El mérito en el acceso a la universidad

Como es sabido, el número de universidades privadas en España ha aumentado de un modo considerable. Con arreglo a los datos públicos referidos al curso 2023-2024, en España había 91 universidades, 50 públicas y 41 privadas. Dado que veníamos de un sistema fundamentalmente público, con algunas universidades confesionales, este es un cambio relevante. Es cierto, sin embargo, que en torno del 75% de los estudiantes cursan sus estudios en universidades públicas. Es más, el 90% de los doctorados residen en universidades públicas y, no debe olvidarse, en un sistema sólido como es el alemán, otorgar el título de doctor es una característica constitutiva de la naturaleza de ser una universidad. Esto es: solo las universidades y todas las universidades otorgan el título de doctor.

Aproximadamente, el 75% de los estudiantes cursan sus estudios en universidades públicas y el 90% de los doctorados reside en ellas. 

Estos datos por sí solos ya merecen un análisis pausado. Pero no es de lo que me voy a ocupar aquí. Me voy a ocupar de un aspecto que afecta tanto a las universidades públicas como a las privadas: el sistema de acceso a la universidad.

El sistema de acceso a la universidad

Lo primero que quiero poner de manifiesto es que, ahora mismo, el sistema de acceso a las universidades es dual. En las universidades públicas y en las privadas los estudiantes para acceder deben aprobar el bachillerato y las pruebas de acceso a la universidad. Pero aquí se acaba el procedimiento común.

«Las públicas»

En las universidades públicas, los estudiantes expresan sus preferencias en una lista ordenada y las universidades ofrecen un número determinado de plazas para cada titulación. A partir de ello, se ordena a los solicitantes por su calificación y acceden a la universidad aquellos que tienen las calificaciones más altas. Hay algunos colectivos que tienen vías específicas: los mayores de 25 años, los procedentes de la formación profesional, las personas con discapacidad. Esto hace, como es sabido, que el acceso a aquellas titulaciones más solicitadas, el caso de Medicina es el más obvio, esté reservado a los estudiantes con mejores calificaciones, en torno del 5% mejor en el caso de Medicina.

«Las privadas»

En las universidades privadas, en cambio, no existe un procedimiento como éste y las universidades disponen de una amplia discrecionalidad para seleccionar a sus estudiantes.

El aumento de la oferta de los estudios de Medicina en las Universidades privadas en los últimos años no es ajeno a esta circunstancia. Y, como es obvio, ahora la selección tiende a depender de la capacidad económica de los solicitantes más que de sus calificaciones.

Sería conveniente, según creo, establecer algunos criterios generales también para las universidades privadas, como por ejemplo el requisito de que dispusieran de un fondo de becas para facilitar el acceso en condiciones menos discriminatorias por razón de la capacidad económica. Sé que muchas lo hacen, pero establecerlo dignificaría nuestro sistema de acceso, a mi juicio.

El acceso a la universidad y el mérito de los estudiantes

Sin embargo, tampoco es este el aspecto central que quiero destacar. Lo que quiero destacar es que uno de los rasgos que suele, con razón, resaltarse del sistema de acceso a las universidades públicas es que el modelo es sensible únicamente al mérito de los aspirantes. Obviamente el mérito es algo valioso. Por ejemplo, cualquiera de nosotros ante la eventualidad de tener que ser intervenido quirúrgicamente desea que la intervención esté a cargo de un cirujano lo más competente posible y esa competencia la averiguamos mediante el mérito. Sucede en todos los órdenes de la vida, también en los menos dramáticos, si deseamos comer una tortilla de patatas y podemos elegir, preferimos que la cocine el más competente en las tortillas de patatas, el que las consigue más sabrosas.

Lo que ocurre es que, para decirlo con Michael J. Sandel en una muy interesante discusión con Thomas Piketty, la meritocracia tiene al menos dos problemas:

Primero,  promete algo que no está en condiciones de ofrecer porque no hay una real igualdad de oportunidades.

Los hijos de padres universitarios, con mayor renta y que habitan en ciudades tienen muchas más probabilidades de acceder a la universidad, con independencia de su talento y su esfuerzo, con independencia por lo tanto de su mérito.

El segundo problema ocurre incluso si superáramos el primero. En palabras de Sandel (p. 69):

“la meritocracia, incluso la más perfecta y consumada imaginable, tiene un lado oscuro: corroe el bien común. El motivo de tal corrosividad estriba en que fomenta que quienes tienen éxito lo vean como algo que han conseguido ellos mismos por su cuenta, y se embriagan con su propio éxito, se olvidan de la suerte y la buena fortuna que les ayudaron a llegar ahí, pierden de vista con qué o con quiénes tienen contraídas múltiples deudas morales”.

Hay alternativas para el acceso a la universidad

En el libro, Piketty y Sandel, pensando en el acceso a las universidades de élite de los Estados Unidos, exploran dos alternativas. Sandel propone que después de una selección de las aptitudes necesarias las plazas se ofrezcan mediante sorteo. Piketty, siguiendo al profesor de Yale Daniel Markovits, sugiere que sería mejor establecer algún requisito que el resultado de la selección debería cumplir, como por ejemplo que al menos el 50% de los elegidos provenga de los dos tercios con la renta inferior en esa sociedad. Exploran también alguna combinación de ambos criterios.

Sea como fuere, estas reflexiones son también relevantes, según creo, para nuestro sistema de acceso a las universidades, tanto para el acceso a las universidades públicas como a las universidades privadas. Y doy un motivo de eso, creo.

Para que no confundamos el valor de la formación universitaria con su precio. Para no caer en el adagio, que se atribuye a Francisco de Quevedo -y que Antonio Machado puso en boca de su Juan de Mariena-, según el cual solo el necio confunde valor y precio.


Por su interés y con motivo del post de José Juan Moreso, incluimos para nuestros lectores un extracto de una conversación entre Sandel y Piketty.

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Comentarios
  1. Carmen Perez-Esparrells dice: 20/05/2025 a las 12:44

    Excelente reflexión del profesor Moreso sobre el mérito en el acceso a la universidad en estos momentos de ampliación solo del número de plazas por el lado de la oferta de universidades privadas. Enhorabuena, José Juan.

  2. J dice: 25/05/2025 a las 11:29

    El objetivo principal de la meritocracia no es promover la igualdad. Ni tan siquiera la igualdad de oportunidades. El objetivo fundamental de la meritocracia es fomentar la eficiencia, y reduccir la corruption asociada a otros métodos mas nepotistas. El sistema meritocratico permite sociedades mas eficaces y productivas, y actua como estimulo para esforzarse. Eliminarla para combatir la desigualdad esuna idea pésima. Para combatir la desigualdad hay otras herramientas mucho más adecuadas.


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