Ciudades y universidades: construyendo agendas compartidas  

Las ciudades y las universidades han vivido muy a menudo de espaldas. Sus prioridades y dinámicas no han convergido en muchas ocasiones. Hablamos de una realidad muy compleja y dispar entre países y territorios; a pesar de ello, podemos esbozar algunas ideas fuerza, así como determinadas tendencias y propuestas.

 

La realidad hasta hoy: atomización utilitarista

A pesar de vivir bajo lógicas sociopolíticas distintas, las ciudades y las universidades han colaborado y colaboran, por regla general, en diversos ámbitos. En aspectos, por ejemplo, de aplicación de la tecnología en el territorio; en determinados grupos de expertos que asesoran al municipio; en proyectos culturales; en ámbitos como la movilidad, el medio ambiente, la sanidad y la educación; incluso en aspectos cruciales como la planificación y la revitalización urbanas, con la construcción de campus o facultades en determinadas zonas o barrios.

Sin embargo, estas colaboraciones se mueven muy a menudo en una lógica de micro iniciativas sin estrategia institucional y con una orientación que podemos denominar como utilitarista.

Efectivamente, gran parte de las iniciativas lo son a través de investigadores o grupos académicos concretos, en conexión con departamentos municipales también específicos. Y bajo una lógica hasta cierto punto utilitarista de coste-beneficio: qué puedo dar y que puedo ganar. No estoy diciendo con ello que siempre sea así y que no existan proyectos conjuntos de base estratégica y con una concepción de servicio público para el bien común. Ni que no existan experiencias y estrategias de determinadas ciudades y universidades que sean realmente modelos de colaboración estrecha y efectiva. Pero no son las más habituales.

El ritmo de los tiempos

Todo ello se explica, en buena parte, porque los tempos y los incentivos de ciudades y universidades son distintos, y es ciertamente difícil hacerlos converger. Hablamos de ciclos políticos muy cortos (orientados a resultados tangibles inmediatos) ante la lógica temporal de los académicos (avance de la ciencia, formación de ciudadanos y profesionales).

Nos referimos también a incentivos distintos: en el caso de las universidades, principalmente las publicaciones en revista de prestigio internacional, los proyectos científicos de frontera, el prestigio y reconocimiento social, etc. Frente a ello, los incentivos de las políticas públicas municipales, mucho más orientadas a las problemáticas locales, las demandas ciudadanas y la lógica política/electoral a escala local (o incluso conectada con la escala regional o estatal).

Los ciclos de los políticos y de los especialistas, los tipos de incentivos y las lógicas de ciudades y universidades son, a menudo, divergentes. 

Es cierto también que la realidad es muy distinta entre grandes ciudades metropolitanas (donde normalmente su ubican diversas instituciones universitarias) y ciudades medianas (a menudo con una sola universidad en el municipio o territorio). Asimismo, hay que tener en cuenta un factor crítico: la financiación de las universidades públicas proviene mayoritariamente de los gobiernos regionales o estatales, bajo criterios paramétricos genéricos (número de estudiantes, oferta académica, metros cuadrados, etc.); todo ello con una escasa orientación de financiación por objetivos, donde las autoridades locales deberían también participar, tanto en la determinación de los objetivos como en la propia financiación.

La docencia universitaria se ha movido por lo general bajo esquemas clásicos (transmisión de conocimientos académicos), muy a menudo desconectada de las competencias/habilidades y de la realidad local/regional. Y por lo que respecta a la investigación ya lo hemos citado: una clara orientación a la publicación en revistas internacionales y a la participación en grandes proyectos competitivos (por ejemplo, vía financiación europea en nuestro contexto).

La sociedad del conocimiento exige cambiar de rumbo

En la sociedad del conocimiento actual, los territorios (ciudades) y las universidades se necesitan más que nunca.

Sabemos con certeza que progresarán aquellos territorios con un capital humano cualificado y que trabajen intensamente el conocimiento, la tecnología y la cohesión social. Asimismo, sabemos que la complejidad de los retos sociales, políticos, económicos, tecnológicos y medioambientales actuales exige la colaboración estrecha entre el mundo local/regional y las instituciones académicas. Aunque las universidades hayan perdido el monopolio del conocimiento, siguen conservando un rol preeminente si saben conectarse adecuadamente con la sociedad.

La lógica «multiactor»

La gobernanza de las ciudades y las regiones es compleja, bajo una lógica multiactor. Las universidades pueden convertirse en un actor relevante, también, en este panorama de gobernanza compartida multiactor: como espacios de neutralidad reconocida; de análisis, rigor y experiencia; como instituciones habituadas a conectar lo global con lo local: con alianzas con otras universidades y centros de investigación de otras ciudades y países.

La orientación de las instituciones universitarias

Todo ello va a exigir cambios en la orientación institucional de las universidades y, sobre todo, en la concepción de sus funciones principales: la formación y la investigación. Una formación basada en competencias y habilidades, sin perder ni un ápice de conocimientos técnicos; una formación a lo largo y ancho de la vida, y no solamente pensada para la cohorte de jóvenes; una formación para el compromiso ciudadano y social, que refuerza la democracia y el bien común. En investigación ya lo sabemos: encontrar nuevos parámetros de evaluación y nuevos incentivos, más allá de la publicación en revistas científicas; favorecer la innovación en todos los ámbitos y la colaboración estable con los agentes territoriales.

El camino a seguir: construyendo agendas compartidas

¿Es factible transformar esta realidad de desconexión y atomización a una de colaboración estratégica entre ciudades y universidades? La respuesta es sí.

Pero, para lograrlo, deben darse pasos específicos, y aquí es donde radica la dificultad y complejidad. Como hemos dicho, en aquellos entornos donde territorio y universidad sepan encontrar las vías de una colaboración estratégica y estable será donde más progreso se produzca para el bien colectivo.

Los pasos imprescindibles

  • Pasar de una lógica utilitarista a una lógica de partenariados;
  • Pasar de intereses institucionales particulares a la construcción de agendas compartidas entre ciudades y universidades;
  • Caminar hacia una financiación pública de las universidades más orientada a retos y proyectos estratégicos de ciudades y regiones;
  • Transformar la docencia/formación y la investigación científica y orientarlas a retos, competencias y habilidades.

Los 5 instrumentos específicos

  • Organismos para la colaboración y la gestión conjunta: unidades de gestión compartida universidad-ciudad, gabinetes ad hoc, sistemas de monitorización y seguimiento.

De no ser así, se impondrá la lógica aplastante del día a día y de los proyectos de cada departamento (universitario y municipal) que harán inviable la agenda compartida.

  • Espacios comunes de formación y desarrollo profesional de los equipos humanos de las ciudades (municipales, pero también de los demás actores territoriales) y de las universidades (tanto gestores como académicos).
  • Nuevos incentivos para la colaboración estable.
  • Desarrollo de proyectos específicos conjuntos de ciudad (con recursos, equipos de ejecución y de control), más allá de acuerdos vacíos que acaban pereciendo.
  • Una política potente de comunicación y de difusión, que permita construir los relatos que visibilicen las alianzas y sus impactos.

La Red Mundial de Universidades para la Innovación está ayudando a consolidar este campo de trabajo, que resulta crucial para el progreso social y   económico sostenible, mediante las agendas compartidas entre ciudades y universidades.. El Programa Ciudades y Universidades es una muestra de cómo aportar conocimiento y análisis, y de favorecer el intercambio de experiencias y de ideas.

Esta alianza global de ciudades y universidades es un espacio privilegiado para el progreso y la colaboración fructífera a escala internacional.


 

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Comentarios
  1. Milagros Dones dice: 23/01/2024 a las 13:17

    Análisis preciso, real y oportuno, que cuenta con mi absoluta coincidencia en sus planteamientos, pero quizás no compartido, sobre todo por la globalidad del ámbito académico. La transferencia social y colectiva, las actuaciones estratégicas y no de corto plazo, se plasman en documentos y protocolos como fines y objetivos que se persiguen. Pero la realidad es que se quedan en «se persigue» pero no se instrumentalizan ni apoyan. En la carrera académica, la transferencia sigue siendo un añadido, una vez alcanzada a la necesaria y obligada publicación de un mínimo de artículos cuyo valor sigue midiéndose por el impacto del soporte = revista y no por valor y aportación social real.

  2. J dice: 23/01/2024 a las 15:01

    Es complicado, porque los objetivos de ayuntamientos, comunidades autónomas, y el/los ministerios pertinentes suelen estar en las antípodas, máxime cuando son gobernadas por grupos políticos antagónicos. Asociarse a un tipo de gobierno te puede enemistar con otro. En este ecosistema, mantener cierta distancia es lo más prudente.


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