo de ver,  la necesidad de esquivar el desaliento o la exclusión de la mayoría de instituciones de educación superior de Europa, que no pertenecen a ninguna alianza.

Escenarios naranja, rosa y azul

Los escenarios de futuro que se contemplan se diferencian principalmente según prevalezca más la Agenda de Educación Superior europea o las políticas nacionales.

Escenario naranja.  El desarrollo del EEES seguiría principalmente el camino intergubernamental iniciado por el proceso de Bolonia: las políticas nacionales o regionales aprovecharían los resultados de las alianzas para desarrollar sus propias agendas para la Educación Superior.

Escenario rosa.  Se impondría la Agenda de la Comisión Europea para la Educación Superior y más tarde para todo el espacio educativo europeo: los programas europeos fijarían los objetivos comunes y proporcionarían buena parte de los recursos, proliferarían muchas nuevas alianzas y aparecerían títulos oficiales europeos.

Escenario azul. La educación superior se transformaría radicalmente hacia un modelo mucho más personalizado, atomizado, atento a las demandas del mercado laboral y de los estudiantes; destacarían las universidades de ciencias aplicadas, los centros de formación profesional continua y el sector privado.

Este escenario no parece alineado con la configuración actual de las alianzas, cuyos socios son principalmente universidades tradicionales, que “no tienen fama de innovadoras, ágiles y audaces”.

Un cuarto escenario sería el de no perennidad de las alianzas más allá del periodo de su financiación: el informe lo ve “tan probable como los otros tres”, pero no lo detalla más. Ello plantearía para las universidades socias unos problemas gigantes, cuya anticipación podría frenar el entusiasmo de algunas alianzas o universidades, o incentivarlas a repensar su futuro.

El futuro inmediato

Se espera que otros proyectos e informes que prepara la Comisión Europea contribuyan ya en 2023 a conformar una visión más clara acerca del futuro de la iniciativa:

1. Diez alianzas van a experimentar las propuestas de crear una figura jurídica europea específica y de otorgar títulos “europeos[4];

2. En los próximos meses se publicarán tres estudios que investigan el potencial innovador y transformador de las alianzas; la oportunidad de crear una figura jurídica europea ad hoc para ellas; y la posibilidad de movilizar más la financiación nacional para respaldar su desarrollo.

3. Por último, se deberían ver a partir de 2023 los primeros resultados de los Centres of Vocational Excellence, que pretenden fomentar en la Educación Superior “aplicada” innovaciones transformadoras. Se podrían comparar hasta cierto punto con las Alianzas Universidades Europeas; y se podría remediar, al menos parcialmente, el sesgo de estas iniciativas hacia las grandes universidades investigadoras ubicadas en las grandes capitales.

Sin entrar a valorarlas una a una, el balance actual de las alianzas «Universidades Europeas» nos parece positivo y prometedor, si bien queda mucho camino por definir y recorrer.


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