Doctorados y doctores en Europa: retos y oportunidades (II)
Una titulación ambiciosa
Los estudios de doctorado y la obtención del título de “doctor” permiten obtener el nivel de estudios más alto y habilitar, administrativamente hablando, para el ejercicio profesional de la investigación en todas sus extensiones. Constituyen la cantera de futuros profesionales innovadores con la que realimentar la dinámica de generación de nuevo conocimiento, así como un polo de atracción de talento de todo el mundo a Europa. Asimismo, pueden servir como carreras de alto nivel, universitarias o no, que se traducen en un canal de exportación de conocimiento a nivel internacional.
El título de doctor reviste hoy en día una amplia diversidad de formatos y enfoques.
El punto clave de la convergencia europea en los doctorados ha sido que el acceso queda normalmente reservado a los que hayan cumplido estudios anteriores de nivel 7 (Máster). Ocurre al contrario que en EE. UU., donde a menudo la opción entre máster y doctorado se plantea ya después del grado, aunque existen bastantes excepciones, tanto en Europa como en EE. UU. Y, al contrario de los grados y másteres, cuya duración queda definida por un mínimo y un máximo europeo de créditos ECTS, no existen tales límites para los doctorados, es decir el uso de ECTS no está generalizado en este nivel en Europa.
“Doctor”, un nivel de cualificación genérico
La referencia principal en el EEES ha sido el concepto de doctorado más genérico, reconocido y compartido, es decir, el PhD, de tradición británica y estadounidense.
Con el nuevo modelo de doctorado se permite a los titulados dirigir la investigación de otros, a diferencia de muchos países europeos que exigen para ello credenciales adicionales, como por ejemplo la habilitación, en las universidades de tradición germánica.
En países como Francia, se ha impuesto como modelo de referencia el doctorado (en vez del “doctorado de estado”, que se diferenciaba del «doctorado de universidad») y, en Italia, se ha introducido el Dottorato di Ricerca. Un reto aún mayor se plantearon los países de la Europa central y oriental, que seguían el modelo soviético de dos niveles de doctorado (un primer doctorado y, en un nivel superior, un «doctorado de ciencias» otorgado por las academias nacionales de ciencias – no por las universidades, aunque con algunas excepciones).
No obstante, la referencia genérica al “doctorado” tiene muchos matices y no se puede hablar de una armonización total. Por ejemplo, en algunos países existen subniveles, como el MPhil británico o su equivalente en Finlandia; como hemos señalado en el post anterior, numerosos doctorados profesionales e industriales no son PhD, sino que se llaman “Doctor en…” algún campo disciplinario u profesional; la capacidad profesional que se exige para dirigir la investigación de otros no es la misma en toda Europa: si bien crece por todas partes la importancia del posdoc, su formato y estatus pueden ser diferentes; por ejemplo, en varios países se requiere cursarlo en otra universidad, a menudo obligatoriamente en el extranjero, y en Dinamarca se considera como un 4° ciclo oficial, por encima del EQF.
Las escuelas de doctorado
Como hemos visto, el cambio más profundo en la Europa de los doctorados y doctores es el movimiento desde el modelo tradicional (individualista, mono disciplinario, fragmentado, académico) hacia “programas” doctorales más amplios y diversos, al servicio de estrategias institucionales para el fomento de la competitividad, el desarrollo regional y global, la captación de recursos y talento, la reputación y la visibilidad.
La primera consecuencia de lo anterior ha sido la aparición de una transformación hacia el agrupamiento y la modernización de los programas doctorales en el marco de las escuelas de doctorado y a su fortalecimiento.
Las escuelas de doctorado presentan diferentes formatos, tamaños y alcances: muchas abarcan nada más que los doctorados (con o sin los industriales, frecuentemente junto con los posdocs); otras, como en Alemania, suelen incluir los másteres (o solo los másteres de investigación).
Existen varios niveles y modelos de integración de los programas de doctorado en una “escuela”: a veces promueven un perfil de programa específico (con respecto a su estructura, su idioma) y una “marca” institucional; en otros casos se limitan a ofertar servicios profesionales (cursos transversales, búsqueda de financiación y de aspirantes) para programas autónomos de las facultades y/o departamentos.
Beneficios destacables
Estas nuevas entidades ya han logrado notables beneficios que ellas mismas han potenciado:
- La concentración de talento interdisciplinar y el trabajo en equipos multidisciplinarios, donde doctorandos y profesores de distintas especialidades aprenden informalmente los unos de los otros.
- El enfoque en temas prioritarios o estratégicos a nivel institucional, con alta relevancia social, económica y ambiental (con referencia frecuente a los ODS).
- El fomento de la cooperación con socios externos, que pueden ser otras universidades, centros de investigación, empresas e incubadoras, que traigan proyectos, financiación y coaching, y crean buenas condiciones para la adquisición de competencias transversales, relevantes e internacionales.
- Un mejor acompañamiento al empleo y la innovación, desde el principio y a lo largo de la carrera.
- Una fuerte mejora de la profesionalización y la eficiencia en la gestión.
- La evaluación y la acreditación de una escuela de doctorado como tal permite valorar, además de su rigor académico, otras dimensiones claves como la masa crítica, la interdisciplinariedad, la internacionalización y la vinculación con el mundo laboral. Este modo de evaluación corresponde mejor a la visión de futuro de la investigación y de la innovación y permite esquivar mucha burocracia. No será por casualidad que en Alemania fue rechazada la acreditación individual de programas de doctorados y que en Francia es sistémica la evaluación de las escuelas.
La institucionalización de los doctorados
Este movimiento hacia la institucionalización de los doctorados resulta también del esfuerzo de las universidades (respaldadas por sus gobiernos) por aumentar su visibilidad y su reputación en los rankings globales. Sin ir más lejos, en Francia, la fusión de universidades regionales ha permitido la integración (por etapas) de centenares de programas doctorales en un número más y más reducido de escuelas de doctorado, o en apenas una sola “casa doctoral” altamente visible y reconocida.
En España, como apuntábamos Pérez Esparrells y Orduña Malea en su comentario incluido en el informe del año 2023 Indicadores comentados sobre el estado del sistema educativo español, las presiones institucionales para cambiar el modelo tradicional de doctores (y sus tesis doctorales) han venido derivadas, en parte, de los distintos criterios de medición del desempeño de las universidades tanto en los rankings nacionales (U-Ranking, CYD) como internacionales (THE-WUR, QS-WUR, ARWU, Leiden, SIR).
La mayoría de los rankings valoran la cantidad de publicaciones de una institución, el promedio de profesorado universitario con grado de doctor, o incluso la cantidad de tesis dirigidas.
En realidad, como señalábamos en el comentario, la amplia aceptación y expansión de la modalidad de defensa de tesis doctoral por compendio de artículos en España, especialmente en algunas disciplinas, es, por un lado, una consecuencia directa de esa necesidad, tanto individual como institucional, de generar más publicaciones científicas y de mayor impacto; y, por otro, de “rentabilizar” así el periodo de doctorado por parte no solo de los doctorandos, sino también de todas las personas implicadas en sus investigaciones por capítulos.
Expansión de las escuelas de doctorado
Simultáneamente, se ha ampliado el perímetro de muchas escuelas de doctorado, con su agrupación a nivel regional o transfronteriza y la integración de socios no universitarios.
A este respecto, cabe destacar el impacto desde 2019 de la Iniciativa Universidad Europea (IUE). Mas allá de acuerdos sectoriales de cooperación y movilidad, pretende fomentar unas 60+ alianzas institucionales, multifuncionales, estratégicas y transformadoras, capaces de fusionar los recursos y los esfuerzos de sus socios en el marco de un futuro común. Para ello, gozan de una financiación plurianual por parte de la UE (Erasmus+, Horizonte Europa, EIT) y, en muchos países, de un respaldo económico a nivel nacional.
Como era previsible y se puede comprobar en la actualidad, muchas alianzas IUE enfatizan como prioridad compartida la europeización de sus escuelas de doctorado en cuanto a su temática, su organización y sus títulos.
Esto propicia una modificación de la conducta natural de doctorandos, supervisores, tutores e instituciones en una suerte de proceso win-win, a base de fortalecer las escuelas de doctorado en Europa, así como de su capacidad para formar a doctores del más alto nivel mundial.
Por todo ello, creemos firmemente que el nivel de doctorado seguirá sometido a un profundo cambio de paradigma en Europa. En España, no deberíamos perder este tren.
En lo tocante a la investigación, y la formación de investigadores, el único modelo que tiene sentido imitar es el de las universidades dd referencia de EEU. Mos guste o no admitirlo, ninguna univerdidad de la unión europea se acerca a sus resiltados, ni siquieramente de forma remota. Y no es solo cuestion de presupuesto, tsmbien el marco politivo nacional y transnacional. Entre otras cosas, ellos no fomentan un sinfín de programas doctorales conjuntos entre instituciomes en diferentes estados…por algo sera no? Promoverlo dara lugar al mismo fiasco que otros programas previos df la UE con objetivos similares.